La moda, esa arma arrojadiza en la política
Merkel, Cristina Kirchner o Hillary Clinton despertaron con sus looks comentarios que no suelen alcanzar a los hombres
MADRID.- Es un hecho. Si los medios de comunicación mencionan el atuendo o cómo va vestida una candidata política, su campaña electoral se verá perjudicada y tendrá menos oportunidades de conseguir el triunfo. Da igual si se hace un comentario neutro y simplemente se describe lo que lleva puesto, si se alaba su buen gusto o se critica su indumentaria. El impacto siempre será negativo en la mente de los votantes. Estas son las conclusiones del estudio que inició en abril último, la plataforma Name It Change It , el proyecto del Women's Media Center y She Should Run contra el sexismo y la misoginia periodística sobre las mujeres en política, que simuló frente a cuatros grupos una campaña entre dos candidatos imaginarios -mujer y hombre- a los que les hacían visionar noticias en las que se mencionaba la vestimenta de la candidata, y se alababa su look o se criticaba su ropa. El resultado: la candidata siempre perdía apoyo de los votantes en el momento que se destacaba su uniforme (pasaba del 69% cuando no se mencionaba su ropa al 58% cuando se criticaba su vestimenta).
En un mundo periodístico en el que la regla de reversibilidad -no menciones cómo viste ella si no vas a mencionar qué traje viste él- brilla por su ausencia, no son pocos los ejemplos en los que la moda se ha utilizado como arma arrojadiza para devaluar la imagen de las mujeres que habitan en las filas gubernamentales. El caso de Cristina Fernández de Kirchner y sus controvertidas calzas es el último de muchos casos en los que las políticas sufren un escrutinio que no suelen padecer (por no decir que no padecen nunca) sus compañeros de gremio.
Un escote germano
"No esperaba provocar tal furor con el traje de noche, que no era más que un intento de salir de la rigidez del vestuario de un jefe de gobierno en una noche de ópera." El vocero del gobierno alemán tuvo que salir al paso del amarillismo que poblaba los rotativos alemanes. Con frases como Merkel saca pecho o Merkel enseña escote, la prensa quiso destacar que lo de enseñar canalillo pasados los 50 no era para Angela Merkel. La dirigente escogió un vestido de tafetán para ir a la Ópera de Oslo en 2008 y montó, sin ella pretenderlo, un buen revuelo. En España no fue por enseñar carne, sino por un enfundarse un smoking de Purificación García. Ríos de tinta provocó la por entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, cuando acudió con un traje de corte masculino a la Pascual Militar. Hasta Esperanza Aguirre criticó el absurdo bombo mediático en torno de Chacón. "Como mujer que se dedica a la política me indigna que sea motivo de discusión lo que nos ponemos, cómo nos peinamos y cómo nos cortamos el pelo; eso no pasa con los hombres."
La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, arrastra el apodo Gucci Helle, por el vestuario de firma que suele llevar. La presidenta del FMI, Christine Lagarde, también se ha llevado lo suyo por su afición a comprar Alta Costura de Chanel, y a Michelle Obama le llovieron las críticas por llevar unas zapatillas Lanvin a un banco de alimentos.
Pero las críticas también funcionan a la inversa. Hillary Clinton, siendo secretaria de Estado, protagonizó polémicas por llevar rodetes y por parecer cansada y abatida por ir sin maquillaje a una visita a la India.
Rachel Larris, vocero de Name I t Change It, destaca que no sólo la moda desvía el discurso periodístico cuando hablamos de mujeres en la política. "A las candidatas se las trata (y se les pregunta) diferente que a los hombres. Por ejemplo, si una mujer se postula para un puesto en el gobierno, normalmente tiene que responder a preguntas como ¿quién cuidará de sus hijos? o ¿no le gustaría a sus hijos que su madre pasase más tiempo en casa? Pero a los políticos nunca se les pregunta sobre este tema, se asume que sus hijos no dejarán de recibir atención parental porque se postulan para un puesto."
Desde Name it Change It (que publicará en 2014 la guía Unspinning T he Spin sobre los términos más sexistas que se utilizan en la cobertura periodística de la política femenina) apuestan por instaurar una norma simple y efectiva para evitar casos como éstos. "La norma del reverso, la que nos dice que si el término o pregunta no tiene sentido si lo usamos con un político, no se emplea con una mujer. Es asombroso cuánta cobertura informativa sobre las candidatas sería absolutamente ridícula si se preguntase a un político. Por ejemplo: ¿qué pasa con todos esos trajes, senador? Sí, a las candidatas se les suele preguntar ¿por qué usa tantos trajes pantalón? La que más lo ha sufrido es Hillary Clinton, pero ella no ha sido la única."
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