Laura Muñoz, testigo clave en la Causa Ciccone, da clases de gimnasia para pagar el alquiler de una humilde casa en Chacras de Coria. A pocas cuadras, su ex marido, el condenado Alejandro Vandenbroele, regentea un hotel que habría comprado con el dinero que cobró como arrepentido.
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Laura Muñoz dice que aprendió a convivir con el miedo. La ex esposa de Alejandro Vandenbroele, la mujer que denunció uno de los casos de corrupción más resonantes de la historia argentina, irónicamente vive a pocas cuadras de uno de los condenados en ese juicio: su propio ex marido, el padre de su hija menor, signado como testaferro del entonces vicepresidente Amado Boudou.
Aunque tiene custodia -porque forma parte del Programa Nacional de Protección a Testigos-, desde su casa campestre en Chacras de Coria, Luján de Cuyo, a 20 kilómetros de la capital mendocina, dice que aún teme por una posible venganza.
“Siento que la venganza está ahí, que me está esperando. La patrulla va y viene. Hace poco dejé de convivir con la custodia. Era algo muy incómodo, sentía que mi vida ya no era mía, tuve que ceder todos mis espacios. Amo la soledad y me encontraba invadida por extraños. Entendí, al fin, la dualidad de sentirme protegida y, al mismo tiempo, el recordatorio permanente de aquel calvario. Ser testigo es aceptar cumplir un protocolo y abandonar las libertades de las que goza cualquier ciudadano”, asegura.
Laura tiene 46 años y vive con sus tres hijos –antes de “Poli” tuvo a Felipe y Luciano, fruto de otro matrimonio- en una vivienda bastante rudimentaria a pocas cuadras de la plaza principal de Chacras, rodeada de naturaleza, perros y caballos. En el fondo de la casa montó un gimnasio donde da clases de TRX, aerobox, step, stretching, meditación y yoga. Está llena de alumnas: el cupo está casi completo todos los días. En el mismo salón donde practica sus rutinas suele haber ropa, frazadas y alimentos que junta para comedores y merenderos de la zona.
-¿El Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados paga el alquiler de esta casa?
-No. Ellos me alquilaron esta casa con la condición de que yo tenía que trabajar en mi vivienda y salir lo menos posible. Yo les dije que no la podía mantener, a lo que ellos me respondieron que se iban a hacer cargo del alquiler. Cuando cambió el gobierno, cambió toda la gente del programa. Salvo los más rasos, cambiaron todos. A partir de ahí, el Programa nunca más pagó el alquiler. Y el nuevo director , que es Santiago Eguren, que es re kirchnerista (Nota de Redacción: es apoderado del Frente de Todos), desconoció ese acuerdo. Por eso estoy con Daniel Sabsay haciendo una acción contra el programa, contra el Estado, porque me prometieron una vivienda y me dejaron vacante (sic). Ni siquiera me dijeron ‘no te lo vamos a pagar’. Nunca más pagaron. Son ocho meses de alquiler vacante. Fueron pagando un poquito, de a puchos, y después no pagaron más.
-¿Y cómo hizo para mantenerse durante el año de encierro, entonces?
-Con el tema de la pandemia, di clases de gimnasia on line, pero los ingresos bajaron un montón. Uno de mis hijos era mozo, se quedó sin laburo. El otro trabajaba en un hotel, también se quedó sin laburo. Al mismo tiempo, vino una nuera a vivir con nosotros. Éramos muchas bocas para alimentar. Me peleé un montón con el Programa y, como mi hija es menor de edad, accedieron a pagarme “sólo durante la pandemia” los servicios esenciales para que no me los corten. Eso es todo lo que recibo del Programa. Yo empecé a pagar el alquiler. Tengo un alquiler muy bajo porque el dueño de la casa es muy bueno. Si no, estaría en la calle otra vez. Estoy en una situación de total vulnerabilidad, con una deuda que me produjo la gente del Programa. Vivo inventando de todo para sostener esta casa, porque no tengo garantes, no tengo ahorros, no tengo familia, no tengo un trabajo en blanco... todo fruto de lo que fue mi epopeya Ciccone, no porque soy una mina que se rasca. Esta es la consecuencia que sufrimos los testigos, también.
