En 1968, Carlos González se convirtió en el primer español contratado por la NASA para trabajar en la estación de seguimiento de vuelos tripulados en España
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“Houston, aquí base Tranquilidad. El Águila ha aterrizado”: el español Carlos González Pintado fue el primero en escuchar la famosa frase de Niel Armstrong desde su puesto en la estación espacial de la NASA en Madrid.
Con apenas 22 años, este ingeniero español se convirtió en 1968 en el primer español contratado por la NASA para trabajar en la estación de seguimiento de vuelos tripulados en el pueblo madrileño de Fresnedillas de la Oliva, que formaba parte de la estación de la NASA de Robledo de Chavela. Un año después viviría un momento histórico: la llegada del hombre a la Luna.
Como encargado de mantener la comunicación entre el Apolo 11 y Houston, el que fuera jefe de Operaciones y subdirector de la estación espacial de Robledo de Chavela, recuerda en conversación con BBC Mundo cómo fue la llegada del hombre a la luna con motivo de la misión Artemis de la NASA con la que el ser humano vuelve al satélite medio siglo después.
— Todo el mundo recuerda la famosa frase de Armstrong, pero poca gente sabe que vos fuiste el primero en oírla. ¿Podemos decir que fuiste el primero en saber que el hombre había pisado la Luna?
Debido a la situación geográfica, la estación de Madrid estaba más cerca de la luna que la de Goldstone (EE. UU.). Éramos la estación más cercana.
Cuando Neil Armstrong dice la frase, en Madrid estábamos todos diciendo: “Venga, Niel, posa la nave ya, porque te quedas sin combustible y al final vas a tener que abortar”.
Posó la nave y dijo la frase. Esa frase tardó en llegar de la luna a mi estación, a la estación de Fresnedillas, aproximadamente 1,3 seg. Después, desde mi estación tenía que ir por unos cables a una central que había en Madrid y de la central de Madrid se mandaba por dos sitios: a Londres y a Canarias, desde donde con un cable submarino se mandaba a Nueva York y de ahí al Goddard Space Flight Center y desde allí a Houston.
Eso llevaba como mínimo medio segundo más. Es decir, que yo oí: “Houston, aquí base de la tranquilidad, el águila ha aterrizado”, por lo menos medio segundo antes que Houston. Así que yo lo supe antes que nadie.
— ¿Y cuál fue el momento más crítico de la misión del Apolo 11?
Durante el proyecto Apolo hubo muchos momentos críticos, quizá uno de los momentos más difíciles fue cuando el Apolo 11 llegó a la Luna.
Cuando la nave llega a la Luna, Houston verifica que todas las condiciones de la trayectoria son correctas y le dan permiso para separarse del módulo de mando. Niels Armstrong y Buzz Aldrin se pasan al módulo lunar, lo presurizan, cierran las escotillas y se desconectan.
La conexión entre el módulo de mando y el módulo lunar era un pequeño cilindro que tenían que despresurizar totalmente antes de soltarse y que ellos juran que lo habían despresurizado, pero lo cierto es que al soltarse, el módulo lunar salió despedido hacia adelante, como si fuera el corcho de una botella de champán, y se separó alrededor de 8 km.
Houston no le dio mucha importancia. Pero el módulo lunar ganó un poco de velocidad con respecto a la que ella llevaba anteriormente.
Desde el módulo de mando Michael Collins les dijo a los astronautas que no pasaba nada y Houston les dio permiso para iniciar la maniobra de frenado. Para ello tenían que cambiar al módulo de posición espacial. En ese momento perdimos la señal del módulo lunar.
Pero, ¿cuál era la probabilidad de que se estropearan cuatro receptores a la vez? La probabilidad de que eso sucediera era prácticamente cero.
Un error en una antena de alta ganancia superautomática obligó a Aldrin a poner la antena en manual y la comunicación volvió a aparecer. Ese fue el primer problema. Después, cuando empiezan a bajar, había unas señales geográficas en la luna sobre las que tenían que pasar a un tiempo predeterminado y se dieron cuenta de que pasaban cuatro segundos antes de tiempo.
