LA NOVELA DE UN HOMBRE POBRE
Fue el cuarto de seis hijos en una familia extremadamente humilde. Las deudas enviaron a su padre a la cárcel. Su vocación literaria resultó interrumpida por la guerra. Nunca nada fue fácil para don Miguel, excepto el talento. . .
El hombre escribió hace cuatrocientos años: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." Así, con un párrafo que condensa la ironía y el desencanto que contiene el resto del libro, Miguel de Cervantes Saavedra presenta a su hidalgo caballero Don Quijote.
El 24 de abril de 1547 en Alcalá de Henares, España, nació don Miguel, hijo de un hombre de oficio nada prestigioso, don Rodrigo de Cervantes, cirujano y barbero, y de Leonor de Cortinas. Fue el cuarto de seis hijos y sufrió las penurias económicas de la familia, que no eran pocas. Las deudas enviaron a su padre a la cárcel, y alguna vez le fueron confiscados todos sus libros de medicina. Nunca nada fue fácil para don Miguel, que empezó su carrera literaria cuando la familia se trasladó a Madrid, publicando algunos poemas dedicados al nacimiento de la infanta Catalina, la segunda hija de Felipe II, y después, en 1569, algunos versos a pedido de su maestro Juan López de Hoyos, en Historia y relación de las exequias reales, en ocasión de la muerte de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.
Pero este primer impulso literario se interrumpió de un modo tan brusco como inexplicable. En 1569, con 22 años, se fue a Roma para servir como camarero al cardenal Giulio Acquaviva y en 1570 ingresó al servicio militar como voluntario. Ser soldado, por entonces, era casi la única manera de procurarse viajes por el mundo si uno era pobre. Allá estaba el joven Cervantes, esperando por aventuras, cuando a los 24 años, a bordo de una galera de la escuadra de don Juan de Austria, partió a defender la isla de Chipre, tomada por los turcos. La batalla fue la de Lepanto, donde don Miguel -por entonces rotoso soldado del rey- quedó manco para toda la vida de un arcabuzazo en la mano izquierda.
Se recuperó de esta herida en Mesina y pasó demasiado tiempo aburriéndose en los cuarteles de Palermo y Nápoles. Sus planes de correr aventuras hacían agua, de modo que, perdido por perdido, decidió regresar a España. Una linda mañana de 1575 emprendió el viaje de regreso con una carta que pensaba utilizar en la corte para obtener un cargo oficial. La carta, que sería su sentencia durante los próximos cinco años, era una recomendación de don Juan de Austria. De puño y letra, decía: "Aventájese a este solado con tres escudos sobre su paga ordinaria y atiéndasele muy bien, dándome noticias de su curación". En pleno viaje de regreso, la nave fue asaltada por piratas berberiscos y tanto él como su hermano Rodrigo cayeron prisioneros y fueron trasladados a Argel, algo así como la versión siglo XVI de un campo de concentración.
Apenas descubrieron la carta de Cervantes, los moros sospecharon que tenían un pez gordo entre manos, por lo que pidieron un rescate altísimo: hay quienes dicen que fueron 500, hay quienes dicen que fueron 2000 ducados. La cifra, fuera la que fuese, estaba lejos del alcance de la familia Cervantes. El no tuvo más escapatoria que vivir como esclavo durante cinco años -aunque intentó fugarse cinco veces- hasta que monjes de una orden cristiana lograron juntar los fondos para su liberación.
En 1580, a los 33 años, regresó a España. En 1582 estaba establecido en Madrid, integrándose al ambiente literario de la corte. Ese año escribió y publicó La Galatea, sin ninguna repercusión. Tuvo una hija, Isabel, de sus amores con Ana de Villafranca, pero en 1585 se casó con Catalina de Palacios Salazar, con quien, dicen, nunca fue feliz. A poco de casado, Cervantes partió a Sevilla y se reencontró con su esposa sólo a principios del siglo siguiente.
