La solidaridad, en su punto más exitoso
En el fascinante libro The tipping point (o La clave del éxito, en español), el escritor y sociólogo canadiense Malcolm Gladwell afirma que en todo proyecto o idea existe un punto de inflexión a partir del cual los efectos de ese proyecto o idea se propagan masivamente, generando un verdadero cambio social.
Gladwell compara estos procesos de la vida cotidiana con el desarrollo de las epidemias. Es decir, que se pregunta cómo determinados pensamientos y costumbres se difunden como un virus en las sociedades. Ese momento crucial, casi mágico, en que una idea o conducta se esparcen como un incendio forestal, es el tipping point. Si miramos alrededor vamos a encontrar cientos de fenómenos que en algún momento y lugar específicos tuvieron el suyo. ¿Qué transformó a cinco adolescentes británicos en One Direction? ¿Cuándo nos volvimos tan fanáticos del maracuyá? ¿Por qué el iPod y no el MP3?
En esta línea, cabe preguntarse si ha llegado el tipping point de la beneficencia. Si la misma tiene que ponerse de moda para transformarse en un deber del hombre común, entonces, intentémoslo. ¿Pero cómo?
Según Gladwell, la ley de unos pocos explica que sólo un selecto grupo de personas es responsable de la transmisión de la epidemia social, y los divide en tres: los conectores (personas con una increíble red de contactos, como empresarios y políticos), los mavens (expertos de una materia puntual que, en general, guían a los conectores en sus pensamientos, como historiadores o científicos) y los vendedores (especialistas de la persuasión, que transforman las ideas en mensajes sencillos, y que reciben un sueldo por ese servicio, como los periodistas).
Todos estaban anteanoche en la 32» gala solidaria de Conciencia, en La Rural. Probablemente se trate de una de las galas que más personalidades convoca, siendo una de las razones que el consultor político Fabián Perechodnik es asesor de la comisión directiva. He aquí el maven del que Gladwell habla. Era impresionante la cantidad de gente que se acercaba a saludarlo. Desde Sergio Massa, Mauricio Macri o Daniel Scioli (¡los conectores!) hasta empresarios que seguramente lo sigan desde el anonimato en sus estudios de Poliarquía. Y, por supuesto, no faltaban los vendedores: periodistas del universo gráfico o televisivo o megaestrellas como Mirtha Legrand. Todos fueron instados a una tarea específica: contagiar la conciencia de que la educación en niños y jóvenes necesita ayuda de todos.
Nunca falta el crítico que repudia el formato de estas fastuosas galas. Puede producir algún resquemor ese costado frívolo que las hace verse como un simposio de compromisos sociales. Pero en su defensa puede argumentarse que la recaudación de una noche semejante es una cifra de seis números, y efectivamente mueve la aguja de la economía anual de cualquier fundación u ONG.
¿Acaso el fin justifica los medios? Si un evento de estas características nos acerca al tipping point de la solidaridad, seguramente la respuesta sea afirmativa. Como Gladwell lo explica: "Las epidemias son sensibles a las condiciones y circunstancias de los tiempos y lugares en que se encuentran".
Entonces no hay excusas, hoy el contexto sin duda nos obliga a colaborar de alguna manera. Tomar conciencia es el primer paso hacia la clave del éxito.