La tragedia de su padre y una triste infancia: los secretos de Lovecraft, el escritor del terror
Su obra aterrorizó a los lectores con su horror cósmico; cómo su historia personal lo llevó a reflejar todo en el papel
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Muchos célebres escritores lograron plasmar en sus páginas las experiencias más oscuras de sus vidas. Pero la trágica y tenebrosa infancia que padeció Howard Phillips Lovecraft le brindó las herramientas para llevar el género a un nivel superior. El horror cósmico impregnado de sus propias invenciones mitológicas aterrorizaron durante casi un siglo a millones de personas.
Pocos artistas llegaron a tener el éxito póstumo que él logró. Nacido un 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island, el joven Howard Phillips nunca imaginó ser testigo de los terrores de su niñez. Como hijo único de Winfield Scott y Sarah Susan Lovecraft debió afrontar, desde muy pequeño, graves problemas familiares.
Todo comenzaría a oscurecerse a sus tres años. En 1893, su padre se encontraba alojado en un hotel de Chicago en medio de un viaje laboral y sufrió un brote psicótico. Tras la denuncia de los empleados de la residencia fue trasladado de urgencia al centro psiquiátrico Butler Hospital en Providence, donde fue internado. Según los registros médicos que se rescataron para su biografía personal, Lovecraft: A Biography, Winfield Scott estuvo “haciendo y diciendo cosas extrañas durante casi un año”.
Luego del episodio que Howard Phillips atestiguó con sus propios ojos, el niño se vio obligado a vivir junto a su madre, a sus tías y a sus abuelos maternos Whipple y Robie. Cinco años más tarde, en 1898, su padre murió a causa de una paresia general, también conocida como demencia paralítica. Según el informe médico y el certificado de defunción, es un síntoma común de la esclerosis múltiple y una fase terminal de neurosífilis.
Pero los malos pesares del joven Lovecraft no terminarían allí. Según reconoció el propio Howard años más tarde, su madre jamás volvió a ser la misma tras el fallecimiento de Winfield Scott. A partir de ese momento, el vínculo se fue desvaneciendo y Sarah le negó toda muestra de afecto a su hijo.
No obstante, los especialistas que estudiaron la vida y obra de Lovecraft aseguraron que su madre lo sobreprotegió de manera excesiva, como si fuera la única pertenencia que le quedara en su vida. Incluso, algunos se atrevieron a describir los cuidados como “demenciales”. Con apenas 10 años, el niño había sido testigo de la trágica muerte de su padre y, bajo la crianza sobreprotectora de su madre que lo aislaba del mundo exterior, nunca logró desarrollar la habilidad de relacionarse con otras personas. Para muchos críticos, este fue un aspecto central que lo marcó para transitar una vida en soledad.
En medio de un hogar hostil y siendo el único menor de edad de la casa sin contacto con otros chicos, Howard forjó un vínculo muy estrecho con su abuelo materno Whipple, quien lo introdujo en el fascinante mundo de la literatura. Lovecraft manifestó que, por medio de él, conoció grandes relatos como la Odisea de Homero o Las Mil y una Noches, que lo atraparon para el resto de su vida.
De hecho, sus biógrafos enfatizaron que el pequeño Lovecraft fue un superdotado. A los dos años ya leía poesía junto a Whipple y, a los seis, comenzó con su verdadera pasión: la escritura.
En un principio, el niño ermitaño comenzó a escribir poesía y, ya a los 13 años, creó un grupo de relatos al que llamó la “Agencia de Detectives de Providence”, donde se dedicó a crear cuentos policiales. El primer escrito que se halló de Lovecraft fue La bestia en la cueva, que publicó cuando tenía 15 años.
Sin embargo, en 1904, atravesaría otro suceso que volvería a llevar oscuridad a su vida: la muerte de su abuelo. El nuevo golpe hizo que un pequeño Lovecraft coquetee con la idea del suicidio, según reconoció él mismo. No obstante, su pasión por la escritura hizo que volcara sus pensamientos negativos al papel y siguió viviendo en el encierro de su hogar, sin relacionarse con otras personas más que con su familia.
De esta manera, la tinta y el papel se convirtieron en los aliados de su vida. Con el paso del tiempo, fue ganando fama en el mundo del arte de Providence hasta que en 1914, cansado de las historias de amor y el romanticismo que llenaban las páginas de las revistas de la época, decidió escribir una crítica muy fuerte a Fred Jackson, uno de los escritores más reconocidos de la publicación semanal Argosy.
Su fuerte crítica llegó a los ojos del presidente de la United Amateur Press Association, Edward F. Daas que, encantando por lo que había leído, decidió citarlo y sumarlo a su equipo. De esta manera, Lovecraft se sumergió en el mundo del periodismo amateur durante sus siguientes años. En 1916, más allá de su labor en los medios, logró publicar su cuento, El Alquimista. Así, su prestigio dio un nuevo salto que coronó en 1917 cuando lanzó dos historias de terror: Dagon y la Tumba.
