Superó una grave lesión medular y ahora es presentador de televisión: “ Fue el comienzo de un nuevo capítulo”
La vida de Matthew Bassett cambió para siempre en un viaje a la playa hace 11 años; hoy quiere demostrar que la vida no se acaba tras una grave lesión de médula espinal: “Desde mi accidente le digo que sí a todo en la vida”
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Empezó como un día común, pero se convirtió en uno que jamás olvidaría. Tenía 19 años y recuerdo que había sol cuando llegué al bello pueblo costero de Broad Haven en Pembrokeshire, Gales, el 13 de mayo de 2011. El mar lucía glorioso e invitaba a meterse. Me puse el short de baño y me quité los zapatos. Corrí a la playa, me zambullí y golpeé mi cabeza contra un banco de arena. El caos que se desató fue inolvidable.
El pánico corrió por mi cuerpo al darme cuenta de que no podía mover brazos y piernas y estaba en riesgo de ahogarme. Es asombroso cuánto tiempo puede aguantar la respiración una persona, sabiendo que la vida se te puede ir con una ola. Recé, pensé en mi familia y exhalé. La paz reemplazó al miedo, las olas se calmaron y cerré mis ojos. Como podrás notar leyendo esto, sobreviví.
Esa primera respiración fuera del mar fue el aliento de oxígeno más revitalizador y dulce. Recuerdo una reunión sustancial de curiosos intentando averiguar que había pasado en esa playa pacífica.
Meses en el hospital
Tras sacarme de la playa se decidió que una ambulancia aérea era la mejor forma de llevarme al hospital. Fue mi primera vez en helicóptero. Las hélices sobre mi cabeza eran fascinantes y casi me hacen dormir. Pero los paramédicos no me dejaban.
“Sigue hablándome, Matthew”, fue algo refrescante de escuchar. Por lo general me piden que me esté tranquilo. A los 20 minutos llegamos al Hospital Universitario de Gales en Cardiff.
Mi mamá me encontró cuando me llevaban a la sala de emergencia. No puedo imaginar cómo se sintió cuando el doctor le explicó que sospechaba que tenía una vértebra cervical fracturada. No recuerdo mucho de esa noche: una mezcla de pitidos, zumbidos y sanitarios diciéndome que todo estaría bien.
Tras varios escáneres me pusieron un cuello ortopédico. También colocaron una cinta sobre mi cabeza y la ataron a la cama para prevenir que me hiciera más daño moviéndome. Entonces vino la noticia: me había fracturado una vértebra cervical que requería cirugía. Una lesión tan alta en el cuerpo puede afectar con frecuencia a las cuatro extremedidades, llamada tetraplejia.
Había una alta probabilidad de que jamás volviera a caminar. No puedo recordar cómo me sentí escuchando eso. Tras la conmoción del día, no me di cuenta de la magnitud de todo hasta días después.
A la mañana siguiente tenía cita en el quirófano a primera hora para intentar arreglarme. Tras un par de semanas de recuperación, me transfirieron a la unidad de rehabilitación espinal del Hospital Rookwood en Llandaff, Cardiff, para aprender a vivir otra vez como una persona sin movilidad en las piernas, intestinos incontrolables y un catéter.
Estuve en cama durante tres meses. Pararme y sentarme en una silla de ruedas era el siguiente desafío. Se establecían objetivos cada mes con vistas a ser dado de alta, como montarme en un carro y conseguir meterme y salir de la cama.
Regreso al hogar
Finalmente, tras 10 meses de duro trabajo, fue tiempo de volver a casa. No era el mismo hogar que dejé aquel viernes 13 de mayo, sino uno nuevo.
Se sentía extraño ir a una nueva propiedad, pero al mismo tiempo era un nuevo comienzo. La casa en Pencoed, Bridgend, había sufrido un par de adaptaciones: una rampa en la puerta, una llave de contacto automática y baño.
Extrañaba el hospital. Era demasiado tranquilo en casa, sin pitidos, ronquidos sonoros, sin tés servidos y sin atención todo el día. Estar en casa fue cuando de veras empezó la rehabilitación y fue duro.
La vida se sentía genial cuando estaba con mis amigos y familia, pero golpeaba cuando no había nadie. Honestamente no sabía cómo lograr una vida plena. Sin embargo, recibir más horas de cuidado para tener un asistente personal me dio más tiempo para practicar habilidades que me harían más independiente.
Cosas como vaciar la bolsa de mi catéter significaba que podría salir por mi cuenta y tomarme unas cervezas sin necesitar ayuda de nadie. A veces se necesita de un impulso para cambiar. Para mí fue poder ir solo al baño.
“La vida no se acaba tras una lesión de médula ósea” es una frase que me he taladrado desde mi accidente. Entenderlo tomó tiempo.
Pero una vez arranqué, aprendí a meterme en la cama, viajar de forma independiente en tren y volver a volar.
En 2014 me ofrecieron un trabajo como consejero independiente de la misma sala donde me trataron la lesión. Estaba encantado. Nueve años después, sigo trabajando allí y continúo conversando con los pacientes sobre la vida tras la lesión.
Es un trabajo que me gusta y tomo en serio porque sé la importancia de ver y escuchar sobre una vida plena tras una lesión así. Sí, la vida es diferente y puede ser complicada a veces, pero también puede traer las sorpresas más bellas e inesperadas. Cuando era un paciente, conocí a una maravillosa estudiante de enfermería llamada Amanda que tenía la mejor técnica de lavado de pelo.
Siempre que estaba de turno le pedía que me peinara y hablaba con ella. Tristemente su pasantía terminó y no la vi durante unos años. Entonces, en 2017, nos encontramos y nos citamos para tomar unas copas por Navidad.
Desde entonces no hemos parado de vernos. Nos casamos en abril de 2021. Era la novia más bella en el día más bello.
Otro capítulo
Desde mi accidente, decidí decir que sí a todas las oportunidades que se me aparecen, algo que me ha convertido en presentador de televisión del programa Weatherman Walking de la BBC en Gales.
Me siento afortunado de viajar a través de Gales y grabar filmes mostrando que no importa si necesitas una silla de ruedas para moverte, siempre puedes tener una aventura.
Mi historia pudo haber terminado el día de mi accidente, pero no fue así. Fue el comienzo de un nuevo capítulo.
Por lo que sea que estés pasando, graba cada momento especial que puedas. Comprende que los tiempos duros llegan, pero no se quedan. Hay un futuro brillante por delante. Puedes hacerlo.
Por Matthew Bassett
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