Construida por el empresario Bernardo Ader en 1912, es eje de leyendas que van de los nazis a una imitación de la Torre de los Ingleses; dónde está y cómo visitarla
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Sobresale en el barrio de chalecitos y fábricas. Las construcciones de poca altura que la rodean potencian su impactante porte. Todos la llaman Torre Ader, pero fue bautizada como Torre de la Independencia. Ubicada en el corazón de Villa Adelina, es una de las joyas del Partido de Vicente López. “Siempre fue una gran incógnita”, reconoce la antropóloga Alicia Irene Rebollar, quien, desde hace décadas, investiga la historia de este emblemático monumento, una de las curiosidades que depara el inabarcable conurbano bonaerense.
A unas cuadras antes de llegar, ya se la ve emergiendo entre los techos de tejas y la frondosa arboleda. Y en esa primera mirada es imposible que no aparezca la comparación con ese otro ícono porteño que es la denominada Torre de los Ingleses, formalmente rotulada como Torre Monumental, emplazada frente a las barrancas de la plaza San Martín y de la estación Retiro. No falta quien afirme que la de Villa Adelina llegó para copiarse, aunque tal cosa no sea veraz.
“No se sabe muy bien por qué se construyó, aunque circulan algunas ideas. Lo cierto es que fue proyectada por don Bernardo Ader, quien era el propietario de estas tierras, junto a su hijo”, explica Rebollar.
El singular atalaya pertenece al área de la Secretaría de Cultura del Municipio de Vicente López. Este símbolo inequívoco de Villa Adelina se encuentra en inmejorable estado de conservación y mantenimiento y puede ser visitado libremente. Para los que se atreven a los 217 escalones del mármol de una escalera coqueta que serpentea el interior, la panorámica a 42,3 metros de altura es imperdible. Desde lo alto se divisa todo el Partido de Vicente López y buena parte del conurbano y la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires. Desafiando a las construcciones que emergieron en las últimas tres décadas, desde el mirador aún pueden observarse algunos tramos de la costa del Río de la Plata.
Además de ser un sitio de interés patrimonial, en el lugar funciona el Archivo Histórico Municipal, cuyo coordinador es Eduardo Rodríguez, un enamorado de la torre, quien recibe a LA NACION con el esmero de quien abre las puertas de su casa. En este caso, una casa que luce radiante, lustrosa y brillante.
A la edificación la rodea un jardín circular, espacio que es utilizado para la realización de conciertos o proyección de películas, siempre con ingreso libre para los vecinos. La escalera doble que lleva hasta el foyer anticipa el estilo elegante de la construcción.
Tocar el cielo
Luego de hacer pie en el foyer de planta baja, donde una gigantografía da cuenta de la historia de la torre, una escalera pegada a las paredes se elevará más de cuarenta metros en busca del punto más alto de la construcción.
Los peldaños de mármol y una baranda de exquisita herrería son enmarcados por paredes de un blanco acético que albergan imágenes históricas de Vicente López. A pesar de la protección, algo de vértigo aparece si se observa hacia abajo.
En lo más alto, un mirador de 360 grados recibe a los visitantes. Desde allí, se puede observar la parte más alta de la torre y su trabajada arquitectura. Aunque los ojos rápidamente se pierden en la inmensidad del Conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires. La torre de gas de Avenida de los Constituyentes y General Paz, Campo de Mayo, los edificios más altos de la localidad de Tigre, las torres que surcan el bajo y hasta la torre del Parque de la Ciudad, ubicado en Villa Soldati, emergen ante el ojo atento. La vista es imponente, la frutilla del postre al esfuerzo de alcanzar la cima tracción a sangre.
Ader, el benefactor
“Bernardo Ader fue un inmigrante francés que llegó en 1860 a la Argentina, proveniente de la zona de los Pirineos. Se dijo que su inmigración se debió a apremios económicos, pero también es posible que fuera un joven que buscara un poco más de libertad, teniendo en cuenta que venía de una sociedad patriarcal y con un sistema bastante opresivo. Más allá de los fundamentos de la Revolución Francesa, la gente vivía en un sistema social y familiar muy conservador. En cambio, en América, se vivía de manera mucho más libre, con mayor iniciativa”, sostiene Alicia Rebollar, quien es autora del minucioso ensayo La Torre Ader erguida entre fábricas y chalecitos.
Antes de la llegada de Ader al puerto porteño, ya habían llegado a estas latitudes su hermana y el esposo de ella, de apellido Bieckiert, quien se convertiría en el fundador de la famosa cerveza que convirtió a su nombre en una marca. Años después, ya instalado en Buenos Aires, Ader contraería enlace con una prima de su cuñado, de manera tal que las familias quedaron estrechamente unidas.
Los Ader, que eran grandes terratenientes, compraron las tierras de la zona donde se emplaza la torre hasta llegar a un total de 300 hectáreas, que abarcaban amplios sectores de los actuales partidos de Vicente López, San Martín y San Isidro. Hasta 1890, las tierras estaban a nombre de Bieckert, quien decidió cerrar su cervecería, vislumbrando una profunda crisis económica del país, y regresar a Francia. En ese contexto, delega sus negocios en Ader, quien, a su vez, se dedicaba a la importación de muebles franceses, muy del gusto de la aristocracia argentina de ese tiempo.
“Se calcula que se comenzó a construir en 1912 y 1913, pero se inauguró recién en 1917. No hay nada demasiado documentado, pero una obra de esta envergadura tomaba su tiempo. El expediente de construcción se presentó ante la municipalidad en 1916. Esta era una zona de quinteros y floricultores, así que la construcción de la torre rodeada de campos llamó mucho la atención”, explica la investigadora. Desde 1909, la desolada inmensidad ya estaba conectada con Buenos Aires por el actual Ferrocarril Belgrano.