Desde Houston decían: “Chicos, no se preocupen, nos damos cuenta. Eso significa que vamos un poquito largo”.
“Ah, muy bien y ¿qué significa que vamos un poquito largo?”
“Que van a aterrizar aproximadamente a unos 8 km al oeste del sitio donde deberán haber aterrizado si todo hubiera ido bien”.
“¿Y cuál es el problema de que vayamos a 8 kilómetros al oeste?”
“El sitio donde van a bajar no está cartografiado, es decir, que no sabemos exactamente qué es lo que se van a encontrar allí”.
Armstrong dijo: “Bueno, cuando llegue lo veré”.
Bajaron y de repente aparece la alarma 1202. Desde Houston les dicen que el ordenador de a bordo está recibiendo más información de la que puede procesar en tiempo real y algunas cosas se le atrasan un poquito, pero que no pasa nada siempre y cuando esta alarma no salga demasiadas veces.
Frenaban, bajaban y de repente aparece la alarma 1201. Eso ya era un poco más serio, porque había un botoncito rojo también que se iluminó intermitentemente, que decía “Abort” (abortar), que si lo pulsaban se separaban del módulo de descenso y volvían a orbitar.
“Houston”
“Sí, sí, ya nos hemos dado cuenta. Lo que ocurre ahora es que el ordenador sigue recibiendo tanta información que hay algunas cosas que no puede procesar en tiempo real. Nuestro consejo es que aborten la misión”.
Armstrong contestó: ¿El plan B cuál es?
“El plan B es que si querés podés poner el ordenador en modo semiautomático y presionar los mandos”.
No hubo que decírselo dos veces. Armstrong puso el ordenador en modo semiautomático para mantener por lo menos el radar de altura y el radar de velocidad y agarró el joystick y empezó a bajar la nave él solo. A partir de aquí en la estación de Madrid, la sensación era que Armstrong va a ser capaz de hacerlo, pero las cosas se están poniendo un poquito complicadas.
Así que empieza a bajar el módulo y desde Houston, Charles Duke, que era el que hablaba con él, le dice: “sixty seconds” (60 segundos). No dijo nada más.
Niel no contestó y todos sabíamos que aquello significaba: quedan 60 segundos de combustible.
Por fin, ya cuando iban estando cerca de la superficie, Armstrong ve que el sitio donde parecía que podía aterrizar estaba muy inclinado. Luego se vio que era la ladera del cráter oeste. Y dijo, aquí no puedo posar la nave.
Movió la nave hacia otro sitio y Duke dijo: “30 seconds”. Pero no dijo nada más y Armstrong tampoco y todos en la estación decíamos: Neil, posa la nave por tu madre, que esto se acaba.
El siguiente sitio que encontró tenía demasiadas rocas. Armstrong pensó, si lo poso aquí y una de las patas pisa una roca de una forma inadecuada, igual se rompe.
Hasta que por fin encontró un sitio que le pareció razonable. Armstrong término de posar la nave y cuando la posó y dijo la famosa frase, les quedaban 17 segundos de combustible. Eso lo vivimos nosotros en tiempo real, así que te puedo garantizar que aquello fue bastante emocionante.
— ¿Es verdad lo que se dice de que obligaron a Armstrong a pisar la luna con el pie izquierdo para no malograr unos sellos postales que tenían preparados?
No es que fuera una obligación, pero lo cierto es que el servicio postal americano hizo la tirada más grande de sellos que se había hecho en la historia, más de 5 millones de sellos. Como no tenían fotos de astronautas pisando la luna, el artista Paul Calle pintó un astronauta bajando del módulo lunar y pisando la luna con el pie izquierdo.
Tres días antes de que los astronautas salieran hacia la luna, Calle pensó “Dios mío, ¿qué pasa si Armstrong pisa la luna con el pie derecho?”
