La moneda del deseo
En tiempos de intercambios de ropa usada y de clubes de reparadores
Provistos de botones en tonos verdes, amarillos y celestes, que emulaban fichas de juegos de azar, los devotos de las fibras térmicas, el algodón orgánico y la larga vida de las prendas concebidas para deportes extremos por la firma Patagonia, un sábado por la tarde se desplazaban por el local porteño de la ropa deportiva situado en Retiro y observaban los percheros cuyas colecciones de ropa usada se clasificaban según los tonos de botones de los participantes –y que aludían a la cadena de valor–. Transcurrió así otra edición del Swap Day y el protocolo para el intercambio indicó que los usuarios de la firma podían llevar prendas que ya no usaran para depositarlas en un gabinete símil casita del bosque apodado Worn Wear Room.
El paisaje imperante en el local durante la acción de trueque admitió un rincón de costura donde una diseñadora de indumentaria procedió a ejecutar ajustes y entalles y sutiles remiendos, y disponía entre las costuras a la vista el parche en tonos blanco y ocre que pregona Worn Wear”.
Un ex escalador llevó a reparar la campera celeste con plumas que ahora usa para abrigarse en la ciudad, un empresario se jactaba del hallazgo de pantalones para la montaña. Con un abundante kit de ropas para la ciudad y la montaña en sus manos, una escritora destacó que había arribado diez minutos antes de la largada del intercambio –las 2 pm– y que se había encontrado con 60 participantes esperando frente a la puerta del local.
La afirmación Desconfíen de quienes no sienten amor por las ropas viejas, de Thomas Carlyle, en el libro Sartor Resartus pareció replicarse, en ese contexto lejos de ese tratado sobre filosofía de la vestimenta y más cerca de las estrategias de marketing. Una bitácora de la historia de la firma pionera en las prédicas de sustentabilidad remite a la introducción del poliéster pcr synchilla producido con reciclaje de botellas de gaseosas –año 1993–. Atentos a los postulados de la firma en sus organigramas, cautivó la instalación de los integrantes del Club de Reparadores, quienes ejemplificaron sus prédicas desde un pequeño mostrador donde desplegaron Tan hermoso como imperfecto, una recopilación de objetos reparados en anteriores ediciones: allí la funda del almohadón, el nombre y la edad de la usuaria, el tiempo compartido con el objeto, una breve descripción de la rotura y de la reparación, el esquema se aplicó a un ventilador, un juguete, un libro y la tapa de una cacerola Essen.
“Reunimos objetos reparados con ingenio y amor, intentamos buscar el valor y la belleza en las cicatrices e historias detrás de los objetos reparados”, explicaron las fundadoras del club. La convocatoria para la acción advirtió: “Te esperamos con tus medias amadas, suéteres masticados, pantalones experimentados. Traé una pelota de tenis como herramienta para enmendar”. Los postulados Make do and mend, un slogan creado durante la Segunda Guerra Mundial por el gobierno británico para persuadir a los consumidores para transformar sus guardarropas lo divulgaban mediante una campaña protagonizada por Mr & Mrs Sew, quienes por entonces enseñaron cómo transformar trapos de pisos en un suéter, cómo hacer un abrigo masculino en tailleur femenino y anticiparon las ideas que en la moda foránea circa 1990 divulgaron Martin Margiela y Xuly Bet, mientras que en la Argentina los diseñadores Gaby Bunader, Gabriel Grippo, Kelo Romero y Sergio de Loof llevaron el reciclaje a sus colecciones.
Los trueques temporada 2016 remiten a la modalidad de los Clubes de Trueque que proliferaron en la crisis de 2001 y también el genial Proyecto Venus ideado por el artista y sociólogo Roberto Jacoby, que propuso infinitos intercambios de saberes y de bienes, en base a una moneda de invención propia, calificada “la moneda del deseo”.
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