De las 300 hectáreas, don Bernardo Ader se reserva diez hectáreas para el uso familiar. En esa porción del terreno se construyó la vivienda particular, aunque había otras ideas en danza. La antropóloga Rebellar explica que “la idea era construir un castillo, para uso residencial, con una torre adosada”. “Sin embargo, la casa no se llega a hacer porque Eduardo y Enrique, los dos hijos varones de Ader, fallecieron en 1908, con una diferencia de 24 días, como consecuencia de haber contraído tuberculosis”. Ader iba a concretar la construcción de la torre ayudado por uno de sus hijos fallecidos, un avanzado estudiante de ingeniería. El empresario y su esposa conocían el dolor innombrable que significa la muerte de un hijo, ya que, tiempo atrás, Juanita, la pequeña hija de ambos, también había fallecido producto de la difteria. Ana, una cuarta hija del matrimonio, sobrevivió y permitió la continuidad del apellido. En 1911, luego de un prolongado tiempo de luto y depresión, Bernardo Ader retoma la idea de la torre. Finalmente, el proyecto es encargado a la empresa Artaza y Marino.
¿Imitación?
Sobre el pórtico de ingreso se lee “Mi derecho y Dios”, el inverso a “Dios y mi derecho” plasmado en la torre de Retiro. El juego de palabras es uno de los vínculos entre ambas construcciones. “Ader pertenecía a la Generación del ´80, por lo tanto, era un humanista. La frase no pone al hombre en lugar superior al de Dios, pero sí en un lugar de paridad. Para esta corriente, que elige el libre pensamiento, el hombre no estaba supeditado a la alteridad de Dios”, detalla Rebollar. Para la antropóloga “nada hace pensar que sea una copia de la Torre Monumental. Aunque parezcan similares, hay muchos detalles que no las hacen coincidir”.
Una de las primeras diferencias estaría dada por el sistema de construcción. La Torre de la Independencia se construyó con el sistema de hormigón armado, toda una innovación para la época.
Las similitudes aparentes entre las torres dieron lugar a un mito que se sostiene en la idea que el hijo de Ader que estudiaba ingeniería se había presentado en el proyecto de la Torre Monumental y, como no lo ganó, despechado ideó esta torre de Villa Adelina. Sin embargo, las fechas no coincidentes dejarían de lado esta teoría. Otra de las leyendas dice que esta torre da cuenta de la rivalidad entre ingleses y franceses.
“La torre expone reminiscencias del movimiento neoflorentino, pero sostenido en el eclecticismo, ya que se fusionan varios estilos”, describe la investigadora. El edificio fue realizado íntegramente con materiales importados. La minuciosidad de la construcción aún se percibe. Mármol, trabajo de herrería y detalles en yeso se alternan para conformar una idea arquitectónica elegante.
Mitología
Don Bernardo Ader no era una figura pública, razón por la cual poco se sabe de él y su vida está rodeada de algunos misterios. Tantos, como todo aquello que se tejió en torno a la torre construida en medio del campo. No falta la historia que lo pinta como un gruñón que mandó a construir la torre para observar, desde arriba, con inmejorable panorámica, cómo trabajaban sus empleados.
Con aún menos fundamento, circuló la idea de un vínculo entre Ader y los nazis. Se dijo que él era alemán, algo erróneo, y que había levantado la torre para observar y enviarse mensajes con los submarinos nazis que surcaban las aguas del Río de la Plata. Sin embargo, el empresario era francés y provenía de una zona que había sido ocupada por Alemania, con lo cual tanto él como su hermano sentían una gran rivalidad con la patria de Günter Grass. Tal era su orgullo francés que, cada 14 de Julio, entonaba a viva voz “La Marsellesa”.
Otro de los cuentos en torno a la torre sostiene que Ader había colocado un periscopio en el mirador y que, desde allí, pudo divisar al buque alemán Admiral Graf Spee, antes de sucumbir en la Batalla del Río de la Plata.
Más allá de las historias fantásticas, lo cierto es que la Torre de la Independencia no sucumbió al devenir de las décadas. “En 1967, las nietas de Bernardo Ader, ya mayores, donaron la torre al municipio”, explica la antropóloga Rebollar.
A pesar de su presente luminoso, hubo un tiempo en el que la desidia hizo estragos y el abandono opacó su señorial aspecto. Épocas de nulo interés en los que hasta fue intrusada para ser utilizada como vivienda.
Hoy, el área de Cultura del Municipio de Vicente López mantiene a la construcción en inmejorable estado y potencia la labor de ese centro de documentación que, además, cuenta con una frondosa hemeroteca, abierta a las consultas de la gente, con publicaciones de la zona cuyos ejemplares más antiguos datan de 1914.
Alguna vez, los 97 descendientes de Ader se reunieron en la torre, el sitio emblemático que oficia como un escudo familiar, quizás buscando encontrar allí las huellas de la sangre inmigrante que forjó el apellido en estas tierras suburbanas.
“Es parte de la vida de los vecinos”, finaliza Alicia Rebollar, luego de repasar la historia de este lugar que emerge en el vecindario mágicamente, como un mojón orgulloso que se eleva al cielo.
Torre de la Independencia. Triunvirato 3400, esquina Juan José Castelli, Villa Adelina, Partido de Vicente López. Abierto de martes a sábados de 12 a 18 horas. Ingreso libre con acceso al mirador.
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