Con la tragedia de los Andes se dio comienzo a una amistad entre una familia uruguaya y otra argentina.
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El 13 de octubre de 1972 a Nando Parrado le cambió la vida, en aquel terrible accidente fallecieron su madre y su hermana. Nando decidió que entonces no podía quedarse de brazos cruzados esperando un rescate o la muerte, tenía que salir al encuentro de su padre, Seler Parrado, para llevarle la buena noticia: su hijo estaba vivo.
Fue ese amor intrínseco entre padre e hijo el motor que le dio fuerza para mantenerse con vida durante 72 días.
Quienes han visto la película éxito de Netflix, “La Sociedad de la Nieve”, estarán familiarizados con su liderazgo y fuerza arrolladora.
Al año siguiente Nando y su padre Seler decidieron volver al lugar del accidente para rendir homenaje a las mujeres de la familia y llevar, entre otras cosas, una cajita con pertenencias y la muñeca de la infancia de la hermana de Nando. ¿Pero cómo volver al lugar del accidente? ¿Qué camino tomar? Había que encontrar un punto de salida en San Rafael, Mendoza, la ciudad más próxima al sitio de destino, y alguien que los ayudara. Así fue, como por medio de una secuencia de relaciones personales, la familia Parrado se puso en contacto con la familia argentina Franchetti y se dio comienzo a esta nueva historia.
Una amistad forjada por dos familias
Seler Parrado se puso en contacto con el mendocino Juan Carlos Franchetti, un hombre aventurero, montañista, padre de cinco hijos que disfrutaba de hacer excursiones por la zona y no dudó en brindar su ayuda. La amistad entre ambas familias nació de inmediato y el lazo que los unió surgió de forma natural.
En el año 1973 Nando volvió por primera vez al lugar del accidente. Cada año la travesía se repetía, y la casa de los Franchetti era la sede de operaciones durante casi dos meses. Los hijos de Juan Carlos crecieron con la historia y entre ambas familias bautizaron cariñosamente a Seler como el Viejo Seler. “Me crié con esta historia y después cuando uno va creciendo va tomando dimensión y te impacta de otra forma”, asegura Aldo, uno de los hijos de la familia Franchetti y protagonista de esta nota.
Nando subió 13 veces al lugar del accidente, por su parte Seler lo hizo 18. Hoy día hay una huella marcada porque se ha convertido en un lugar de peregrinación, pero esos primeros años no había ninguna marca, eran tres días de aventura en altura, cruzando ríos, caminando por precipicios. Siempre lo hacían a caballo, pero en una de las excursiones decidieron ir caminando, encontrándose con dificultades como el caudal de un río que los obligó a desviarse por siete horas, señales con espejitos entre ellos y varias aventuras más que la motivación mayor, que era el rendir homenaje a los seres queridos, lo hicieron posible.
El 16 de mayo de 2008 Seler Parrado falleció, sus cenizas descansan en el lugar del accidente junto a su hija y esposa. Este año Aldo subirá hasta allí para rendir homenaje con una botella de vino en su honor.
“Muchachos, soy parte del equipo”
Aldo Franchetti (39) y Nicolás Fernández Deotto (37) son amigos que comparten el espíritu emprendedor. Hacía rato que les rondaba por la cabeza hacer algún proyecto vitivinícola pero no encontraban la historia ni el detalle.
En el año 2019 Nando viajó a Mendoza para dar una conferencia motivacional y de liderazgo, Aldo y Nicolás aprovecharon la ocasión para encontrarse con él en un cóctel que se realizó luego del evento. En esa oportunidad Nando les preguntó por el proyecto de vinos, “fue una cosa muy loca porque los dos pensamos lo mismo, lo vimos a Nando y se nos vino algo así como que apareció de arriba de por qué no apuntar a que el proyecto sea en honor a toda la historia que existe entre los Franchetti y los Parrado, a Seler le gustaba mucho el Malbec de Mendoza, entonces también se conectaba con eso, y ahí casi sin mirarnos dijimos con Nico hagámoslo con Nando”, recuerda Aldo.
Pero a Nando no le contaron nada, primero quisieron darle forma al emprendimiento y la llegada de la pandemia en el 2020 con su larga cuarentena les dio el momento propicio para empezar. Una vez que se organizaron se lo presentaron, con muchos nervios, a Nando. Es que pensaron mucho como proponérselo porque sabían de todas las cosas que había hecho él a lo largo de su vida y no sabían si iba a querer sumar algo más. Pero la respuesta fue automática: “Muchachos, soy parte del equipo”.