Nosotros tenemos la costumbre de decir que cuando algo nos va mal en el día es que nos hemos levantado con el pie izquierdo. En Estados Unidos esto lo tienen mucho más arraigado, es decir, que estaba clarísimo que si Armstrong pisaba la luna lo iba a hacer con el pie derecho.
Así que Calle fue a Washington a la central de la NASA a hablar con los directivos para explicarles cuál era el problema y le dieron permiso para ver a los astronautas en su último desayuno en la Tierra.
Mientras estaban desayunando, Calle entró y habló con ellos. Es obvio que no trascendió lo que les dijo, pero Armstrong se acordó y pisó la Luna con el pie izquierdo.
— También se dice que el éxito de la misión dependió de un rotulador de Buzz Aldrin y de la mano de un niño, ¿fue así?
Hay varias cosas con respecto a esta misión, varias anécdotas, muchas de ellas o la mayor parte de ellas están en libros y la gente puede leerlas, pero hay otras que son más difíciles de encontrar.
Sí es cierto que la mano de un niño tuvo una influencia muy importante. Cuando la nave vuelve a la Tierra y hace la reentrada hay una serie de antenas muy específicas que están dedicadas a la reentrada, Madrid no es una de ellas, porque la reentrada se hace sobre el Océano Pacífico. Una de las antenas más importantes en la reentrada creo recordar que era la de Texas y justo fue esa antena la que falló cuando ya estaban cerca de la reentrada. Falló una pieza mecánica.
Bastaba con reemplazar una pequeña pieza, pero el espacio para llegar a la pieza era muy estrecho y no entraba la mano de nadie. Fue entonces cuando al jefe de la estación se le ocurrió decir: “Hombre, a lo mejor a mi hijo sí le entra la mano ahí”.
Y como tenía un hijo con 10 años, llamaron al niño, el niño llegó y dijo: “Sí, mi mano entra”.
“Mira, querido mío, meté la mano por ese hueco desenrosca la pieza, sácala, meté esta otra y ponla en su lugar”.
El niño hizo lo que le pidieron, la antena volvió a funcionar y recuperaron la señal. En cuanto a lo del bolígrafo del señor Aldrin. A ver, el módulo lunar era un sitio muy estrecho. Moverse dentro era muy complicado. Tanto es así que cuando después de pasear por la luna deciden que van a volver a la tierra, Armstrong entró primero y Aldrin después. Al moverse Aldrin a su sitio con una de las botas rompió un interruptor.
Aquel interruptor era el que permitía encender o apagar el módulo, el motor de despegue.
Habían roto el vástago, lo cual quería decir que no podía mover el interruptor. Pensaron en meter un destornillador, pero claro, igual producían un cortocircuito.
Los astronautas llevaban siempre con ellos un neceser particular. Aldrin llevaba en su neceser un bolígrafo, que era todo de plástico. Pensó: “Ya está, quito el bolígrafo y utilizamos la funda de plástico del bolígrafo para mover el switch a on”. Y así lo hizo.
Otra de las anécdotas es cuando llegan a la Luna y les dicen que tienen que esperar cinco horas y media, porque quieren que la pisen cuando en EE.UU. sea una hora razonable en todos los estados.
Se entretuvieron sacando fotos del paisaje lunar y en ponerse el traje y cuando por fin pueden salir, Armstrong abre la escotilla y al intentar salir tropieza. Lo intenta por segunda vez y tropieza por segunda vez.
Debido a las exigencias de la NASA de que la cápsula pesará lo menos posible, los fabricantes del módulo lunar habían reducido la escotilla de salida sin tener en cuenta que el traje de los astronautas no se había reducido y que llevaban una mochila de supervivencia muy grave.
Con ayuda de Aldrin y colocándose en una postura un poco incómoda Armstrong salió. Aldrin tardó en salir del orden de 15 minutos, porque no lo ayudó nadie. Le costó mucho trabajo salir y en los movimientos que hizo se le desenganchó el tubito que va enganchado a la bolsa que recoge la orina sin darse cuenta.
