En Villa Ventana, partido de Tornquist (Buenos Aires), a finales de 1911, abrió sus puertas el majestuoso Club Hotel de la Ventana, considerado por muchos “el Titanic Argentino”
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Donde hoy solo quedan ruinas, a comienzos del siglo pasado funcionó el Club Hotel de la Ventana, el complejo hotelero más lujoso de Sudamérica. Julio Argentino Roca, en su discurso en el banquete inaugural, no dudó en definirlo como una “maravilla del siglo”.
“La suntuosidad del hotel puede equiparse al Titanic. De hecho, son contemporáneos. Todo lo que uno vio en esa película es perfectamente aplicable a la decoración del hotel. Tenía muebles de ratán traídos de la India, alfombras persas, pisos de mármol de carrara, azulejos italianos, vajilla de plata, cámara frigorífica y hasta luz eléctrica”, cuenta Pablo Parotti, guía de turismo de Sierra Ventana. Sin embargo su concepción fue muy distinta y su esplendor duró apenas seis años. Luego, llegó la debacle.
El proyecto: centro de salud versus casino
-A comienzos de siglo pasado, el sitio donde se construyó el Club Hotel, al sur de la provincia de Buenos Aires, era un paraje aislado. ¿Cómo surgió la iniciativa de construir allí un hotel?
-La primera idea no fue construir un hotel. Félix Muñóz, un médico especialista en enfermedades respiratorias, advirtió que el clima del lugar era propicio para tratar ese tipo de afecciones. En aquel tiempo, la mayoría de los turistas viajaban a Córdoba y, a nivel internacional, la clase alta priorizaba los destinos que ofrecieran propiedades sanadoras. El clima seco era muy elegido para los sufrían de catarros crónicos. Fue entonces cuando Muñoz imaginó un centro hospitalario y le contó el proyecto a su amigo Manuel Láinez, dueño de varias hectáreas, fundador de Estancia las Vertientes, que hasta la fecha continúa existiendo, e impulsor de la ley de creación de las escuelas públicas que lleva su nombre.
-Entonces, Muñoz tuvo la idea y Láinez aportó el lugar.
-Sí, pero necesitaban financiamiento. Por eso fueron a ver Ernesto Tornquist, íntimo amigo de Láinez. Tornquist, además de fundador del partido homónimo, era un gran terrateniente y eximio empresario turístico: participó de la creación de Bristol Hotel, el mítico alojamiento marplatense, y también el Plaza Hotel en la ciudad de Buenos Aires. Enseguida, Tornquist los contactó con Samuel Hale Pearson, un inglés presidente de Ferrocarriles. Básicamente, el ferrocarril fue el que determinó la creación de un hotel.
-¿Qué rol tuvo el ferrocarril?
-En ese entonces, la “Compañía Británica del Ferrocarril del Sud”, que desde 1883 venía construyendo líneas férreas en el país y llevaba a los turistas a Mar del Plata, adquirió a Láinez 90 hectáreas para construir un lujoso hotel con casino, el primero del país. El ferrocarril siempre estaba buscando territorio para generar hotelería de alta gama, fue así que definieron que el mejor negocio era el hotel y no el centro de salud.
-Qué extraña paradoja, lo que Muñóz imaginó como un centro de salud terminó en un gran casino.
-Sí, pero él estuvo de acuerdo. De hecho Muñoz formó parte del primer directorio administrativo del hotel.
“Residencia veraniega de montaña, a solo una noche de Buenos Aires”
Para concretar el proyecto, en 1903, se inauguró la estación de ferrocarril Sauce Grande. Al año siguiente, comenzó la construcción del monumental hotel. “Tardaron siete años en construirlo. ‘Residencia veraniega de montaña, a solo una noche de Buenos Aires’, anunciaban las publicidades de la época. El hotel estaba en un predio de 16.000 hectáreas. El edificio, de 6400 metros cuadrados, estaba distribuido en dos plantas. Tenía otros mil metros cuadrados de sótano donde funcionaba la heladera, con cámara frigorífica. Se calcula que había alrededor de 126 habitaciones además de cuatro departamentos con comedor, cocina y balcón privado. Fue el mejor hotel de su época, superando al Plaza Hotel de Buenos Aires, que había sido inaugurado en 1909, el Hotel Edén en las sierras cordobesas, de 1890, y el Hotel Rosario de la Frontera, en Salta”, cuenta Parotti.
Los encargados del diseñar el edificio fueron el arquitecto francés Gastón Luis Mallet y el suizo Jacques Dunant, los mismos que idearon el Centro Naval de la calle Florida. Mientras que su desarrollo estuvo en manos del constructor italiano Antonio Gherardi. Para la obra, Tornquist adquirió en Checoslovaquia una máquina que fabricaba ladrillos y la instaló en las cercanías del hotel. “En cuento a la vegetación, acá no había nada, ni siquiera árboles porque la estructura biológica del espacio está definida por un pastizal serrano pampeano. Todos los árboles que hay en la zona son especies exóticas”, añade.
