La histórica clasificación
Mucho puede decirse de Francia y sus vinos, dado que lleva tanto tiempo liderando varias categorías como espumosos, licorosos o destilados, que son ejemplos para el mundo.
Entre las regiones más destacadas se encuentra Bordeaux o Burdeos.
Bordeaux (al borde del agua), con su acceso directo al Atlántico, no sólo fue importante para el cultivo de la vid, sino por la facilidad de comercio y transporte hacia los países del Norte. Así se creó una ciudad rica, de familias nobles que eligieron construir Châteaux (castillos) para vivienda y que plantaron viña en sus jardines.
A mediados del 1800, ya se elaboraban muchos vinos de calidad que merecieron una suerte de ranking. Así, por orden de Napoleón III, tuvo lugar la clasificación en 1855 de los vinos del Alto Médoc, subregión de Bordeaux.
Los vinos tintos quedaron ordenados con las menciones Primero, Segundo, Tercero, Cuarto y Quinto Grand Cru Classé. También hubieron otras categorías para el resto de los vinos del Médoc y una excepcional para un Château en Sauternes. Recién en 1973 se hizo una revisión y un vino ubicado como segundo pasó a primero, siendo éste el único cambio en casi 160 años. Mucha gente vinculada a esta actividad cuestiona la clasificación y desde ya los precios que algunas etiquetas tienen.
Tal vez sea interesante entender que el vino sólo se mira de manera objetiva y fría en una cata a ciegas. De otro modo e indefectiblemente, se suma un factor emocional ineludible para cualquier consumidor o profesional entendido. Atrás de cada vino hay una historia, un lugar único y un grupo humano que con gran mérito despierta un encanto en los consumidores. Sin duda, los grandes Châteaux del Médoc son un ejemplo de eso habiendo ganado un prestigio indiscutible y un reconocimiento que con recelo han sostenido muchísimo tiempo.
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