Empezó a bajar por las escalerillas y cuando ya consiguió salir, en el último escalón se paró, miró la luna y dijo: “¡Qué desolación más magnífica! “.
Se quedó mirando y pensó, y esto lo escribió después él en su libro, bueno, antes de de pisar la luna y de empezar a desplegar la instrumentación, voy a orinar para que luego no tenga que pararme a orinar. Entonces decidió orinar y notó un calorcillo en el pie izquierdo y dijo: “ay va, se me ha desenganchado el tubo de la bolsa”.
Luego en el libro escribió: “Niel Armstrong fue el primero en pisar la luna, pero yo fui el primero en orinarme en la luna”.
— Cuando comentaste lo de que se les pidió que esperaran dentro del módulo, ¿es verdad que se les llegó a decir que se echaran una siesta?
En el periodo en el que se les dice a los astronautas que tienen que esperar para salir, lo cierto es que en el planning del vuelo decía dormir.
Nosotros teníamos el planning y al leerlo y llegar a ese punto, nos habíamos reído, porque pensamos lo que pensó todo el mundo y lo que pensaron los propios astronautas.
¿Te imaginas y se imaginan un viaje de 400.000 km, un aterrizaje como el que tuvieron, llegar a la luna y decir: estamos en la Luna, nos hemos posado en la Luna, vamos a ser los primeros seres humanos en pisarla y quieren que nos echemos una siesta de dos horas o de una?
Por favor, qué nervios pueden permitirle a qué persona dormir en esa situación. Obviamente nadie. Los astronautas obviamente no durmieron, pero sí que estaba incluido en el plan de vuelo.
— Hay gente que dice, tenemos suficientes problemas en la tierra, ¿por qué esta fascinación con el espacio?
Es innato del ser humano el averiguar qué hay en los sitios que no conocemos. El saber de dónde venimos, a dónde vamos, por qué estamos aquí. Eso es innato del ser humano, es inevitable.
Pero es que hay una cosa que quizá la gente de la calle no tiene muy clara y es que para hacer todo este tipo de investigación hace falta desarrollo tecnológico y el desarrollo tecnológico de alguna manera revierte en el ciudadano a pie.
Se ha calculado que durante los comienzos de la carrera espacial y el proyecto Apolo, por cada dólar invertido en el proyecto Apolo y en el desarrollo que hubo que hacer para ir a la Luna, el ciudadano a pie recibió 10 dólares, es decir, que el retorno que recibe ciudadanos a pie es 10 veces lo que se invierte.
Entonces, sí queda muy bonito lo de decir para qué me voy a gastar el dinero en ir a Marte, cuando ese dinero podría invertirlo en otras cosas muy importantes para la Tierra. Pues estamos de acuerdo, pero ese dinero que vos inviertes para ir a Marte va a revertir en una tecnología, que al final va a ayudar a las cosas de la Tierra.
— Con la misión Artemis la gran diferencia ahora es que una mujer será la primera mujer en pisar la luna
Cuando se inicia la carrera espacial con el proyecto Mercury las cuestiones físicas eran importantísimas. Ahora ya no, ahora ya nos hemos dado cuenta de que para viajar al espacio no hay que ser un superhombre o una súper mujer.
Pero lo cierto es que cuando se empezó se pensaba que sí, que hacía hacían falta supermanes para ir al espacio. Resulta que hubo una misión que pasó desapercibida para el gran público, que se llamó Mercury 13.
Mercury 13 fueron 13 mujeres que pasaron por todas las pruebas que pasaron los astronautas hombres, los Mercury 7, y que demostraron que el organismo femenino está muchísimo mejor preparado para los viajes espaciales que el físico masculino.
Entonces, el que digamos ahora como si fuera algo maravilloso, va a ir una mujer. ¡Es que somos unos machistas incorregibles. Si la mujer tenía que haber estado en el espacio mucho antes que nosotros!
*Por Almudena de Cabo
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