“Como emprendedores volamos demasiado y necesitamos alguien que nos baje a tierra”
Para los chicos comenzar un proyecto vitivinícola fue todo un desafío porque, si bien son amantes del buen vino, en su vida diaria trabajan en otros rubros. “Lo hicimos con mucha concentración y actitud pura, nos metimos a trabajar con un gran desafío de desarrollar todo desde base cero, desde qué uva usar, qué vino hacer, qué nombre poner, cómo diseñar las etiquetas, el portfolio; atrás de todos esos ítems hay muchísimo trabajo y muchas personas involucradas. Todo el emprendimiento ronda en base al homenaje que le hacemos a Seler Parrado”, cuenta Aldo con orgullo.
Admite que como todo sueño empieza con un sueño gigante que luego, con el asesoramiento de las personas indicadas, empieza a bajar a tierra. “Como emprendedores volamos demasiado a veces y necesitas alguien que te acomode y te diga esto es viable, esto no, y así lo fuimos depurando”, admite. Así se fueron involucrando Nicolás y Aldo en el mundo de los vinos, de la elección de las uvas correctas, se pusieron en contacto con Matías Michelini, el reconocido enólogo argentino, “tiene una personalidad y una forma de ser muy distinta, elabora en plena cordillera de los Andes, así que cumplía con muchos requisitos y coincidía con el espíritu del proyecto”, describe Aldo.
Los vinos se comercializan en Argentina, Uruguay y Brasil y son parte de un plan ambicioso que busca crecer con bodega propia.
Fila 9, Monte Seler y El Viejo Seler: tres etiquetas, una historia en común
Como dijimos los vinos de Nando Parrado Wines buscan contar una historia, y así funcionan cada una de sus etiquetas.
El primero es Fila 9 que es donde iba sentado Nando, la última fila que quedó cuando el avión se partió en dos. “Hay toda una historia detrás de fila 9 que es medio viral, el mensaje es vivir el presente, si respiras significa que estás vivo, viví el ahora, existís, no hay que mirar para atrás, hay que vivir el hoy”, explica Aldo y agrega: “Es un vino de pueblo porque está elaborado con uva Malbec de varios viñedos de la zona. Está fermentado y criado en vasijas de hormigón en huevos de cemento que, al no aportarle madera, lo hace un vino liviano, fresco, joven y moderno”.
“Monte Seler es un vino de indicación geográfica, de la zona de Gualtallary, Tupungato, es un suelo distinto, es un Malbec más complejo, tiene paso por madera, está criado en barrica de roble francés de segundo uso, lo que le aporta un toque de madera muy sutil, le da la complejidad pero no lo invade, entonces también lo hace un vino fresco y liviano pero más complejo con otra capacidad de guarda. Refleja el esfuerzo, la dedicación y la perseverancia”, describe Aldo de la segunda etiqueta del porfolio.
Monte Seler es en honor a la montaña que Nando escaló durante tres días creyendo que al llegar a la cima se iba a encontrar con un valle verde, pero para su decepción se encontró con más cordillera. Los alpinistas profesionales no logran entender cómo fueron capaces de subir semejante montaña sin equipos y en el estado en el que estaban, pero lo lograron y al llegar a la cima Nando decidió que si se iba a morir caminando por allí al menos le dejaría de regalo a su padre la montaña que había escalado. Para eso tomó un papel, un lápiz labial que había encontrado en el avión, escribió “Monte Seler” y lo dejó debajo de una piedra. Al conocerse esta historia en Chile y Argentina no tardaron en incluir en sus mapas la nueva denominación de la montaña.
Y por último, el vino más importante es El Viejo Seler, “exclusivo, único, el gran homenaje del proyecto, es un vino de parcela de un viñedo especial de San Pablo, Tunuyán en el Valle de Uco, es una cofermentación de Malbec y Cabernet Franc con una uva de primerísima calidad” describe Aldo. Es exclusivo porque solo hacen 1300 botellas con una capacidad de guarda de 30 años, especial para abrir en esos momentos únicos de la vida. El Viejo Seler es la forma que encontraron para perpetuar toda la historia y la energía a través de un vino.
Nando disfruta del vino con sus familiares y amigos, siente una energía distinta en este proyecto con respecto a otras cosas que ha hecho. “Obviamente somos empresarios y necesitamos que un negocio sea rentable para que sea sostenible en el tiempo, pero nuestro principal objetivo no es lo económico sino el disfrute, es un proyecto que nos genera mucho esfuerzo pero mucha felicidad. La gente entiende que es algo distinto donde estamos contando tres historias y lo hace diferente a un proyecto vitivinícola tradicional y eso también nos entusiasma, un proyecto donde contamos historias lindas, buenas y que ayudan a la vida”, concluye Aldo con orgullo y emoción.
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