Al llegar a Sevilla aceptó un oficio amargo: ir por los pueblos, con el cargo de comisario, confiscando víveres para que Felipe II pudiera enviar la Armada Invencible a Inglaterra. Enhebró durante diez años una ruta parecida a la de su futuro Quijote, dejando a su paso los insultos furiosos de los pobres y varios encarcelamientos. Uno de ellos se debió a que había depositado el dinero recaudado en la casa de un banquero -Simón Freire-, que quebró. Incapaz de devolver el dinero, Cervantes fue a dar con sus huesos a la cárcel. No era la primera vez. Dicen que allí, entre las piedras húmedas y las rejas, empezó a imaginar El Quijote, que empezó a escribir a comienzos del siglo XVII, cuando se fue de Sevilla a Valladolid.
Un editor de Madrid se interesó por la obra y el 2 de junio de 1605 apareció la primera parte del ingenioso hidalgo. Si hoy la novela es la obra más vendida y traducida después de la Biblia, por aquel entonces el éxito ya era feroz: se reeditó seis veces el mismo año y aparecieron ediciones piratas en Lisboa, Valencia y Zaragoza. Un mes más tarde de que la novela fue publicada por primera vez, Cervantes fue encarcelado porque un tal Gaspar de Ezpeleta fue encontrado herido de muerte en la puerta de su casa de Valladolid. Mientras, el éxito absoluto de El Quijote produjo una segunda parte apócrifa que un tal Alonso Fernández de Avellaneda publicó en 1614. Para no dejar dudas, Cervantes publicó la segunda parte verdadera de El Quijote en 1615 y completó una obra que es una caricatura perfecta de la literatura caballeresca y del mundo.
Sus protagonistas, Don Quijote y Sancho, repasan una anécdota simple: un hidalgo noble, enloquecido por las lecturas, se cree caballero andante y sale en busca de aventuras que resultan disparatadas. El universo donde relucen Sancho, Dulcinea, Rocinante y don Alonso Quijano comenzó sólo como una burla y terminó siendo genial. En el prólogo, Cervantes advierte que se trata de una "invectiva contra los libros de caballería", que estaban en pleno auge. Quijote, según Cervantes, es un "entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos". Este caballero despatarrado se lanza a los caminos con la lanza en ristre imaginando que puede revivir las aventuras de la andante caballería de otros siglos, y termina trasquilado, de regreso en casa y ganándose, al mismo tiempo que la cordura, toda la muerte del mundo. Cervantes deja morir al Quijote en una de las muertes más bonitas y amargas de toda la literatura: "Entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió".
A Cervantes no le gustaría saber que una oficina oficial del gobierno español, promovida por la Asociación Cultural Quijote 2000, fomenta por Internet un recorrido turístico por la Ruta del Quijote. Visite los molinos, conozca la ínsula de Barataria con aire acondicionado.
Quizá, si viviera, Cervantes haría una novela también con eso. Pero don Miguel murió de hidropesía el 23 de abril de 1616, el mismo día y año que William Shakespeare, tres días después de haber firmado la dedicatoria de su última obra, Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Siempre fue un hombre pobre. Lo enterraron en el Convento de Monjas Trinitarias y no le pusieron lápida. Hasta hoy, nadie sabe dónde están los huesos de este hombre.
El juego
A)¿Cuál de las siguientes frases pertenece a Miguel de Cervantes Saavedra?
1) El hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado.
2) La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos.
3) No es bueno ser demasiado libre ni tener todo lo que uno quiere.
B)En El Quijote hay un personaje llamado Aldonza Lorenzo, ¿en qué pueblo o ciudad vive?
1) En El Toboso.
2) En Ciudad Real.
3)En el mismo que el propio Quijote, pero no se sabe cuál es.
C)¿Cuántos años tenía el hidalgo Alonso Quejano o Quijano cuando salió a enfrentar gigantes y desfacer entuertos con el nombre de Quijote?
1) Alrededor de 40
2) Alrededor de 50
3) Alrededor de 60
D)En la segunda parte de El Quijote, el ingenioso hidalgo y el bachiller Sansón Carrasco discuten largamente virtudes y defectos de un libro del propio Cervantes. ¿De cuál?
1) Los Trabajos de Persiles y Segismunda
2) El licenciado Vidriera
3) La primera parte de El Quijote
E)¿Cuál de las citas siguientes acerca de las mujeres pertenece a Cervantes?
1) Todas las mujeres que tienen una belleza sorprendente, sorprenden menos al segundo día.
2) Es natural condición de las mujeres desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece.
3) Las mujeres son como las casas: a la vejez es cuando más se pintan.
4) No hay mujeres feas. Sólo haraganas.