Se pusieron de novios el 25 de noviembre de 1966, antes de que Carlos Bianchi debutase en la primera de Vélez Sarsfield
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Bajo el título “los 150 de Marga y Carlos”, la pareja organizó un evento inolvidable en el salón Rüt Haus, ubicado en Avenida Cantilo al 1400, cerca de Aeroparque, en Buenos Aires. La celebración, que comenzó a las 20 horas del sábado pasado, reunió a amigos, familiares y figuras destacadas del deporte y el espectáculo.
Es una tradición de la pareja, que no es la primera vez que festeja los cumpleaños como una sola entidad -a pesar de cumplir en distintas fechas-. Esta vez, los 75 años de Carlos y los 75 de Margarita se unieron en una fiesta espectacular donde se recordó no solo su edad, sino una vida compartida que, marcada por un amor de novela, sigue siendo inspiración para los suyos y para todos los que los conocen.
“Allí comenzó todo”
Carlos Bianchi tenía 17 años y una rutina marcada por el fútbol. Era un chico de barrio. Trabajaba de canillita desde temprano, y cuando terminaba de repartir los diarios, almorzaba rápido y partía hacia el entrenamiento con la tercera de Vélez.
“A La flaca la conocí cuando tenía 17 años. En esa época yo jugaba en la tercera de Vélez y solo vivía para el fútbol. Me levantaba a las 6 de la mañana, iba a vender diarios, almorzaba y me iba a entrenar. A Marga la conocí un día cuando fui a buscar a su hermano, que era mi amigo. Se asomó su mamá por la ventana y gritó: ‘Nena, hay un muchacho que te busca... Y es un churro...’. Bueno, el churro era yo. Nunca antes había estado con una chica: La Flaca fue la primera y la única mujer de mi vida. Es un fierro. Imaginate que en estos años se bancó 18 mudanzas de casa”, contó El Virrey a la revista Viva en 1996.
Fue, prácticamente, amor a primera vez. Hubo “coup de foudre”, como dicen en Francia. “Fui a buscar a su hermano a su casa y apareció Margarita. Le dije a un vecino: ‘Está buena esta piba’. Allí comenzó todo”, resume Carlos.
El cortejo no fue fácil. Margarita quería bailar, pero Carlitos -que ya era letal en el área rival- se mostraba torpe en la pista. “Salíamos a caminar como amigos y yo no sabía qué hacer. El 25 de noviembre de 1966 La Flaca me preguntó si la invitaba al cine. Por supuesto, dije que sí. Quería ir a ver tres películas de Palito Ortega que daban en el cine América de Villa Ballester... Todos en el fútbol lo saben, cuando uno quiere llegar a algo debe sacrificarse. Aquella vez me tuve que bancar tres de Palito...”, contó.
El recuerdo de Margarita: “El día que se me declaró, en el ‘66, fuimos al cine a ver a Palito Ortega. Apostamos que si conseguíamos entradas, las pagaba él. Y si no, yo le convidaba chocolates. Y ganó él”.
En el cine América de Villa Ballester, en las butacas de madera (”en la tercer película”, diría Carlos), se besaron por primera vez.
Aquel 25 de noviembre de 1966, hace exactamente 58 años, se pusieron de novios. Y no se separaron nunca más. Margarita lo vio debutar en la primera de Vélez Sarsfield, el 23 de junio de 1967, contra Boca Juniors. Se casaron el 5 de enero de 1972. La vida les tenía preparado un recorrido por el mundo que los obligó a mudar su hogar más de 18 veces... pero ni siquiera esa vida en cambio constante rompió el equilibrio de la pareja. Bianchi lo reconició, en más de una ocasión, con gratitud: “Se bancó todo. Es un fierro”.
Margarita no solo soportó los vaivenes de la carrera futbolística de Carlos, también fue quien moldeó el hogar, incluso en países donde el idioma y las costumbres eran distintas a las de la Argentina.
Le preguntaron a Carlos, en 1994:
-¿Qué significa tu esposa para vos?
-Tengo la costumbre de repetir que, afortunadamente, encontré a Margarita. La verdad, la he hecho llevar una vida muy irregular y si uno no cuenta con la ayuda de su esposa se hace muy difícil salir adelante.