Entre los detalles de lujo del alojamiento había un gran hall central con escalinatas de mármol de carrara, grifería con incrustaciones de oro y plata, solárium, restaurante, capilla, cine y teatro. Biblioteca, peluquería, farmacia y enfermería. Calefacción central y fábrica de hielo. También una sala de Casino estilo europeo, uno de los primeros de la Argentina, bar y un night club. “El night club o ‘sala de hombres’ era algo muy típico de la época. Allí se encontraban los caballeros para conversar sobre filosofía y política mientras fumaban un habano y tomaban un brandi o un scotch”, explica Parotti.
El establecimiento también contaba con carnicería, granja y huerta propias donde producían todos los alimentos. “Lo que ellos no podían generar, lo traían en tren. Está en discusión si el hotel estaba abierto todo el año o por temporada. Me inclino a pensar que abría sus puertas en temporada de primavera-verano. Cuando los europeos venían al hotel se quedaban tres meses, los locales menos tiempo”, agrega el guía.
-¿Hay registro de cuánta gente trabajaba en el hotel?
-Alrededor de 250 empleados. Es decir que si había lugar para 250 pasajeros, había un empleado por huésped.
-¿Por qué el alojamiento se llamó ‘Hotel Club’?
-El concepto “club” está dado por los deportes que podían practicarse en el lugar: golf, tenis, críquet y croquet, fútbol y todo lo relacionado con caballos como, polo, saltos y cabalgatas. También los huéspedes tenían a su disposición una flota vehicular, con carruajes, carretas, caballos y burros a disposición. Ofrecían caminatas a las sierras y excursiones. Tenía una gran pileta que, como estaba alejada del hotel, ofrecían el servicio de carruaje. Contaba con una playa artificial con arena al lado de la pileta. También confitería en el golf y en la playa.
-¿Cómo llegaban los turistas al hotel?
-La gente llegaba en el tren a la estación que, en aquel entonces, se llamaba estación Sauce Grande, y era trasladada al hotel en “automovile”, un colectivo de 12 pasajeros con chofer que recorría 19 kilómetros por camino de tierra hasta el hotel. Tardaban una hora llegar. En diciembre de 1913 se cambió el acceso por una trochita, un tren a vapor pequeño con capacidad para 35 pasajeros.
La inauguración: el gran banquete
El 11 de noviembre de 1911 fue el día elegido para abrir sus puertas. Una gran fiesta inauguró el lujoso Club Hotel de la Ventana. Hubo más de mil invitados. Todas familias de la alta sociedad argentina dijeron presente. Asistieron los Tornquist, Mitre, Anchorena, Ramón Santamarina, Pedro Luro, el General Pablo Richieri, el embajador de Inglaterra Lord Barrigton, Alejandro Shaw, Osvaldo Diaz Vélez, el teniente general Julio Argentino Roca, Peralta Ramos, Martínez de Hoz, los Guevara Lynch, Álzaga Unzué... “Todos los nombres de las calles de Buenos Aires estuvieron aquí ese día”, dice Parotti.
-¿Cuál fue el menú con el que fueron agasajados?
-Se sirvieron los platos más exquisitos y variados: langostas, caviar, centolla y cangrejos. Platos que luego se repitieron en el menú habitual del hotel. También servían cigarros Doble Corona, whisky escocés, cognac francés, ron de Jamaica y champagne.
-¿Qué pasó luego de la apertura?
-Los primeros tres años, gracias al casino y al turismo extranjero, el hotel funcionó muy bien. Pero luego hubo dos hechos que iniciaron la debacle: por un lado, por la primera guerra mundial, los europeos dejaron de venir; y por otro, en 1917, Hipólito Yrigoyen, entonces presidente del país, dictó una norma que prohibió los juegos de azar. El hotel venía funcionando a pérdida porque tenían mucho costo y no se resignaban bajaban la calidad... En ese contexto, la medida de Yrigoyen precipitó el final. Como dejó de ser rentable, en 1920 liquidaron la sociedad y vendieron los dos activos que tenían: las 16 mil hectáreas de campo y el edificio. A principios de los 40, el edificio y las últimas 350 hectáreas pasaron a manos de la provincia de Buenos Aires, por un proyecto que presentó Santiago Saldungaray, el nieto de don Pedro Saldungaray, el fundador de Saldungaray, el pueblo más cercano.
350 marinos alemanes
“Aunque había estado 26 años sin uso, el hotel estaba en perfecto estado de mantenimiento. Hubo gente que se quedó viviendo en el establecimiento para su mantenimiento”, explica Parotti.
-¿Qué hizo la provincia con el hotel?