A cinco minutos de la casa de Laura Muñoz, su ex marido, el condenado Alejandro Vandenbroele, administra la Posada La Masía, un hotel boutique que, según dicen, compró con dinero que recibió a partir de su figura de arrepentido por la causa Ciccone. “Jamás me lo he cruzado, aunque con nuestra hija se ve todos los días y tiene una buena relación. Con él me comunico por correo electrónico y solo por temas de Poli. Me pasa una mínima cuota alimentaria y con el tiempo logré que pagara el colegio y la obra social. Ojo, siempre le dije a mi hija que su papá la amaba pero cuando fue creciendo también le expliqué que robó, mintió y estuvo preso. Que prefirió ser ladrón antes que un hombre de familia. Ella es una nena que, a partir de lo que le tocó vivir, tiene una gran fortaleza y más herramientas que otros chicos de su edad para enfrentar al mundo. Estoy segura de que sabrá defenderse en la vida”, reflexiona.
El calvario de Laura Muñoz comenzó en 2009, mucho antes de su llegada a los medios de comunicación, cuando descubrió la trama en la que su marido estaba envuelto. Intentó convencerlo de que se alejase de aquella sociedad corrupta y mafiosa, pero solo obtuvo un brutal contragolpe como respuesta. A partir de ahí, tuvo que luchar por la tenencia de sus hijos. Vandenbroele la asfixió económicamente. “Mientras tanto, él se seguía paseando en autos descapotables por lujosos hoteles del Valle de Uco”, asegura.
La desalojaron de su casa. Se instaló en un nuevo hogar y, recién mudada, la desvalijaron. Le robaron todo. La acosaban por la calle, la perseguían autos desconocidos. Las madres de los compañeros de colegio de sus hijos recibían llamados extraños a toda hora para hostigarlas, para que la dejaran sola. Recién cuando intentaron declararla insana hizo su denuncia. Primero fue a la prensa: en febrero de 2012 habló con Nicolás Wiñazki y con Jorge Lanata. Su voz llegó a todo el país, pero conoció un nuevo infierno. Quedó sola. La gente tomaba distancia por temor.
Intentaron sobornarla para que cambiara su testimonio. Acorralada, en 2013 entró al Programa Nacional de Protección a Testigos. Su custodia fue despareja, con momentos de total abandono. El juicio oral comenzó el 3 de octubre de 2017 y, un año después, el 7 de agosto de 2018 se dictó la sentencia. Todos los denunciados por Muñoz fueron condenados. Incluidos su ex marido y el ex vicepresidente de la Nación. Pero su lucha continúa: sigue siendo una testigo clave contra Amado Boudou, ya que todavía falta que se lo juzgue por el caso de Formosa y por el caso Ciccone II, que es la ruta del dinero.
-¿Cómo definirías este momento en tu vida, Laura?
-Mirá, antes era una guerrera solitaria sosteniendo una verdad y dispuesta a asumir las consecuencias. Sin embargo, hoy estoy en un momento bisagra. Soy una persona a la que tantos años de sufrimiento la llevaron a tener fortaleza, sabiduría y autoconocimiento. Una persona que desea terminar pronto con todo esto, dejar un legado y empezar una vida de amor y alegría. Soy la que pasea los perros en la montaña, la que disfruta de su trabajo, la que corre a mirar el amanecer y la que aprendió a enriquecer su alma y cuidar su cuerpo como algo preciado. También soy la que extraña compartir un vino con una pareja, la mujer solitaria que medita, devora libros y a la que le cuesta encontrar amigas.
-¿Sentís que ganaste una batalla?
-Depende cuál. Mi batalla principal, la interna, la gané, porque sin pertenecer al poder llegué viva a un juicio, declaré y lo gané. No hay otro caso igual. Me miro al espejo y solo yo se lo que me costó llegar hasta acá, las cosas horribles que pasé y cómo me sostuve en la más completa soledad. Sin embargo, por la estructura propia de los argentinos, es difícil ganar una batalla. Las mismas personas que vieron lo que me sucedió votaron al mismo gobierno. Entonces vuelvo a sentirme vulnerable, retrocedí y estoy en el principio del camino.