-¿Es fundamental para cualquier jugador?
-Para cualquier jugador y para cualquier técnico. Es necesario tener el equilibrio que dispone la mujer en la convivencia.
En 1973, Carlos y Margarita se mudaron a Francia. El Stade Reims fue el primer destino internacional para el rompe redes de Vélez Sarsfield. Llegaron con un bebé de nueve meses, Mauro Bianchi. Allá crecieron de golpe como pareja y familia. “Europa me abrió el cerebro en lo cultural, en la educación, en el respeto por el otro”, comentó, una vez, el Virrey. Más tarde recalaron en el Paris Saint Germain.
Margarita no solo fue una compañera en los momentos de éxito; también estuvo cuando las cosas se complicaron. Durante los años en Francia, enfrentaron incertidumbres como la posibilidad de que se redujeran los presupuestos del club donde jugaba Carlos, en un momento en el que el fútbol corría riesgo de ser subvencionado y los precios de las entradas, de bajar. Él, preocupado por su futuro y el de su familia, buscaba nuevos horizontes mientras lidiaba con las críticas de la hinchada local, que lo miraba de reojo. Para colmo, en esos tiempos, Bianchi llegó a transitar una breve pero inusual sequía de goles. En esos días de dudas, ella fue su sostén. “Yo soy un profesional y tengo que ir donde mejor me pagan”, decía Carlos.
La presencia de Margarita, aunque discreta, era constante. Estaba siempre lista para alentarlo, discutir decisiones o simplemente ser su refugio emocional después de cada partido. Para Bianchi, cada etapa de su vida estuvo atravesada por ese amor que comenzó casi por casualidad.
El regreso a la Argentina en los años 80 fue otro capítulo. Comenzaba a gestar su carrera como técnico... En esos tiempos de decisiones cruciales, Margarita seguía siendo su principal consejera. “Yo soy lo que soy gracias a mi mujer”, dijo con orgullo.
“El fútbol me dio lo más importante: me dio a mi mujer”
En Japón, durante aquel viaje histórico con Vélez, en 1994, se destacaron no solo la disciplina y el carácter de Bianchi, sino también los valores que Margarita ayudó a forjar en él. Su fidelidad, su ética y su apego a la familia eran virtudes que los jugadores admiraban casi tanto como sus estrategias en el campo.
Una anécdota de aquella vez, cuando Vélez enfrentó al AC Milan por la Copa Intercontinental. En el avión, los jugadores hablaban de mujeres y conquistas pasajeras, y Bianchi les confesó con tranquilidad: “Siempre le fui fiel a Margarita”. No hubo risas ni bromas; sus palabras generaron admiración. Ese gesto sencillo reflejaba una vida basada en valores sólidos, de familia; los mismos que él transmitía dentro y fuera de la cancha.
La vida pública nunca fue algo que lo sedujera. Aunque la fama lo seguía, Bianchi prefería el anonimato de la vida familiar. En sus palabras: “A mí me gusta más hablar con mi familia. Muchas veces le digo a mi mujer que tengo ganas de dejar todo, volver al puesto de diarios, levantarme temprano, trabajar, comer con la patrona y después dormir la siesta”, decía.
Esa sencillez, que compartían en su vida cotidiana, también se reflejaba en cómo celebraban los momentos importantes. En 1999, cuando ambos cumplieron cincuenta años, organizaron juntos una fiesta en una quinta. La invitación era una foto de los dos tomada en sus primeros años de novios, corriendo de la mano por la calle. Una historia más, de las tantas que hay, que reflejan cuánto ama Bianchi a su mujer. Una más, para cerrar: cuando se le preguntó a Bianchi qué le había dado el fútbol (se le preguntó, precisamente: “¿Qué te dio el fútbol? Prohibido decir: todo”), el contestó: “Lo más importante, me dio a mi mujer”.
En 2019, cuando celebraron “los 140″ (70 años de cada uno), grabaron un desopilante video en los que tanto Carlos como Margarita demostraron sus condiciones como cantantes.
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