La mejor cheesecake de Nueva York
Visitar Junior´s es una experiencia cálida, y un placer que disfruto todos los días
Una fuerte nevada había cubierto Nueva York. La ciudad estaba completamente blanca y para disfrutar tanta monotonía, salí a caminar. Era de noche y no había nadie más en la calle, el aire fresco me relajaba. De repente, una bola de nieve me golpea el brazo. Alzo la mirada y me encuentro con la sonrisa pícara de uno de los mozos del Waverly Inn que, sin mucho saludo previo, me reclama ofendido que no haya vuelto a comer ahí en años. Le explico que con el cambio de menú también había cambiado la cheesecake, acaso lo que más me gustaba del lugar. Se ríe comprensivo y me recomienda probar la de Junior's, "la mejor cheesecake de Nueva York".
Ese fin de semana me acerqué hasta la primera sucursal, en Brooklyn, y no hubo vuelta atrás: su cheesecake se convirtió en un básico que como todos los días, con todas las ganas. Antes de tomar un vuelo, paso por mi torta tamaño 6 inches (unos 15 centímetros) y, tenedor en mano, voy despidiéndome con máximo placer del que será uno de los reencuentros más esperados. Al volver, Marti siempre me espera con una en la heladera y descubrí que mi supermercado online la vende, por lo que no hay excusas para que falte cheesecake en casa. Cuando este falla, hay una aplicación que te la acerca en moto hasta tu puerta desde cualquier punto de la ciudad.
Probé esta torta por primera vez cuando me mudé a Nueva York, y si bien después la comí en decenas de restaurantes, hoteles, bares y casas de té de muchos otros lugares, mi decepción fue creciendo con cada nueva versión; no encontré otra como la de Junior's y, a esta altura, no la busco más. De chica, en casa, el chocolate no circulaba mucho, motivo por el cual nunca lo probé, y hoy, con sólo sentir su olor, me alejo un poco asqueada. Tuve algunas obsesiones momentáneas, como los Palitos de la Selva y los alfajores blancos de Havanna, y aunque el dulce de leche y los Sugus de ananá son una debilidad, la cheesecake de Junior's viene batiendo todos los récords.
¿Por qué nunca me canso e incluso hay veces que viajo con cajas de su torta? Me gusta que la consistencia de la crema de queso sea muy densa y homogénea, sin grumos, y la base de bizcochuelo muy liviana, en una cocción de dorado perfecto lo que da como resultado una combinación sublime que se desarma en el paladar con el único objetivo de que quieras más. Mis amigos y colegas ya saben qué regalarme: he recibido de a cuatro tortas por vez y varias versiones personalizadas, como una gigante con la bandera griega para una comida que organicé y otra con una foto nuestra rodeada de rosas que Alex me dio en mi cumpleaños el mes pasado, el que por cierto festejé en Junior's. Para el día de los enamorados cargó con una cheesecake hasta California. La había encargado especialmente con forma de corazón.
Visitar Junior's también es una experiencia cálida y siempre se come bien por un buen precio. Se trata de un tradicional dinner estadounidense que nació en 1950 con ninguna otra pretensión más que servir platos ricos, suculentos y muy locales. La circulación de gente es constante y los domingos se vuelve más familiar, de muchos grupos recién salidos de la iglesia, señoras afro con guantes, sombreros enormes y atuendos extravagantes, colores vivos y risas infinitas. La variedad de cheesecakes es extensa y hay ediciones especiales según la fecha. Una es más tentadora que la otra, pero yo me quedo con la más sencilla, sin coberturas ni rellenos. La cheesecake que en Junior's llaman "original".
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