La pandemia, una tragedia anunciada
Al momento de escribir esta nota llevo dos meses en cuarentena, sin salir de mi casa. No sé si también te pasa, pero en muchos momentos tengo ataques de incredulidad: jamás imaginé vivir algo así. Parece una mala película de ciencia ficción. ¡Todo esto es tan inesperado! ¿O no?
Tal vez te sorprenda saber que esta pandemia no solo no es inesperada: desconocíamos la fecha y el lugar exactos, pero era una certeza que en algún momento iba a ocurrir. En 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró: "Probablemente llegará el momento en que haya una enfermedad mortal que se propague por el aire. Para enfrentar esa situación debemos crear una infraestrutura, no solo aquí sino globalmente, que nos permita detectarla rápido, aislarla rápido y responder rápido. Así, para cuando un nuevo virus aparezca, en cinco años o una década, habremos hecho la inversión y estaremos preparados para poder detenerlo".
Un año después, en una impactante charla TED, el emprendedor y filántropo Bill Gates se ocupó no solo de avisarnos de nuevo, sino también de mostrar que en los años previos ya habíamos tenido numerosas advertencias. La primera fue el SARS, que apareció también en China en 2002 y era causada por un coronavirus tan similar que su nombre técnico es SARS-CoV-1 y el actual es el SARS-CoV-2. Luego vinieron la gripe A en 2009, el MERS en 2012 y el brote de ébola en África en el 2014. Tampoco escuchamos esos mensajes.
La peligrosidad de una enfermedad depende de varios aspectos como el grado de contagiosidad, la duración del período de incubación y el de contagio, la dificultad de detección y diagnóstico, y la tasa de mortalidad. En los casos anteriores tuvimos suerte: la combinación de estos factores no había sido la "correcta" y esas epidemias pudieron ser evitadas con un número limitado de víctimas y un impacto controlado sobre la vida diaria de las personas y sobre la economía mundial. En vez de despabilarnos y hacernos oír las advertencias, el haber evitado esas potenciales tragedias nos permitió seguir siendo negligentes e ignorando el riesgo. Hasta que llegó este coronavirus y lo inesperado sucedió.
La velocidad con la que la ciencia y la tecnología están desarrollando posibles vacunas, tratamientos y protocolos para evitar la expansión de la enfermedad, es asombrosa. En menos de seis meses hemos hecho avances notables. Pero aún más sorprendente me resulta el grado de improvisación y falta de preparación que mostraron los primeros países afectados, así como también muchas otras naciones del primer mundo, que pese a contar con la experiencia anterior de Italia y España eligieron demorar sus respuestas. Hoy los superan en número de contagiados y de víctimas fatales.
A la vez, esta no es la única calamidad anunciada. El Centro para el Estudio de los Riesgos Existenciales de la Universidad de Cambridge sostiene que las principales amenazas a la vida misma son generadas por la propia humanidad, incluyendo el bioterrorismo y la pérdida de control de ciertas tecnologías. El riesgo más evidente hacia adelante quizás sea el cambio climático y la degradación ambiental. ¿Escucharemos esta vez las advertencias? ¿O repetiremos el error hasta que sea demasiado tarde? El momento de cambiar para evitar el próximo desastre es ahora. Cuando esta enfermedad finalmente quede atrás, ¿realmente querremos volver a la normalidad?
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