La París del Oeste. La mirada de Buenos Aires de una sufragista estadounidense en 1918
En la primavera de 1918, luego de desembarcar en Valparaíso, cruzar los Andes y pasar por Mendoza, llegó a Buenos Aires la sufragista estadounidense Katherine Sophie Dreier. Tenía cuarenta y un años, era una de las principales activistas sociales de su tiempo y resolvió pasar una temporada en la capital de la República Argentina, a la que había oído nombrar como "la París del Oeste". Para situar la época en contexto agregamos que gobernaba Hipólito Yrigoyen, la Primera Guerra Mundial llegaba a su fin y empezaban a preocupar los casos de la feroz gripe universal.
Luego de cinco meses en la ciudad, Katherine regresó a los Estados Unidos llevando un prolijo cuaderno de anotaciones en el que había volcado todas sus impresiones acerca de Buenos Aires y los porteños.
Cinco meses después
Al año siguiente, publicó un libro que se llamó Five Months in the Argentine: From a Woman’s Point of View 1918 to 1919 (Cinco meses en la Argentina desde el punto de vista de una mujer, 1918 a 1919). Este interesante repaso de la vida en Buenos Aires hace cien años contenía recuerdos frescos por haber sido escrito muy poco tiempo después del viaje.
Hoy nos permite ver de qué manera se mostraba la ciudad y su gente a los ojos de una extranjera que prestaba mucha atención a las conductas sociales. Katherine Dreier fue una eximia artista, amiga de reconocidos intelectuales de su tiempo. En la Argentina tuvo contacto con Alicia Moreau de Justo, Julieta Lanteri, la médica uruguaya Paulina Luisi y otras mujeres notables de su tiempo.
De acuerdo con las costumbres de hace cien años, la visitante arribó en tren y desembocó en la terminal de Retiro, a corta distancia del Hotel Plaza, precisamente ubicado en Plaza San Martín, donde pensaba alojarse. Sin embargo, no pudo hacerlo:
En Nueva York me habían dicho que el Hotel Plaza era el único hotel en Buenos Aires y que me serviría de cuartel general. Pero la información provenía de hombres y ni ellos ni yo sospechábamos que el Plaza no hospedaba a mujeres no acompañadas de sus legítimos o presuntos esposos. Ni siquiera acepta mujeres acompañadas de sus hermanos, a esposas cuyos maridos estén de viaje ni a viudas. Mucho menos a respetables mujeres solteras.
Hoteles para mujeres solas
La alternativa era el Majestic, hotel inaugurado en 1913, en Avenida de Mayo esquina Santiago del Estero. A pesar de que el personal daba muestras de buena voluntad, era evidente que la situación los incomodaba. Katherine Dreier entendió lo que estaba generando y, luego de pasar una noche, optó por buscar un hotel con menos prejuicios.
Descubrí que el Palace se preciaba de ofrecer una estadía segura para toda mujer en Buenos Aires. Antes de que se construyera el Plaza y que la inconstancia de la naturaleza humana se dirigiera a lo más grande y lo más nuevo, el Palace Hotel era el mejor de Buenos Aires y estimo que todavía lo es, ya que tiene una dignidad de la que le carecen lo demás.
Aquí es donde los hombres de las mejores familias argentinas dejan a sus esposas mientras atienden sus negocios en el interior y, por consiguiente, hay un espíritu de refinamiento y cortesía que se echa de menos en otros lugares.
El Palace, que se había terminado de construir en 1905 e inaugurado en 1906, estaba ubicado en 25 de Mayo y Cangallo (hoy Perón). Fue un emprendimiento del empresario naviero Nicolás Mihanovich, quien encargó la obra al arquitecto y marqués italiano Carlos Morra, autor, entre otras, del Escuela Presidente Roca de Tribunales. El restaurante con terraza del Palace era muy requerido para banquetes. También se pusieron de moda los conciertos que ofrecía una banda en vivo. Hasta la inauguración del Plaza de Retiro en 1909 -emprendimiento de Ernesto Tornquist-, el Palace Hotel fue el más importante de la ciudad. Disponía de ascensores y teléfonos. Lo importante para la señorita Dreier era su condición de Single Woman Friendly, para usar una expresión actual.
La activista percibió un clima hostil hacia la mujer que fuera autosuficiente. "En todos mis viajes por Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Suiza, España, Austria, Canadá y mi propio país, solo en Viena sentí ese rechazo", escribió. Pero, a la vez, concluyó que las causas se encontraban en los siete siglos de predominio musulmán en España:
No es fácil ser una mujer sola en la Argentina. La influencia española ha dejado una marca indeleble en Sudamérica. La actitud española a su vez ha sido profundamente afectada por la religión de los moros, de acuerdo a la cual las mujeres al nacer carecen de alma. Por consiguiente, son percibidas como posesión del hombre, tal como los caballos y los perros.
