La tierra que inspiró a Van Gogh
Tras los pasos del artista en Auvers-sur-Oise, la localidad 35 kilómetros al noroeste de Paris donde pintó sus mejores cuadros y pasó los últimos días. Fue su escenario final y también la fuente de inspiración de sus pinturas más intensas. Allí pintaron Daubigny, el aduanero Rousseau y vivó un tiempo Cèzanne
El 20 de mayo de 1890 el tren se detuvo en la estación de Auvers-sur-Oise. Del primer vagón baja un hombre todavía joven, con barba, que cubre con un sombrero de paja el lado derecho de su cabeza. En la mano lleva un papel con la dirección de un médico.
Vincent Van Gogh no imagina que el pequeño pueblo, a sólo 35 kilómetros de París, será el último escenario y la fuente de inspiración de sus pinturas más intensas. Allí pintaron Daubigny, el aduanero Rousseau y vivió un tiempo Cézanne. Theo, el hermano amado de Vincent, ha pensado que Auvers será un lugar sereno para el artista convaleciente. Atrás queda el infierno del hospital de Saint Rémy, la profunda depresión, las alucinaciones e intentos de suicidio que siguieron al dramático episodio con Gauguin, en Arlés.
Esa brutal pelea con el amigo del alma tuvo consecuencias nefastas. Dejó marcas en el alma y en el cuerpo. Van Gogh se cortó su oreja derecha, luego la envolvió en una servilleta y se la llevó a una muchacha del pueblo. Para Theo, ése fue el comienzo del fin.
La llegada de Gauguin le había cambiado la vida a Vincent. "Me atrevo por fin a respirar; ahora puede venir el invierno ya no tendré que luchar con la soledad." Gauguin es un hombre de carácter, lo respeta aunque sus gustos pictóricos sean opuestos. Vincent admira a Daumier, a Daubigny, a Ziem y a Rousseau. Gauguin tiene su Olimpo presidido por Degas, Ingres y Rafael.
Un petitorio firmado por ochenta vecinos determina que Vincent sea internado en una celda con rejas en el hospital psiquiátrico de Arlés. De allí pasa a Saint Rémy, las pinturas de esa época incorporan una rara vibración. Hay algo, un estilo, que comienza a definirse. Los colores son más intensos y el amarillo se vuelve luminoso. Pinta su Autorretrato en azul, que será parte del equipaje cuando meses más tarde se mude a Auvers...
Pissarro, amigo de los hermanos Van Gogh, ha recomendado al doctor Gachet. Vincent está de acuerdo: "Si hay que salir de aquí (Saint Remy) me parece preferible ir a ver a ese médico de campo cuanto antes. Estoy seguro de probarle que todavía sé trabajar lógicamente, y sé que me tratará bien porque también él ama la pintura".
Paul Ferdinand Gachet vive en Auvers desde 1872. Gran admirador de los impresionistas, es un hombre de ideas, de espíritu enciclopédico, que ama lo nuevo. Se entiende inmediatamente con Van Gogh. Por razones económicas, Vincent ha elegido alojarse en la pensión del père Ravoux. Es un modesto almacén de vinos con restaurante y en la planta alta se alquilan cuartos amoblados por 3,50 francos diarios, con almuerzo incluido.
Robusto, buen cocinero, Ravoux vive en la posada con su mujer, Louise, y sus dos hijas, la pequeña Germaine, de 3 años, y Adeline, una adolescente de pelo rubio que será más de una vez modelo al pintor. El cuarto de Vincent está en el segundo piso. Tiene buena luz y pocos metros. Pero no importa el tamaño. Van Gogh sale temprano por la mañana con su atril y sus óleos; regresa para el almuerzo y vuelve al campo a pintar hasta que cae el sol. Por la noche, le escribe cartas a Theo.
Tiene 37 años y desde los 6 pinta obsesionado por la deslumbrante belleza de la pintura clara de los impresionistas, con quienes ha coincidido en sus días de París, y por las estampas japones de Hiroshige y de Hokusai, cuya simpleza considera un camino de perfección. La luz del mediodía francés lo ha cambiado, pero es demasiada intensa para su naturaleza. En el Norte, en Auvers-sur-Oise se siente más a gusto. Se parece, por los techos de la casas, a su Holanda natal y el clima es similar al de Brabante, en el sur de Holanda, donde pasó los primeros años de su vida.