-¿Quién te sostiene en los momentos difíciles?
-Yo misma. Todo este proceso cambió mi personalidad y estoy llena de secuelas que trato de limpiar enriqueciendo mi espíritu. Además, como me traicionaron desde la raíz más profunda, perdí la confianza y ya no quise estar con gente, no encuentro pares fácilmente, prefiero estar sola o con mis animales. Si debo elegir, me inclino por personas con energía en crecimiento y comprometidas con la vida. Tuve una nueva pareja varios años, pero todo se terminó por lo mismo, por la falta de compromiso. Porque quien elija estar a mi lado debe haber transitado un viaje interno. Me siento una persona íntegra, lo doy todo y no concibo el amor como algo pasajero.
-¿Qué es de la vida de Vandenbroele?
-No lo sé ni me interesa, aunque sí puedo decir que, a diferencia de lo que me sucede a mí, sufre una condena social. Si bien me llevó años, recién hoy me siento reivindicada, la gente me conoce y me felicita, lo cual es una locura, como si el hecho de haber contado la verdad fuera algo extraordinario. Todo está trastocado, tampoco puedo entender por qué Vandenbroele fue premiado con dinero y años de libertad por el hecho de haberse arrepentido. Son ladrones mafiosos que hablan por cobardía, porque no quieren ir presos, y encima los enaltecen, los premian. A los testigos, en cambio, nos dan las gracias y nos devuelven una vida detonada. La ley compensa al cobarde y en este país nadie querrá ser testigo. Yo igual seguiré luchando desde mi lugar por la ley de recompensa y por el apoyo hacia aquellos que estén dispuestos a contar la verdad.
-¿Cuál es tu sentimiento a más de 10 años del caso?
-Frustración por el círculo que se repite y las condenas que no se cumplen. Logré ganar un juicio relativamente corto, pero la sociedad no tiene memoria y vota con una visión cortoplacista. Una pena.
-Cuando termine definitivamente la causa vas a abandonar el programa. ¿Cómo proyectás tu vida?
-Alejada de todo esto, ayudando desde otro lugar y vinculada con la naturaleza y con lo humano. Todo lo sucedido fueron mis circunstancias. Me veo paseando tranquilamente al perro, subiendo montañas y viendo a mis tres hijos encaminados.
“Soporte”, la ONG que la tiene como caso testigo
Durante la pandemia, Laura integró un grupo de personalidades que gestó la ONG Soporte. Uno de sus objetivos es impulsar un observatorio del sistema de protección de denunciantes de corrupción. Para implementarlo, proyectan involucrar a los candidatos que surgieron de las PASO.
El grupo analiza modificaciones en la ley para que los testigos dejen de ser víctimas de sus denuncias, sean debidamente protegidos y reciban una recompensa.
“Soporte” plantea, además, el seguimiento de casos, entre ellos las consultorías al gobierno de Formosa que jamás se hicieron y el resonado conexo a Ciccone.
Sus integrantes son Fernando Barbera, empresario mendocino; María Barón, cofundadora y directora regional de Fundación Directorio Legislativo; Fanny Mandelbaum, periodista; Carlos March, director de Inteligencia Colaborativa de la Fundación Avina; Gastón Marra, activista cívico e impulsor de Ficha Limpia; Ezequiel Nino, cofundador de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justica (ACIJ); Alfredo Popritkin, presidente de la Fundación Contadores Forenses; María del Carmen Urquiza, ex funcionaria del Banco Central; Gastón Wright, ex director ejecutivo de Change.org y Hugo Wortman Jofre, presidente de Fundación Poder Ciudadano, además de Muñoz. La asesora internacional es Ana Garrido, testigo denunciante de corrupción en España.
“Viví en carne propia situaciones anómalas dentro del programa que deben ser modificadas: desconocimiento, desvío de fondos, indiferencia. Esto debe cambiar”, advirtió.
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