Tuvieron una relación cuando ambos eran adolescentes. Para ella, el fin del vínculo fue solo el comienzo de una decisión de vida.
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Un amor desinteresado que combina romanticismo, pasión y lealtad y se basa en un compromiso inquebrantable. Así describe ella sus sentimientos hacia él. Y su recuerdo, aún 17 años después, todavía la hace vibrar como en un sueño que por momentos, siente que se convierte en realidad.
Lo conoció en el barrio, eran vecinos y comenzaron a cruzarse, una y otra vez, en diferentes reuniones y eventos sociales. Todo comenzó de forma inocente, ambos coincidían los fines de semana en el mismo boliche y pronto surgió la química entre ellos. “Empezamos con largas charlas en el boliche y por el chat de aquel momento- primero el Mirc y luego el MSN- y formalizamos la relación en septiembre de 2004. La noche que nos dimos el primer beso - en realidad nos matamos a besos en el medio del boliche- la recuerdo con lujo de detalles. Yo tenía ropa que me habían prestado mis hermanas: una musculosa fucsia y arriba una remera negra manga larga superpuesta como de costado y quedaba un hombro al descubierto. En ese momento me gustaba que podíamos charlar un montón. Me parecía divertido, aunque para todo el mundo era un chico serio, seco y amargo. Pero yo lo veía como una persona simple y buena. Con el tiempo me volví loca con todo de él. Su altura, su cuerpo fibroso marcado, sus hombros, sus rulos, todo”.
Lo que el tiempo no se llevó
Pasaron cinco años juntos y ella cree que fue el amor de su vida. Uno para el que las palabras no alcanzan cuando intenta describir un sentimiento que desborda el alma. “Él me hizo conocer el amor de pareja y me convirtió en novia. De hecho, mi rol de novia con él me quedaba bien, me salía bien, fluía, jamás tuve que forzar o pretender algo. Y así fue siempre mientras duró. Y lo que él me generaba lo resumo así: cuando se dormía en mi falda yo le tocaba el pelo, le miraba los párpados (cerrados), y lloraba”.
Los sentimientos que tiene hacia quien supo ser su novio son confusos. Muchos le dicen que, en realidad, después de tanto tiempo las personas cambian y que es extraño que ella siga enamorada de esa persona. En todo caso, ama al ideal de lo que fue. “Y entonces no me siento segura de decir que sigo enamorada de él sino de nuestra historia y de todo lo que él me hizo sentir. A veces me dicen que tengo una obsesión, y no lo descarto, yo escucho otras opiniones. O que mi problema es que soy demasiado nostálgica y que me cuesta aceptar el paso del tiempo y los cambios”.
El sentimiento perduró intacto por muchos años y a través de miles de momentos y situaciones que podrían haber colaborado a que desapareciera. Pero nada lo mueve de ese lugar especial que supo conquistar. “Cierro los ojos, me voy a cualquier escena de esos cinco años y vuelvo a sentir todo eso que sentía entonces. Solo por momentos, muy pocos, sentí enojo, pero duró poco. Y enojo no solo con él, sino también conmigo misma. Por el hecho de que en algún momento pude haber hecho (o no), o dicho (o callado) algo, y no lo hice. Y simplemente nos dejamos ir pensando en ese momento que era lo mejor. Claro, éramos chicos y nos faltaba vivir y elegimos continuar por caminos separados”.
La espera, ¿una decisión de vida?
Él se volvió a enamorar y formó una familia. Pero ella no pudo. Simplemente sintió que lo correcto era enfocarse en su carrera profesional y laboral. Y, aunque lo intentó, jamás pudo enamorarse como aquella primera vez. “Actualmente estoy en una relación. Pero no me pude enamorar de la forma en que me había enamorado de él. Para mí es la única forma que existe y es como que no acepto otro nivel de amor. Si no va a ser así de auténtico, intenso y real, pues que no sea nada”.
Con su pareja actual, tiene un vínculo sano y transparente. Lo conoció en el edificio donde ambos viven. Y sí, reconoce que volvió a repetir el patrón de la proximidad para elegir un nuevo compañero. Salieron una noche, se sintieron cómodos y los encuentros comenzaron a ser cada vez más frecuentes y amenos. “Pero yo iba más relajada que él y eso un día en particular le molestó y llegó a su casa con otra chica, a la cual vi entrar con mis propios ojos. Sentí un cuchillo en el corazón, la traición delante de mis ojos. Pensé en terminar todo en ese momento. Pero algo en mí que desconozco, que le ganó al orgullo que me caracteriza, decidió darle otra oportunidad. Aunque no sé si fue buena idea”.
Pasaron un lindo verano pero la pandemia complicó un poco las cosas. La incertidumbre, la soledad y el miedo a no saber qué pasaría los llevó a convivir. “Debo decir que él es muy buen conviviente pero yo no. Tenía ataques de llanto, angustia, sofocación, entre otros miles de sentimientos. Encerrada, separada de mi familia, con miedo, angustia y encima abriendo mi casa a alguien. Fue duro. Pero nos llevamos bien y tuvimos buenos momentos”.
Luego volvieron a una rutina un poco más normal y tomaron aire. Sin embargo, ella sabe que el hecho de vivir en el mismo edificio hace que tengan hábitos parecidos a la convivencia y eso no le sienta nada bien. “Pasé muchos años sola y me gustaba y por momentos (a veces más recurrentes) extraño esos aires de libertad. La realidad es que el rol de novia no me fluye y siento que lo hago muy mal. Trato de que aparezca esa mejor versión mía como novia que alguna vez fui pero no lo logro, no hay caso. Hoy tengo que forzar ser novia y darle el lugar que le corresponde al otro, compartir una vida de pareja, pero me cuesta. A veces siento que es un trabajo y no tengo la energía para hacerlo. Cuando me siento cansada pienso que renunciar a la relación haría mi vida más fácil. Y atravesando esa crisis me encuentro ahora”. Esa es, en resumidas cuentas, la crisis que se encuentra atravesando ahora.
En cuanto al amor de su vida, dice emocionada que sueña despierta una imagen de los dos juntos en un banco de plaza como si fuera un hogar para ancianos. “Tengo 33 años y he aceptado mi rol de ser yo la que sigue esperándolo. Quizás esa es mi idea de que en realidad yo lo voy a seguir esperando hasta ese entonces para que sea él quien me acompañe al final”.
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