Fortunas de la especulación
Según expresó, "a los sudamericanos, y especialmente a los argentinos, les disgusta que las mujeres estén en la calle, que asistan a reuniones o al teatro, aunque se encuentren aisladas en sus palcos. Les satisface pensar que eso demuestra que son caballeros". Si bien sostuvo que encontró "hombres y mujeres admirables", le resultó insoportable el nivel de protagonismo de la mayoría:
La envidia se nota en el hecho de que todos quieren estar a cargo. En el caso de una asociación, todos quieren presidirla. Se desconoce el espíritu de equipo, así como el hecho de que a veces se contribuya más no siendo la figura central. Éste deseo de liderazgo puede atribuirse en gran medida al espíritu de especulación del que se origina una enorme porción de riqueza argentina.
El hecho de qué tantas fortunas se hayan originado en la especulación, en lugar del trabajo lleva a una falta de sentido moral que combinado con el clima, obstaculiza seriamente el verdadero desarrollo de la Argentina.
También notó que, a pesar de que el Estado había tomado las riendas de la educación, el trabajo infantil era visto con naturalidad por la mayoría de la población. Pero, sobre todo, le llamó la atención que se padeciera hambre: "En un país de catorce millones de habitantes, que según los economistas podría fácilmente alimentar a cien millones, se vive en una pobreza tan abrumadora que las madres no pueden dar de comer a sus hijos".
Otro de los temas que llamó la atención de la sufragista fue que las convocatorias para reuniones políticas se hicieran en los periódicos con apenas veinticuatro horas de anticipación. En cierta oportunidad, consultó a Alicia Moreau por la dirección de una reunión y la doctora le respondió: "Lo verá en los diarios". Comprobó que aún así, este tipo de encuentros siempre tenían alta concurrencia. Y agregó:
Me pareció graciosa la manera en que la policía separaba a los distintos partidos políticos. A nuestros amigos socialistas les estaba prohibido transitar por la Avenida de Mayo, ya que más tarde los radicales celebrarían allí una reunión. Tuvieron que ir por la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen, inmediata paralela a la avenida mencionada).
Mujeres argentinas sin ejercicio
Respecto de la aptitud física de nuestras damas, destacó cierta falta de cuidado:
Las mujeres argentinas hacen poco ejercicio. Algunas montan a caballo, pero esta no es una actividad generalizada. Debido a la influencia de los ingleses, el tenis se ha popularizado, pero estas actividades son más comunes entre las argentinas de ascendencia extranjera.
En realidad, el modelo de calzado de la última temporada invernal hacía que el ejercicio fuera casi prohibitivo. Tan alto es el pequeño taco francés, que soporta el calzado de uso diario, que se camina literalmente sobre la punta de los pies. Y como la mujer argentina tiene un pequeño pie redondo, que rebasa el calzado en el que se lo fuerza, el efecto es antiestético.
Dreier se sentía molesta por tener que responder a señores que le hablaban en la calle, circunstancia a la que no estaba acostumbrada. En su caso, piropos o exceso de amabilidad eran poco bienvenidos. Para colmo, en determinados horarios, la merma de damas era notable.
Ojalá pudiera lograr que el lector que no haya visitado Sudamérica comprenda cuán pocas mujeres caminan por las calles de Buenos Aires, a excepción de cinco a siete de la tarde, cuando van de compras o se pasean por la calle Florida, su Quinta Avenida. Como la calle es tan angosta y está tan congestionada, a esa hora se prohíbe el tránsito vehicular.
En este momento, las jóvenes tienen la oportunidad de reconocer la presencia de sus amigos haciendo un leve gesto. Debe recordarse que ninguna mujer puede dirigirle la palabra a un hombre a menos que estén comprometidos. En la calle sólo pueden saludarlo con una inclinación de la cabeza.
Recorrió sus calles de norte a sur, alternando su curiosidad con sus convicciones. Concurrió a solidarizarse con los empaquetadores en huelga de la Farmacia La Estrella y también paseó en carruaje desde Retiro a los bosques de Palermo, pasando por Recoleta. Se preguntaba si no era exagerado que los locales se refirieran a la avenida del Libertador (que entonces se llamaba Alvear) como la Champs-Élysées de Buenos Aires. Por otra parte, no pudo satisfacer su deseo de conocer el cementerio "de los muertos ricos" porque estuvieron cerrados para el público en general como medida preventiva por la pandemia.
En su tiempo, el libro de la activista pasó desapercibido en los círculos porteños, así como en el resto del país. Su ojo crítico no logró la difusión mínima como para abrir un espacio de polémica. Hace pocos años, gracias al trabajo de María Gabriela Mizraje junto con Cynthia M. Tompkins, Cinco meses en la Argentina tuvo su pulcra traducción y fue publicado por la Editorial Cuarto Propio en Santiago de Chile. Aquí solo hemos observado algunos aspectos curiosos de su visita. Pero el libro tiene mucha más información y es un gran aliado para aquellos que deseen conocer más sobre las costumbres del pasado.
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