La formación dejó de pasar por Maimará, una aldea de productores agrícolas en Jujuy.
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Treinta años pasaron desde aquel 30 de marzo de 1993 cuando el sonido potente de una formación de carga irrumpió por última vez en este apacible pueblo de montaña. Desde entonces, todo el pueblo sueña con que regrese. Ahora, Maimará cambia lentamente su fisonomía: de una aldea de agricultores a un terruño de vides y bodegas de altura, anhela un nuevo progreso con la llegada del tren de la Quebrada.
El ansia de pujanza de sus pobladores, que esperaron toda una vida para subirse a la formación, está a punto de hacerse realidad. Toda la comunidad aspira a salir de un largo letargo en que quedó suspendido para resurgir anclado en la belleza natural del lugar acaso sólo comparable al Hornocal.
Tal es el entusiasmo que una noche de verano cuando llegó la formación de sorpresa, durante un operativo de prueba de las vías, cientos de vecinos salieron corriendo hacia la estación.
Hubo llantos, hubo abrazos. Hubo coplas de alegría. Hubo aplausos.
“Fue tan emocionante- afirma María Inés Quevedo, dueña del hospedaje Mamine frente a la estación. “Fue como ver llegar un plato volador”, asegura. “Mi abuelo fue comisario ferroviario a principio de siglo pasado.
El tren significa mucho para nuestra familia: nosotros esperamos por décadas que vuelva”, sostiene Julián Quevedo, su hermano.
“Recuerdo los chispazos del tren en la oscuridad cuando era pequeña”
Es que el trazado del tren atraviesa a la mitad este pueblo en todo su ejido de 14 kilómetros. A un lado de la vía se despliega el cerro conocido como la paleta del pintor con sus colores dorados, ocres, grises, amarillos, rosas. Al otro lado de las vías hay bodegas, plantaciones de flores, de verduras y de hortalizas.
“Siempre tuve la ilusión de que lo vería llegar otra vez”, sostiene Teresa Cabezas, productora de vinos la finca Inchauasi. “Aún recuerdo los chispazos del tren en la oscuridad de la noche y el sonido de la bocina que me despabilaba, cuando era pequeña”.
Teresa es dueña de una de las seis bodegas que hay en Maimará. Las que se ven desde las vías.
“Nunca viajé en tren. Quisiera viajar alguna vez desde Volcán a Tilcara”, sostiene Hipólito Sojana, que a sus 56 años al menos espera ver pasar la formación desde la Bodega Bayeh donde trabaja.
Allí, detrás de los viñedos las vías son más que hierros. Son la ilusión de que lleguen más puestos de trabajo, más turistas a las fincas. Patricia, por ejemplo, se estremece cuando le hablan del tren. Su papá era maquinista y se quitó la vida cuando se quedó sin trabajo, treinta años atrás. Ella ahora produce flores al costado de la vía y alza la vista a la espera de que el tren le devuelva la ilusión de la vida.
Rolando Peloc esperó por 45 años para subirse al tren. Su casa está en el barrio alto, San Pedrito, surcado por las vías. De niños veía pasar a la formación. Su hermano iba a vender verduras y hortalizas a Humahuaca, pero a él no le permitían subir por que era menor de edad. Ahora espera hacerlo con sus dos hijos de dos y de diez años. “Nunca anduve en ferrocaril- dice a LA NACION-. Sólo en auto y en colectivo”, sostiene el hombre que trabaja en una de las bodegas.
“Antes trabajaba en la bodega Dupont- relata en referencia a la bodega más antigua del lugar- pero en realidad yo trabajo desde los doce años en quintas y plantaciones. Primero veía pasar al tren. Subí dos veces cuando era chico, pero me bajaron. Me hubiera gustado ir entonces… Luego lo veía en las películas pasar por el Pucará de Tilcara. Ahora vuelve a pasar. Ya quisiera poder subir”, anhela el hombre que nació en 1978.
“Espere toda una vida para poder viajar”, dice Alvaro Cruz en una tarde de sábado mientras toca el siku junto a las vías. Él es parte de una orquesta local que irá a recibir el tren cuando finalmente llegue.
Alvaro es de Maimará. Tiene 29 años y toca instrumentos de viento cuando no trabaja. “Todo el pueblo está esperando el tren: se lo considera un símbolo de progreso porque antes pasaban por acá los trenes de carga”. El hombre, que los días festivos toca el erkel en su pueblo asegura que muchos creen que los turistas traerán ahora un nuevo tiempo de pujanza con recursos económicos que hasta ahora quedan en Purmamarca o Tilcara.
Los testimonios siguen mostrando las historias alrededor de las vías. Leonel Macacha se siente ilusionado con la llegada del tren. Su madre, Nilda Macacha, solía ir hasta La Quiaca y la educó contándole lo que sucedía en aquellos viajes. Ahora Leonel espera poder viajar con Nilda por los pueblos de la quebrada.
Martín Jerez tiene 67 años y trabaja en Maimará desde 1998. “Siempre hubo poca gente en el pueblo, que es muy rural. Ojalá llegue con regularidad el tren. Es una buena noticia. Eso va a dar otro matiz al pueblo”. “Las bodegas ya han cambiado el perfil. Han incorporado mucho gente, en especial en época de vendimia, pero la ilusión del tren esta ligada a toda la economía del pueblo”, asegura.
Hugo Jammas es de Iruya pero llegó a trabajar en las bodegas desde 1996. “El pueblo ha cambiado en los últimos años con las bodegas. Ahora la gente está emocionada. Hay mucha expectativa sobre cuándo se podrán subir a la nueva máquina que vino de china”. Según Jammas es seguro que el tren va a dinamizar el pueblo que queda del lado opuesto de Purmamarca en el camino hacia Tilcara. “Como está del otro lado de la ruta la gente ahora va a entrar un poco más”.
Es que Maimará está recostado sobre el río Grande y desde la ruta 9 en el ingreso vehicular se lo reconoce por su cementerio.
Los autos que circulan ven desde la ruta la Paleta del Pintor, una cadena montañosa multicolor que cautiva con sus verdes, sus amarillos, sus grises y sus rosas. Pero pocos saben que hay un sendero para caminar por entre la montaña, que hay cicloturismo y cabalgatas. Que se pueden recorrer los campos sembrados con flores y las huertas con hortalizas. Y menos saben de la incipiente fiesta de la vendimia.
“Somos tres generaciones cultivando la tierra como agricultores. Ahora abocados a la producción vitivinícola. Y vamos por más: cumplimos con el sueño de tener una vendimia de la Quebrada de Humahuaca”, expresa Luis Manzur.
Diana Hanna es turista. No conocía Jujuy. Llegó para la vendimia y está sorprendida. “Estoy impactada con tanta belleza”. Del tren no escuchó hablar, porque aun no está habilitado más que para operaciones de prueba.
Norma de la Fuente llegó a Maimará desde Barcelona. Y asistió el día en que el tren circuló por sorpresa. “Es grandioso. El tren viene a despertar a Maimará de una larga letanía”.
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