La leyenda de Yasuke, el samurái africano que Japón prefirió olvidar
Era guardaespaldas de un jesuita pero un ambicioso guerrero japonés lo metió en su ejército; una traición impidió que conquistase la isla y desapareció tras la muerte de su jefe
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El hombre que sería Yasuke llegó a Japón en 1579, proveniente del puerto de Macao, y antes de eso de alguna costa del África oriental. Su nombre de nacimiento y su etnia de origen están ausentes de los registros que acreditan su existencia; toda sus representaciones escritas o pictóricas fueron hechas por observadores japoneses que lo miraron de soslayo, por su piel y su porte.
Aunque curiosos, se cuidaron de preguntarle demasiadas cosas por la respetuosa distancia que les generaba el primer y único guerrero africano que logró ser samurái.
Los samurái eran “militares de rango medio que ponían sus armas al servicio del Daimio (Señor feudal) y del Shogun (o generalísimo, máxima autoridad militar), lo que en un ejército moderno equivaldría a oficiales”, explica a LA NACION la historiadora Cecilia Onaha, directora del Centro sobre Estudios Japoneses del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de la Plata.
El Daimio al que Yasuke juró honrar fue Oda Nobunaga, el más poderoso de las cuatro islas del archipiélago, que lo adoptó entre sus filas mientras conquistaba las tierras que formarían las bases del Japón moderno.
Primeros años en Japón
La primera imagen de Japón que recibió Yasuke fue el puerto de Kuchinotsu, una ciudad que ya no existe, ubicada al noreste de la isla de Kyūshū, la más occidental del archipiélago. El camino que lo condujo al país del sol naciente había comenzado en la ciudad india de Goa, donde fue tomado como guardaespaldas por el jesuita italiano Alessandro Valignano, misionero encargado de velar por las instalaciones y las almas de los fieles de la Compañía de Jesús en la India, China y Japón.
La fe cristiana había llegado a Japón en 1549, a bordo de las naos portuguesas que abrieron la ruta del comercio con el continente europeo. La tripulación de estos viajes a menudo incluía representantes religiosos, quienes encontraron una buena respuesta inicial hacia la fe de Jesús en la sociedad japonesa.
Las islas atravesaban entonces los momentos finales del período “de los estados guerreros”, conocido como Sengoku Jidai. Durante esta época, Oda Nobunaga comenzó el proceso de unificación de un territorito fragmentado y asolado por constantes guerras civiles entre los numerosos daimios: destacado estratega e implacable en el proceso de reunificación, Nobunaga rompió un equilibrio en el que cada señor había tenido control sobre sus dominios y no lograba imponerse a sus vecinos.
Cuando Valignano y Yasuke llegaron a Japón, Nobunaga había conquistado un tercio del país, incluidas sus arterias comerciales más importantes,. Su posición hegemónica frente a los otros daimios era reconocida por el emperador, una autoridad legitimada por el poder divino con residencia en Kioto que generaba respeto y veneración en toda la tenka, como se conocía al territorio de las islas.
Valignano y Yasuke permanecieron en Kyūshū por dos años; ahí Yasuke conoció la cultura y el idioma japonés, que llegó a hablar con fluidez. En 1581, cuando el misionero italiano decidió abandonar Japón, debió visitar a Nobunaga para pedirle permiso, como un gesto de cortesía. Durante el camino, Yasuke llamaba la atención: por aquel entonces la presencia de africanos negros en Japón no era común, aunque tampoco inexistente. Habían llegado con los portugueses, no se trataba de migración libre, y a menudo servían como guardaespaldas o mercenarios de los europeos.
El poderoso daimio, una persona muy ávida de conocimiento, también se vio atraído por el guardaespaldas del jesuita. El desconcierto de Nobunaga ante Yasuke fue total, según se ve en otro episodio que quedó registrado para la historia: de acuerdo a la biografía del daimio escrita por uno de sus vasallos, Ôta Gyûichi, Nobunaga pensó en un principio que la piel de Yasuke estaba pintada, y lo hizo lavar.
Rápidamente entablaron conversación. Los relatos en japonés del africano, conocedor de costas muy lejanas que el daimio nunca había pisado, maravillaron al poderoso líder, que ya era reconocido por sus pares como “el Señor de la tenka”.