-Lo primero que hizo fue enviar, por orden de la Armada Argentina, a 350 marinos alemanes integrantes de la tripulación del acorazado alemán Admiral Graf Spee, que se había hundido frente a la costa de Montevideo y estaban alojados en la isla Martín García. Pese a que llegaron al hotel en calidad de detenidos, estos tripulantes le dieron una nueva vida a todo el complejo.
El Admiral Graf Spee protagonizó, junto a los cruceros británicos Exeter y Ajax, y el neozelandés Achilles, la Batalla del Río de la Plata, uno de los primeros enfrentamientos navales de la Segunda Guerra Mundial, que tuvo lugar frente a la costa uruguaya el 13 de diciembre de 1939. El capitán de navío Hans Langsdorff, antes de dispararse un tiro en la sien, envuelto en la bandera alemana y vestido de gala, escribió al embajador alemán en Buenos Aires, el 20 de diciembre de 1939: “...Después de una gran lucha interna tomé la tremenda decisión de hundir el acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee y así evitar que cayera en manos del enemigo... Estoy convencido de que bajo esas circunstancias no tenía alternativa, una vez que llevé mi buque a la trampa de Montevideo. Con la munición que tenía, cualquier intento de pelear a mar abierto estaba destinado a fracasar... Un capitán con sentido del honor no puede separar su destino del de su barco”.
-Es decir, se utilizó como centro de detención.
-Sí, durante dos años los alemanes se alojaron ahí.
Crónicas de la época cuentan que los alemanes no se sintieron prisioneros en el lugar y durante su estadía se dedicaron a mantener y reparar las instalaciones del hotel. “El gobierno alemán deseaba mantenernos juntos para que, eventualmente, volviésemos a pelear. Nuestro primer oficial logró, por medio de influencias, que nos trasladaran a Sierra de la Ventana. (…) No fuimos exactamente prisioneros. Tuvimos mucha libertad. Nuestros custodios parecieron estar más preocupados en vigilar a sus camaradas que a nosotros. Al Club Hotel había que hacerle mejoras porque se encontraba en un estado de semiabandono. Comenzamos a refaccionar las deterioradas instalaciones. Arreglamos la toma de agua, la usina, y nos dedicamos a la conservación de los jardines. La mayoría de nosotros había estudiado un oficio, entonces eso facilitó la tarea”, supo decir Rodolfo Stefanowski, uno de los marinos que se quedó a vivir en la Argentina.
El incendio y un final lamentable
-¿Qué sucedió con el hotel cuando los alemanes partieron?
-Se produjo el vaciamiento oficial, se llevaron la gran mayoría de los muebles. Entre 1960 y 1964 hay registro del uso de las instalaciones por los salesianos del colegio Don Bosco de Bahía Blanca. Luego, por 10 años lo utilizaron estudiantes de ingeniería forestal la Universidad Nacional de La Plata para hacer estudios de campo. Finalmente, durante la última dictadura, los militares hicieron en las instalaciones del hotel una base de maniobras. Era utilizado para el servicio militar obligatorio y también unidades del ejército venían a entrenar. En 1980, el predio pasó a manos de Mario y Horacio Pallas. Ellos planearon restaurar el hotel. Pero no pudieron hacerlo, aparentemente, cinco meses después de la concesión cambió la junta de gobierno, salió Videla y entró Viola, y ellos perdieron el apoyo político que tenían para abrir el casino que era lo que les interesaba. Tres años después, el 8 julio de 1983, el hotel se prendió fuego.
-Una tragedia...
-Fue algo muy raro, no hubo un juicio sobre el incendio y la causa está prescripta, pero hubo varias cuestiones llamativas. ¿Cuáles? Se produjeron distintos focos de incendio en varios lugares de la planta alta de manera simultánea. También, una semana antes, habían dado licencia a varios empleados del hotel y los cinco que habían quedado, que dormían en la planta alta, esa noche los habrían obligado a salir de sus habitaciones y armar una habitación improvisada en la planta baja... Dicen que se escucharon salir autos a la medianoche... El hotel tenía muchísima pinotea, enseguida cedieron las estructuras medias del primer piso que ardió completamente, se cayó la torre... perdió todas las posibilidades edilicias para ser restaurado. Tres años después empezaron juicios cruzados entre los Pallas y la provincia de Buenos Aires, pero nunca llegaron a nada. En 1995 la provincia volvió a obtener la posición del predio y comenzó el saqueo final de los que viven en la zona y turistas que venían a llevarse un recuerdo del hotel. Lamentable.
Finalmente, en 1999, fue declarado Monumento Histórico por la Municipalidad de Tornquist. Actualmente, el predio puede recorrerse con visitas guiadas. “Es una actividad para toda la familia y durante las vacaciones de invierno hay recorridos todos los días”, dice Parotti.
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