La otra Bonavena: Valentina, la nieta de “Ringo” que a los 22 años ya se sube al ring
A meses del estreno de la serie sobre el campeón argentino de boxeo, su familia recuerda su legado, rememora anécdotas y asegura que el dolor por su asesinato sigue presente
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“De tanto repetir, casi me caso con la maestra”, dijo alguna vez el histriónico Oscar Natalio Bonavena, que terminó abandonando los estudios en el sexto grado de la escuela primaria. Nacido un 25 de septiembre de 1942 en Parque Patricios, además de boxeador incursionó en películas como actor, se animó a grabar como cantante, y lanzado como era, supo acuñar frases como la que da comienzo a esta nota y tantas otras, que hacen reír hoy a su nieta Valentina Scarinci Bonavena, quien a sus 22 años sigue los pasos de su abuelo.
Sí, desde hace un par de años, esta morocha se calza los guantes, luce orgullosa el apellido Bonavena y hasta sueña con ser campeona argentina como su “nono”, que se consagró a nivel nacional en la categoría peso pesado un 4 de septiembre de 1965, ganándole por puntos a Gregorio Manuel “Goyo” Peralta en el mítico Luna Park.
Ringo –así lo llamaban porque él mismo contó que en New York lo confundieron con Ringo Starr, baterista, cantante y compositor de Los Beatles- luego recorrió un intenso camino hasta enfrentar nada menos que a Muhammad Alí un 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden de Nueva York, perdiendo por knock out técnico en el recordado último 15º round, no sin antes hacerle besar a Alí la lona del cuadrilátero en el inicio del noveno -justo el asalto en el que Clay dijo en la previa que iba a vencerlo- con un potente gancho de su temida zurda, aunque el árbitro no hizo la cuenta de protección en la caída argumentando que ocurrió por un resbalón.
Valentina, su nieta, mientras hace un alto en el entrenamiento en el gimnasio Demolition Team de Mariano Plotinsky, su entrenador, en el barrio de Flores, rememora aquella pelea: “La vi infinidad de veces y me emociono cada vez que lo hago. Eso me demuestra que llevo el boxeo en la sangre, no lo puedo negar. Él contra Cassius Clay boxeó muy bien, aguantó 15 rounds de muy buena forma y lo tiró en el noveno, más allá de que el referee no hizo el conteo. Me motiva verlo porque era súper aguerrido, aguantaba muy bien los golpes, fue muy combativo, valiente, se plantó, además ser carismático, simpático, fuera de lo común”.
“Chicken, ¿por qué no fuiste a Vietnam?”
Vuelve a sonreír cuando comenta aquel episodio ocurrido durante el pesaje cuando su abuelo llamó “chicken” a Alí –así en inglés porque lo hablaba ya que hizo gran parte de sus peleas en los Estados Unidos, entre ellas dos contra el mismísimo Joe Frazier-, que se tradujo como “gallina” aunque el propio Tito Lectoure, empresario, manager y alma del Luna Park siempre sostuvo que Bonavena quiso decirle con simpleza porteña fue “cag…”.
“Chicken, chicken, ¿por qué no fuiste a Vietnam?”, repetía aquella vez Ringo entre sonrisas, en alusión a lo ocurrido el 28 de abril de 1967 en Houston, Texas, cuando Alí se negó a ser reclutado para ir al conflicto bélico de Vietnam y le quitaron su licencia de boxeador.
“Hacía mucho show, se divertía provocando, era un personaje muy porteño y extremadamente popular. Su recuerdo en la familia siempre está latente. Mi mamá –Adriana Nancy Bonavena- me contó muchas cosas de él, entre otras que era re traviesa cuando lo acompañaba en los viajes. Al principio yo tenía la imagen de cualquier chica con su abuelo, pero cuando fui creciendo tomé conciencia de que era un personaje del pueblo. Me empezó a pasar que los abuelos y los papás de mis amigas me recordaran que se lo cruzaban en la cancha de Huracán y él se les acercaba para darles la foto. Hay gente de mi edad que me habla de él, me sucede mucho en el gimnasio; no hay quien no sepa de sus historias. Eso además de emocionarme me da mucha satisfacción”, sostiene hoy Valentina.
Mientras Adriana, su madre, que la acompaña, le alcanza una toalla, Valentina sigue sorprendiéndose con la popularidad de Ringo: “Fijate que generó que se grabara una serie que acaban de terminar de filmar –Ringo, de Star+, que se emitirá en el primer semestre de 2022-. Y a partir de eso se creó una especie de furor, un montón de gente de mi edad comparte publicaciones en las redes y se sigue manteniendo vivo el recuerdo. Jerónimo Bosia, el actor que lo interpreta, es muy muy parecido. Yo no tuve la suerte de conocerlo, tenía ganas de ir a ver las grabaciones. Lo que pasó es que se me complicaba por mis horarios del trabajo. De mi abuela Dora va a hacer Delfina Chávez, excelente actriz; mi mamá la conoció, comieron juntas, una divina”.
Los ravioles de Doña Dominga
Cuando recuerda a su bisabuela, la famosa Doña Dominga, se le vuelve a dibujar una sonrisa: “Era muy reconocida por sus ravioles de los domingos. Sus almuerzos salieron hasta en la tele de la época, jajaja. Tenía nueve hijos y ella cocinaba para todos”. Al respecto, Ringo supo crear otra de sus míticas frases cuando un reportero le preguntó en Nueva York cuántos hermanos tenía: “Ocho vivos y yo, que soy el único que trabaja”, respondió serio y luego lanzó la carcajada.
