La isla de la fantasía
BUDAPEST, Hungría.- Entre los diversos looks que uno puede cruzarse en un festival de rock, el más llamativo es ese muchacho que en las perforaciones de sus orejas ubicó dos corchos de botellas de champagne. Es, al menos, original. Y desde esa pequeña anécdota en la puerta de entrada, todo será una gran locura en el Sziget Festival, el encuentro más importante del centro de Europa, que durante una semana reúne a más de un millón de personas cada año.
Lo primero: no hay vecinos que se quejen. Como en un cuento, todo se desarrolla en una isla en el centro del Danubio, que se llama Hajogya´ri Sziget, donde antiguamente funcionaba un astillero. Entre los extranjeros, "la isla de la fantasía húngara" está habitada por mayoría de ingleses y alemanes. También hay muchos españoles, finlandeses, y siempre es bueno encontrar un argentino, Nuria Marrodán, de Buenos Aires: "Estaba de viaje acá en Europa, no me lo iba a perder". ¿Para qué seguir con las nacionalidades? Es una feria mundial. Además del principal, hay una docena de escenarios diferentes: gitanos, afrolatinos, tecno, jazz, funk. Todos conviven en paz hasta que un par de "hooligans", tras deleitarse con dos baldes de cerveza, le tiran una mesa por la cabeza a una pareja húngara. Pero la calma vuelve enseguida. Cada uno de estos lugares tiene sus puestos de venta de artesanías y comidas típicas de cada área. Y hay una carpa gay, el Magic Mirrors.
Normas no escritas para el turista: con excepción de la marihuana, nadie se droga delante de otra gente. Por respeto. Hay un rincón de la isla para el que tiene gustos más pesados. De allí, cada tanto, alguien que perdió el conocimiento es arrastrado hasta la enfermería. Las carpas para acampar pueden armarse en cualquier lugar, menos frente a los escenarios o en los caminos principales. ¿Por qué habrá elegido ese grupo de noruegos instalarla justo entre los cuatro enormes contenedores de basura? Por cierto, ¿no habrá más basureros? Eso ya está desbordado; claro, es el último día.
Si tiene la suerte de tener el pase semanal, no necesita salir del islote por nada. ¿Qué necesita? Hay supermercado, cajeros automáticos, locutorios, farmacia, heladería. Lo que quiera. ¿El tercer día no hay bandas atractivas? Puede ser. Elija: torneo de fútbol tres contra tres, ping pong, malabaristas, obras teatrales improvisadas, bungee jumping desde una grúa que lo eleva a 45 metros?, ¿¡clases de yoga!? Sí, también hay un stand para usted.
Ultimo día: los escoceses The Hives arrancan con todo. Entran los húngaros Sex Action, que tienen fanáticas muy provocativas con remeritas rosa ajustadas que dicen en la espalda: "Access all areas". Cierran los Good Charlotte. Antes pasaron Morcheeba, Korn, Franz Ferdinand, Nick Cave & The Bad Seeds.
¿Y esa fila enorme? El Luminarium Amozozo. La chica de la puerta advierte en inglés: "Las zapatillas quedan afuera; aquí dentro, prohibidos los cigarrillos". Es como un pelotero gigante, con forma de castillo. Acá no se salta encima, se camina por dentro. Mucha oscuridad, luces psicodélicas, un gas que le da color especial a todo. Los que están colocados disfrutan más, gritan y se ríen a carcajadas. Cada tanto hay que sacar a alguno que se quedó dormido. Fueron muchos días de inolvidable agitación.