El paisaje de Auvers, los campos sembrados, las casas, el pueblo, todo es motivo de inspiración. Su producción se vuelve febril. "Mi querido hermano, sigo escribiéndote en los intervalos de mi trabajo . Trabajo más que nunca con un furor sordo, creo que pintar me ayudará a curarme, porque una nueva crisis podría destruir mi capacidad de pintar." En setenta días pinta setenta y tres cuadros, como si presintiera que la vida que tenía por delante sería demasiado corta. Y lo fue.
Los Ravoux no saben que en sus salidas cotidianas, Vincent visita al doctor Gachet, hasta que el médico, sorpresivamente, se presenta un día en la posada para ver las pinturas de su amigo y paciente. Entre ellas, el retrato con gorra blanca y gabán azul, en el que posa apoyado sobre sus libros preferidos; la mirada cansada y una hierba medicinal, el digitalis, en la mano.
Hay dos versiones del retrato que se convertiría un siglo más tarde en un icono del arte universal. La primera forma parte de las colecciones del Museo d´Orsay, en París, y la otra -que estuvo durante años en calidad de préstamo en el Museo Metropolitano de Nueva York- se convirtió, en mayo de 1990, en el cuadro más caro del mundo cuando el japonés Rioei Saito pagó por él 82,3 millones de dólares.
Un siglo atrás, pocos días antes de morir, Vincent le escribía a Theo: "Lo que más me apasiona es el retrato. El retrato moderno. Lo busco a través del color, y no soy el único en buscarlo por este medio. Quisiera hacer retratos que a la gente un siglo más tarde le parezcan apariciones. Por eso no busco hacer de ellos la semejanza fotográfica, sino a través de nuestras expresiones apasionadas, empleando como medio de expresión y de exaltación del carácter nuestra ciencia y gusto moderno del color."
Van Gogh pinta con disciplina. Primero pintó el pueblo, desde el centro hacia la periferia, como animándose a descubrir nuevos paisajes; libre de sentirse sin ataduras, en pleno campo, y sin otro horizonte que la tela misma. Theo le envía dinero para sus necesidades y los óleos que prepara el père Tanguy, proveedor de sus amigos artistas. En esos días, la enfermedad parece algo del pasado. No tiene ataques depresivos serios, sin embargo, el tono de sus cartas deja traducir una cierta desesperanza. Especialmente, después de la visita a París, el 6 de julio, cuando se entera de que Theo, su mujer, Jo y el pequeño sobrino Vincent no pasarán las vaciones con él. Irán a Holanda.
Para esa sensibilidad exacerbada cualquier gesto es un desaire afectivo mayúsculo. "A menudo pienso en el pequeño, creo que ciertamente es mejor educar hijos que poner toda la fuerza nerviosa en hacer cuadros, pero qué quieren, yo soy ahora demasiado viejo para volver sobre mis pasos o para tener ganas de hacer otra cosa, estas ganas se me han pasado, aunque el dolor moral me quede."
El 27 de julio sale a caminar por el campo. Lleva en el bolsillo un pistolón que le ha prestado monsieur Ravoux para espantar cuervos. Detrás del parque del Château Léry se dispara una bala en el pecho. A pesar del dolor, regresa a la posada y se acuesta en su pequeña buhardilla. Ravoux lo escucha quejarse y sube a verlo. Inmediatamente llega el doctor Gachet y llaman a Theo. Demasiado tarde, imposible moverlo. Gachet le da permiso para fumar una pipa y lo deja conversar con Theo. Hablan en holandés toda la tarde. Tras una lenta agonía de casi dos días, Vincent Van Gogh muere el 29 de julio, a la 1.30 de la madrugada.
"En la vida de un pintor, quizá la muerte no sea lo más difícil que le toca. Los pintores hablan a la generación siguiente, o a varias generaciones siguientes. Uno de estos días creo que voy a encontrar la manera de hacer una exposición mía en un café."
Luego de cien años, Auvers ya no es la misma, pero es fácil seguir los pasos de Van Gogh. Una asociación de amigos se ocupa de mantener la Maison Ravoux, hoy Casa Van Gogh, restaurada con la supervisión de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos. Desde 1993, recibe a miles de visitantes que intentan descifrar en ese ámbito íntimo las claves jamás develadas de la vida trágica del holandés. Se conserva casi intacta la pequena buhardilla y el restaurante de la planta baja está abierto al público. En el Château d´Auvers, a pocos metros del lugar donde el artista se disparó un tiro en el pecho, se proyectan audiovisuales sobre la vida y la obra de sus contemporáneos. En el restaurante de Ravoux la mesa está servida. Eso sí, hay lugar nada más que para 40 comensales.
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