“Los vecinos me mandan las fotos de sus barrios”, cuenta Natalia Kerbabian, quien ya hizo 45 ilustraciones y tiene otras 200 en carpeta
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Las ciudades se transforman y avanzan a su pesar, reconstruyéndose sobre sí mismas con una lógica a veces difícil de aceptar para los vecinos que, en el caso de Buenos Aires -y como diría Borges-, la juzgamos eternizada en el paisaje que nuestra memoria aloja. Es imposible no sentirse afectivamente atravesados. Crecimos rodeados de cúpulas, mansardas, esquinas, cuadras, plazas y rincones que construyen esa identidad común, por eso cuando de un día para el otro un cartel de obra anuncia alguna desaparición, vivimos esa pérdida casi como la de un ser querido.
Algo así sintió Natalia Kerbabian a mediados de junio pasado cuando descubrió dos casonas de 1888 a punto de quedar reducidas a escombros en Olazábal y Vidal. La topadora hizo su trabajo y conmovida por lo que acababa de presenciar, con una mezcla de bronca e incertidumbre, apenas llegó a su casa se sentó a dibujarlas. Luego de compartir la ilustración en Instagram una repercusión inesperada la animó a darle forma a un proyecto artístico que ahora tiene base en la cuenta @Ilustroparanoolvidar, donde desde entonces documenta mediante retratos esas arquitecturas modestas, y no tanto, que van desapareciendo, una suerte de homenaje póstumo que también es testimonio y denuncia. Ya se dedicaba a ilustrar por encargo edificios de todo el mundo, además de bitácoras de viaje, series temáticas y viviendas de personas que tienen cariño por sus espacios. “Necesité contar lo que está pasando de alguna manera, así que empecé a dibujar construcciones en riesgo y otras ya demolidas. Fue impresionante la recepción entre los vecinos, que ahora me escriben y mandan fotos y me cuentan sobre el patrimonio de sus barrios. Todo lo que la gente generó hizo que me sintiera muy comprometida” cuenta Natalia, nacida en Barrio Norte y arquitecta graduada por la FADU.
A la fecha ha reunido más de 45 ilustraciones y tiene otras 200 en carpeta surgidas de la colaboración espontánea con sus seguidores. En cada obra emplea una técnica mixta de dibujo a mano alzada en tinta y con pluma, que después digitaliza y colorea con acuarela, pero para que tengan valor documental primero investiga sobre el aspecto original del inmueble. Si pertenecía a un arquitecto, ingeniero o constructor conocido consulta libros, archivos históricos y revistas de arquitectura antiguas; también se apoya Google maps y Street view cuando es de autor desconocido. Una vez listo sube el material, incluidas las fotos de época, y si la construcción no existe más comparte imágenes de su reemplazo.
Enio Iommi y un abuelo apasionado por la filatelia
La gracia del trazo le imprime a las casas una vitalidad inquietante, como si fueran seres inocentes de su destino final. Ese detalle no es casual: Natalia tomó clases con el artista plástico Enio Iommi, y admite que es innegable la influencia de un abuelo músico y compositor, apasionado por la filatelia y fundador de una conocida tienda donde, además, coleccionaba cartas y postales de época. “Vengo de varios mundos, inevitables, pero que conjugan. Soy arquitecta por la FADU y tengo un posgrado o maestría ligado a la investigación proyectual de viviendas de escala media, en la cátedra de Sarquís. Hice bastante trabajo en la facultad y después seguí mi propio camino especializándome en reformas, metiéndome a fondo con el alma de la casa y las personas que la habitan. La escala de mis procesos siempre fue humana, particularizada: me interesa tu arquitectura, tu casa, tu espacio, tu hábitat. También pasé por el taller de Lito Cruz. Ahora estoy metida con el arte textil, pero dibujo desde que tengo conciencia” recuerda.
Sin proponérselo la cuenta de IG se convirtió en la voz de muchas personas que no son indiferentes a las transformaciones urbanas. La ilustración tiene una especie de magia que invita a reflexionar, convoca, tiene cierto movimiento y conecta con algo emocional, con lo sensible, con tantas memorias que conforman el espíritu de la ciudad, agrega la autora, que ya está pensando en la edición de un libro. “Hay una pulsión natural por resguardar esa peculiaridad de Buenos Aires y el crisol de culturas que representa; hay un recorrido de texturas que la fueron conformando desde su fundación, esa esencia que se palpita incluso en las obras literarias de grandes escritores como Borges y Cortázar. Esa energía de la Buenos Aires única se refleja y se percibe. Día a día recibo miles de mensajes de vecinos que defienden sus barrios a pulmón, registrando futuras demoliciones y las ya producidas, interesados en saber incluso que había antes en el lugar. A mí me pasa constantemente de ir caminando sin intención y encontrarme con algo irreparable, como hace poco, dos casas de arquitectura francesa hermosas demolidas en Rodríguez Peña casi avenida Santa Fe. El mismo día me puse a dibujarlas. Dos ejemplos irrecuperables que definían claramente la primera arquitectura”.
Una ley de patrimonio y el diálogo con el pasado
En Buenos Aires sigue vigente la Ley de Promoción Especial de Protección Patrimonial para aquellos inmuebles cuyos planos hayan sido registrados antes del 31 de diciembre de 1941, pero según un relevamiento realizado en 2011 por el gobierno porteño junto a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, hasta entonces existían al menos 140.527 inmuebles con algún valor patrimonial anterior a esa fecha, pero solo 18.000 merecían protección. “Existe hoy una imposibilidad de acceso a la vivienda, y sin embargo muchas podrían ser refuncionalizadas y habitadas. No creo que por antiguos todos los edificios deberían protegerse. De hecho, algunos están muy deteriorados o no relatan secuencias de patrimonio arquitectónico, emocional o histórico, y pueden dar lugar a nuevas propuestas, pero siempre que estén ligadas a las necesidades funcionales de la ciudad, que puedan dialogar y convivir con el pasado. Esa convivencia es riquísima. No es cuestión de tirar para hacer monoambientes, hay mucha información que debería tenerse en cuenta, inclusive con los edificios linderos. De repente sale una torre de importante volumen al lado de una casa que deja de recibir sol y luz natural. Esas operaciones son innecesarias, desconectadas de la trama y el entorno. Por eso creo que este movimiento artístico político de alerta, no partidario, se puede aplicar tanto hoy como dentro de 50 años, en cualquier lugar del mundo”.
Quienes quieran colaborar con el proyecto @ilustroparanoolvidar pueden comprar un cafecito a través de cafecito.app, a cambio Natalia entrega una lámina digital con la imagen de una de esas tantas casas que ya no están.
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