También es probable que Nobunaga se sintiera impresionado por la fortaleza de Yasuke, un luchador curtido, y por su altura, que pasaba el metro ochenta cuando el promedio de los ciudadanos japoneses era de un metro con cincuenta centímetros.
En un gesto de buena fe, Valignano le permitió a su guardaespaldas quedarse en Japón bajo las órdenes de Nobunaga. El daimio adoptó al guerrero, al principio como escudero, y lo llamó Yasuke, apodo con el que lo identifica la historia.
Al escribir los caracteres que forman la palabra, la Dra. Onaha analiza su significado: “Yasuke aparece escrito con los caracteres chinos 弥助, aunque hay otras versiones. Mi traducción libre sería algo así como ‘ayuda de refuerzo’. En general cuando se eligen los caracteres chinos para un nombre personal, es por su significado de buenos deseos o cualidades deseadas de las personas”.
Yasuke como samurái
Yasuke se estableció en la residencia de Nobunaga: el castillo de Azuchi, una fortificación de siete pisos construida en la cima de una escarpada colina, bordeada por el lago Biwa. Ahí el guerrero recibió de manos de su señor una katana, la espada que simbolizó su entrada al estrato social de los samurái.
Al recibirla, se convirtió en el primer caso registrado de un no japonés que alcanzó esa condición. Aunque pueda haber habido otros nombramientos similares de los que no se tienen registros, el poderío que Nobunaga tenía entonces le da al nombramiento de Yasuke una caracterización más importante en la historia de los samuráis.
Como explica la Dra. Onaha, el estatus de samurái en esa época de estados guerreros se aplicaba a discreción de los daimios, lo que hizo que la carrera de las armas fuera uno de los motores más claros de movilidad social: “Hasta los campesinos podían tomar las armas y comenzar su carrera militar, volviéndose samuráis si hacían los méritos necesarios. El caso de Yasuke, en ese sentido, no sería excepcional, porque ganó la confianza de Nobunaga”.
Las aventuras de Yasuke con Nobunaga
En 1578 Nobunaga renunció a los títulos otorgados por el Emperador, mudándose de la ciudad imperial de Kioto. Recluido en su impenetrable fortaleza de Azuchi, desarrollaría un proyecto político que incluía el culto religioso de sí mismo.
Su reinado se caracterizó por la conquista territorial a través de la guerra, para la que contaba con un ejército que, combinado a los de sus aliados, superaba los 40.000 hombres.
Yasuke se unió a las filas de esa fuerza militar, la primera de la historia japonesa en fabricar sus propias armas de fuego: el ejército de Nobunaga fue pionero en el uso del arcabuz, un arma cuya tecnología habían introducido los portugueses y que él comenzó a producir con el nombre japonés de Tanegashima. En la actualidad, algunos de estos arcabuces japoneses pueden verse en el Museo de Armas de la Nación, en la Plaza San Martín del barrio porteño de Retiro, en la Ciudad de Buenos Aires.
Además, su ejército también fue el primero en Japón en utilizar la formación en líneas sucesivas de tiradores, debido al tiempo que se demoraba en cargar estas armas, lo que les garantizaba mayor poder de fuego.
Hay certeza histórica de que Yasuke acompañó a Nobunaga en la campaña de 1581 que el daimio emprendió sobre las tierras de la provincia de Iga (actual prefectura de Mie); el diario del vasallo de un aliado de Nobunaga que lo vio caminar por el campamento militar así lo atestigua.
Fue una campaña con implicancias personales para el señor de la guerra, ya que en 1579 su hijo Oda Nobukatsu había intentado sin éxito conquistar esas tierras. Pero esta vez el poderío del conquistador estaba en su cúspide: su ejército era vasto, moderno y ya se había adueñado de todas las provincias que rodeaban Iga.
Las victorias fueron rápidas y contundentes. Yasuke podría haber participado de una de sus batallas más dramáticas: el sitio del castillo Hijiyama, donde los últimos defensores de Iga resistieron por días. Tras batallas sucesivas que se desarrollaban por la noche en un intento de quebrar el perímetro, las fuerzas de Nobunaga consiguieron incendiar la estructura, poner fin a su defensa y anexar Iga a los dominios de su señor.
El fin de Nobunaga ¿Y de Yasuke?
El 21 de junio de 1582 Nobunaga y Yasuke se encontraban en el templo de Honno-Ji, en Kioto, la ciudad imperial donde el daimio hacía una visita antes de partir a la conquista de las provincias de Echigo y Sinkoku. Al tratarse de una ciudad sagrada, sólo lo acompañaba su guardia más cercana, formada por 30 hombres, entre los que la historia ubica a Yasuke.
