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Hija de un español, nacido de Cádiz, comerciante adinerado y quizás su principal influencia, Eulalia Ares de Vildoza, llegó al mundo en 1809 en Ipizca, Ancasti, Catamarca. Su madre quedó viuda repentinamente y se vio obligada a hacerse cargo de los negocios familiares, además de sus cuatro hijas. Las necesitaba junto a ella pero, igualmente, se preocupó por su educación, y las envió al colegio.
Pero la desgracia una vez más alcanzó la vida de la joven Eulalia. Su madre murió y ella, imitando a su progenitora, tuvo que hacerse cargo no solo de sus hermanas Justa, Carlota y Carmen, sino de todos los negocios familiares. Tamañas responsabilidades no la eximieron de encontrar el amor. En 1827, conoció a un hombre con quien luego contraería matrimonio: el joven militar y rico hacendado de Ancasti Domingo Vildoza.
De armas tomar
Para entonces y luego del triunfo de Bartolomé Mitre en Pavón, en 1861 ya era gobernador de Catamarca Moisés Omill. Este había despojado de su elección como gobernador a Ramón Rosa Correa, conocido por imponer en Catamarca un gobierno supeditado a Buenos Aires. En ese contexto, los vaivenes políticos generaron un enfrentamiento de tal magnitud que finalmente se desató un conflicto armado. Aunque fueron derrotados, los correístas no se resignaron, llevaron el pleito ante el Gobierno nacional que ordenó la Intervención Federal y designó interventor al general Anselmo Rojo.
No conforme, la conspiración continuó. Y en ese bloque se encontraba el esposo de Eulalia, Domingo Vildoza. Ella también se comprometió con la causa. Buscó activamente ayudar a su amado y fue partícipe clave en los hechos que sucederían a continuación. Eulalia no dudó en trasladarse a Santiago del Estero para conseguir las armas con las cuales buscarían hacer justicia.
Lideró un grupo de veintitrés mujeres afín con sus ideas e ideó su plan maestro: se juntaron en la iglesia, se sacaron sus ropas de mujer, las cambiaron por vestimentas de hombre, tomaron sus fusiles y, decididas a pelear por sus derechos, iniciaron el 18 de agosto de 1862 la llamada “Revolución de las Mujeres”.
Sorpresivamente tomaron el cuartel y luego, sumando apoyo de otros sublevados, se dirigieron y ocuparon por asalto la casa del gobernador. Pistola en mano, fue Eulalia quien corrió detrás de quien se negaba a dimitir a favor del que había sido elegido. Sin embargo, salvado por su custodia, logró escapar hacia el convento de San Francisco.
La Gobernadora
Eulalia se hizo cargo del gobierno y así se convirtió en la primera gobernadora de Catamarca. Mientras, su esposo se aproximaba con las tropas reunidas y, disfrazado de monje, el gobernador Osmill debió huir a Tucumán. La nueva gobernadora no dudó e inmediatamente organizó un plebiscito. Una asamblea popular designó a Pedro Cano como gobernador interino y doce días más tarde se restituyó como titular a Correa, quien tomó la gobernación. Eulalia Arez de Vildoza fue la pieza clave de aquella increíble “Revolución de las mujeres”.
Posteriormente, aunque regresó a la cotidianeidad de la típica mujer de la época no tardó en buscar nuevos caminos. Organizó con sus hermanas la Sociedad de Beneficencia de su provincia, iniciativa que contó con el apoyo del gobernador de la provincia. También en esos años se la encontró reclamando que se le debía una indemnización por los prejuicios sufridos en la “época de Rosas”.
Aquella bella mujer, enérgica en su carácter, matrona, o simplemente Eulalia, fue una mujer que padeció las vicisitudes de la vida. De sus nueve hijos, cuatro murieron pequeños, y luego una hija mayor y su esposo. Ya anciana, enferma y ciega murió en Ipizca, el 16 de junio de 1884.
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