Valentina destaca la importancia de su familia en lo que respecta a su vida: “Los domingos son sagrados y los pasamos juntos siempre. O con mi papá (Diego Scarinci) con los asados en Lomas de Zamora. O con mi vieja, ravioles de por medio, con su hermano Natalio y mis tres primos. Con todos tengo muy buena relación, nos queremos mucho. Mi mamá tiene un cofre con fotos y recortes de la trayectoria de mi abuelo, y cuando nos juntamos es inevitable no revisarlos porque es un tesoro”.
A la hora de referirse a cómo surgió su pasión por el boxeo, detalla: “Empecé por presión de mis hermanos, jajaja, casi como un chiste. Emiliano, que practica boxeo desde los 14 años, y Santiago que también es un apasionado del deporte. Estábamos comiendo un asado en la casa de Emi; él tiene una bolsa y me dijo si me animaba a cruzar golpes; me empezaron a enseñar las técnicas, me corregían, me invitaron a venir al gimnasio de Mariano acá en Flores y acepté. La verdad que nunca fui amante de ningún deporte. Pero un día me decidí, hice un click y ahora es mi terapia. Nunca me preocuparon para nada los golpes, pero sí no poder aguantar en lo físico. Hoy me apasiona, me cambió el cuerpo, la mentalidad, la cabeza. No lo hice por una cuestión estética, pero me generó muchos cambios y me sirvió para evolucionar en todo sentido”.
Cuando posa para las fotos en medio del ring, Valentina explica a LA NACION: “Al principio hacía tres rounds seguidos de bolsa y me ahogaba, me contracturaba. Pero te juro que llegaba acá y me olvidaba del estrés, de todo. Salgo nueva cuando vengo y lo disfruto muchísimo. Con el tiempo empecé a guantear tanto con mujeres como con hombres y siempre me sentí muy cuidada. Mi profe es Mariano Plotinsky, que da las clases acá; también aprendo con Franco que está los martes y jueves”. “Al principio era dura, los volví locos, me tenían mucha paciencia, no fue fácil, pero algo aprendí; me gustaría llegar a pelear y aspirar a ser campeona argentina como mi abuelo, solo tengo que convencer a mi mamá”, bromea.
Plantada como experta boxeadora, detalla acerca del entrenamiento: “Ahora practico con el cielo tierra, el puching ball, antes no sabés lo que me costaba. Vengo con mi amiga Sol, se armó un grupo súper lindo. Además trabajo en una empresa de software y estudio Psicología. En pandemia entrenábamos al aire libre en Parque Chacabuco, también por Zoom. Cuando volvimos al gimnasio fue pura emoción”.
La pregunta de si cruza golpes con sus hermanos que vienen de años de preparación surge espontánea y la respuesta despierta risas: “Guanteo con mis hermanos y no sabés cómo me pegan. Santiago sin piedad y Emi tiene más paciencia para enseñarme pero también tira duro. Se pone los guantes y reparte de lo lindo. Yo hago el chiste de que aprendo a los golpes, como en la vida”.
Respecto al boxeo femenino asegura que le encanta seguirlo: “En el horario en el que entrenamos viene una chica que se llama Oriana, es profesional, y me da placer verla boxear, me encanta porque aprendo. A “Locomotora” Oliveras y “La Tigresa” Acuña también las conozco. Hace poco fuimos con mi mamá a Huracán a ver peleas amateurs y profesionales. Me gusta observar detalles, me ilusiono con subirme al ring, ojalá en algún momento llegue. Quiero pelear, me encantaría. Tengo que convencerla a mamá, que como te dije antes, sé que no quiere. Me tendría que preparar muchísimo, pero creo que se puede, no me asusta la idea, al contrario, me motiva”.
El golpe de una trágica muerte
Allá por 1976, Ringo, ilusionado con tener una revancha con Muhammad Alí, había firmado un contrato con Joe Conforte, un peso pesado de Reno, Nevada, en los Estados Unidos, dueño del prostíbulo Mustang Ranch. Pero como sostenía que no le cumplía lo que le prometió, se acercó hasta allí la mañana del 22 de mayo de ese año para ver si podía romper dicho contrato a través de Sally, la mujer de Conforte, de quien se rumoreaba era amante.
Discutió bastante con el guardia de seguridad John Coletti, y entonces Willard Ross Brymer, guardaespaldas de Conforte, pretendió ordenarle que se quedara quieto. Ringo hizo una mueca de fastidio y sonó un tiro disparado desde un fusil que terminó con su vida a los 33 años.
Valentina se pone seria al recordar el trágico episodio: “La noticia de su muerte fue muy shockeante para toda la familia. Era uno de los boxeadores más famosos de la Argentina y la manera en la que encuentra el final es muy controversial, estaba la mafia de por medio. Su muerte despertó mucho interés por lo injusta que fue y la gente le demostró cuánto lo quería, además de mucha bronca y tristeza. Lo despidieron 150 mil personas. Lo velaron en el Luna Park como se merecía y el cortejo hasta el cementerio de Chacarita fue interminable. Mi abuela Dora recibió la noticia estando en la peluquería, un día antes de cumplir años, imaginate el dolor y el vacío que le produjo. El país fue una conmoción. Para mí es un orgullo ser su nieta, por eso también creo que me animé a calzarme los guantes”.
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