Ese mismo año, el señor de la guerra había derrotado a su principal oposición, el clan Tankeda, y se preparaba para acceder al poder absoluto en Japón.
Pero sus planes no llegaron a concretarse: Akechi Matsuhide, uno de sus oficiales, decidió traicionarlo para ocupar su lugar. El conspirador ordenó a sus 13.000 soldados atacar el castillo de Honno-Ji, donde la comitiva de Nobunaga intentó, en vano, resistir. Viéndose sobrepasado, Oda Nobunaga se recluyó en uno de los cuartos del palacio y tomó salida más honorable para la época: el seppuku, un ritual suicida guiado por el bushido, código ético de los samuráis.
A pesar de la velocidad con la que se desenvolvía su caída, Nobunaga siguió los pasos del ritual con parsimonia oriental: le ordenó a Yasuke desenvainar su katana y aguardar una señal sólo por ellos conocida. Entonces, el hombre que había estado a punto de reunificar Japón bajo su puño tomó una daga y se realizó un profundo corte en el abdomen, yendo de izquierda a derecha. Cuando el dolor fue insoportable, hizo la señal y su fiel guerrero africano lo decapitó de un saque, como marca la tradición.
Para evitar que su cuerpo fuera exhibido como un trofeo, dejó instrucciones expresas de quemar el castillo, y así se hizo. Las leyendas surgieron alrededor de su cabeza perdida. Según la tradición oral de la familia Nobunaga, Yasuke fue el encargado de llevar el único resto que quedaba de su amo al castillo de Oda Nobutada, el hijo mayor de Nobunaga.
Pero hasta allí también llegaron las tropas de Matsuhide, y tras un combate encarnizado la fortaleza cayó y Nobutada repitió el protocolo suicida de su padre e incineración del palacio para que su cuerpo no fuera recuperado.
El destino de Yasuke a partir de ese momento es incierto, aunque se sabe que sobrevivió a ambos asaltos. Según las fuentes documentales, el poderoso instigador Akechi Mitsuhide decidió liberarlo por no considerarlo ‘humano’.
El conspirador que lo dejó vivir fue asesinado poco después por un oficial fiel a Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi, que asumió el poder y continuó el legado del daimio muerto, convirtiéndose así en el segundo de la línea de “los tres grandes hombres” en la historia del Japón moderno, que comenzó con Nobunaga y culminó en 1600 con Tokugawa Ieyasu, gran reunificador del país, cuyo clan gobernaría las islas por dos siglos y medio.
La vida de Yasuke ya no sería parte de esa historia. Se sabe, por la omisión, que no volvió a servir como samurái para Hideyoshi. Desapareció de los registros. La Dra. Onaha plantea que, al haber todavía grupos de misioneros operando en Japón, Yasuke podría haber vuelto a unirse a sus órdenes, un final abierto y a la vez circular para la historia del guerrero.
La historia se ocupó de que nadie nadie pudiese igualar la hazaña del samurai africano: el cristianismo que lo llevó a las islas fue prohibido en 1613 y sus practicantes castigados con la muerte por las autoridades budistas; en 1635 el país cerró sus fronteras, y todos los extranjeros fueron expulsados como parte de lo que se conoció como sakoku o país cerrado, una política aislacionista que resguardó a la sociedad japonesa del influjo del resto del mundo hasta 1858.
Yasuke en la cultura popular
El paso del tiempo convirtió a la figura de Yasuke en una leyenda oral en la cultura japonesa. Recientemente, según señala la Dra. Onaha, el interés por el samurái africano se combinó con una reflexión mayor del país asiático sobre ese período histórico: “en las últimas dos décadas, en el mundo académico se ha comenzado a prestar atención nuevamente al llamado siglo cristiano o ibérico en Japón (siglo XVI) o ibérico y se han producido muchos trabajos por investigadores”.
En el caso de Yasuke, además, una serie animada japonesa o anime retoma al personaje de una manera libre, mezclando flashbacks con la historia verídica del guerrero africano junto a una historia situada en los momentos posteriores a la caída de Nobunaga, combinando la trama con elementos de magia y fantasía. En la serie producida por Netflix, la voz de Yasuke es la de Lakeith Stanfield (Selma, Atlanta).
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