Apasionado por la mitología clásica que conoció a través de su abuelo, hizo del género de horror cósmico su fuerte y comenzó a destacarse en la comunidad de escritores.
Sus mundos paralelos
Con el pequeño éxito que estaba sembrando con sus primeros relatos publicados en revistas, Lovecraft se volvió más extrovertido y, para 1919, comenzó a asistir a distintos congresos y reuniones de escritores. Su nombre empezó a circular en el ambiente de la literatura y tuvo un nuevo éxito al publicar Los Mitos de Cthulhu.
Así, en 1921, Lovecraft comenzaría una nueva etapa en su vida luego de otro traspié. En aquel año, tras el fallecimiento de su madre por complicaciones de una cirugía de vesícula, se dirigió a un congreso de Boston, donde conoció a una hija de inmigrantes judíos de Ucrania, Sonia Greene, de quien se enamoró rápidamente.
No obstante, al igual que el resto de su vida, la relación tuvo serias complicaciones ya que sus tías, las únicas familiares con vida, rechazaban su romance con Sonia. En medio de la disputa interna, en 1924 se mudaron a Brooklyn, donde comenzaron a atravesar graves problemas económicos. Sonia, que en un principio mantuvo económicamente a la pareja con una tienda de sombreros, perdió su emprendimiento y se marchó a Cleveland en busca de un mejor futuro.
Por su parte, Lovecraft decidió quedarse en la ciudad de las oportunidades, persiguiendo su sueño de triunfar como escritor. Sin embargo, el efímero éxito que había experimentado alrededor de la década del 20 se fue dilucidando. A pesar de haber integrado el destacado Club Kalem integrado por varios referentes de la escritura, Lovecraft presentó varias historias que fueron aprobadas y publicadas por su editor, Edwin Baird, pero ninguna le dio el rédito que necesitaba para sobrevivir.
Y como no podía ser de otra manera en una vida trazada por las tragedias, durante 1925 fue asaltado en su departamento de Nueva York y solo le quedó la ropa que llevaba puesta. Con este nuevo golpe, cambió su rumbo y regresó a Providence, donde volvió a vivir con sus tías. A todo esto, por común acuerdo entre Lovecraft y Sonia, el matrimonio se divorció en buenos términos y, lo poco que le quedada de su vida social por fuera de su familia, se esfumó con la separación.
En su regreso, continuó escribiendo relatos que le generaron pocos ingresos económicos y ningún prestigio profesional. Al mismo tiempo, en pleno auge del fascismo e impulsado por su falta de trabajo y por la Gran Depresión, Howard se enamoró de la ideología que impulsaba Benito Mussolini.
Así, tradujo su odio racial en varios de sus relatos, como también su penosa experiencia en Nueva York. En uno sus lanzamientos de aquellos años llamado Él, el narrador manifiesta al cierre: ”Mi llegada a Nueva York había sido un error; porque mientras buscaba asombro conmovedor e inspiración, había encontrado en cambio solo una sensación de horror y opresión que amenazaba con dominarme, paralizarme y aniquilarme“.
En el transcurso de 1936 realizó un nuevo intento en su carrera literaria y publicó La sombra sobre Innsmouth. La publicación fue un desastre. La imprenta lo lanzó plagado de errores y solo se imprimieron y encuadernaron 200 copias. Este último traspié aumentó aún más su sensibilidad ante la crítica y Lovecraft anticipó un retiro anunciado.
A finales de aquel año y principios de 1937 su salud empezó a deteriorarse. Según el parte médico que recopilaron sus historiadores, Lovecraft sufrió una aflicción llamada “grippe” que empeoró debido a su desconfianza ante los médicos. En los últimos momentos de su vida, fue asistido por especialistas de salud que le diagnosticaron un cáncer terminal en el intestino delgado. Al poco tiempo, un 15 de marzo de 1937 murió hospitalizado a causa de la enfermedad.
Con el paso del tiempo, a principios de la década de 1970, comenzó una nueva corriente que se conoció como los “estudios de Lovecraft”. Encabezados por el autor de su mencionada biografía, Lyon Sprague de Camp, y el escritor, Sunand Tryambak Joshi, la nueva generación de fanáticos se encargó de recopilar sus relatos y lograron impulsarlo como uno de los padres del género de terror.
De esta manera, la fama póstuma de Howard Philip llevó su nombre a las primeras planas y lo impulsó como uno de los escritores más célebres, equiparado con Edgard Allan Poe y Agatha Christie. Incluso, Stephen King manifestó en reiteradas oportunidades que Lovecraft fue “el mayor practicante del siglo XX del cuento de terror y uno de sus referentes”.
Con este impulso tras su fallecimiento, muchos de sus relatos llegaron a ser best sellers aclamados por la crítica.
Con una vida marcada por la tragedia familiar y el aislamiento social, no puede analizarse la obra de H. P. Lovecraft, independientemente de sus pesares. Debido a su trágica experiencia de vida, Lovecraft se fue refugiando en el fondo de sus creaciones fantásticas literarias y se entregó por completo a sus mundos paralelos.
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