La historia de Frank Abagnale, el estafador que fue contratado por el FBI por ser un as de las falsificaciones
Con menos de 20 años, pudo falsificar cerca de cuatro millones de dólares
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Frank Abagnale Jr. es reconocido en Estados Unidos y en varios países del mundo como uno de los mayores estafadores, impostores y falsificadores de documentos del siglo XX.
Este señor, quien paradójicamente dirige una compañía especializada en consultas de fraudes en la actualidad, fue durante los años sesenta y setenta un hábil y camaleónico criminal, quien desde muy joven se le vio esa destreza para falsificar cheques, hacer tretas y cambiar de identidad según las necesidades.
Frank nació en Bronxville, un condado cercano a la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 27 de abril de 1948. A los 12 años experimentó la separación de sus padres, quienes ya no se soportaban el uno al otro, pese a ya ser una familia. No obstante, su historia comenzó tiempo después. Según cuenta el propio Abagnale en su libro ‘Atrápame si puedes’, la primera persona a quien estafó fue su propio padre.
Criminal prodigio
Cuando Frank tenía 15 años, su progenitor le regaló un automóvil usado. En ese momento, al joven se le ocurrió una forma para ganar más dinero a costas de su papá. En un acto de gallardía, Frank le pide prestada la tarjeta de crédito a su padre, con la excusa de usarla para comprar repuestos para su nuevo carro. Ingenuamente, su papá aceptó la petición sin titubeos, ya que estaba enceguecido por el orgullo que sentía por su hijo.
El joven inmediatamente utilizó los fondos de su padre para comprar repuestos, tal como dijo. Sin embargo, poseído por las ansias de ser rico, se dedicó a vender estas piezas a precios más altos, con el objetivo de tener muchos dólares en efectivo.
No obstante, finalmente sintió la ira de su padre luego de que le llegara una extensa factura de 3.400 dólares estadounidenses de la época. Por esto fue enviado inmediatamente a un reformatorio en Westchester, Nueva York.
En 1964, Frank se enlistó en la Marina de los Estados Unidos, que en esa época era todo un motivo de orgullo, pues se trataba de la fuerza naval más poderosa del mundo. Sin embargo, siguió con sus intenciones de ganar dinero a cuestas de los demás, sin importarle el contexto. Tres meses después fue dado de baja por estos motivos, lo cual también le valió un arresto.
En 1965, viajó a California utilizando cheques en blanco del negocio de su padre en Nueva York. Abagnale fue nuevamente arrestado por robar un Ford Mustang, el cual perteneció a un vecino de un familiar. Se puede ver al oficial del FBI, Richard Miller parado junto al vehículo en una foto que apareció en la publicación del diario ‘Eureka Humboldt’, el 22 de junio de ese año. En ese momento Frank tenía 17 años.
Sin embargo, este arresto no lo detuvo y siguió usando la falsificación de cheques como su modus operandi predeterminado. Con el paso de los años, Abagnale se convirtió en un maestro del disfraz y de la falsificación de identidades. Según relató en su libro, tuvo un total de doce nombres diferentes, así como varias profesiones. Se puede destacar a ‘Frank Taylor’, nombre que empleó mientras fingió ser piloto en la aerolínea Pan Am.
Con menos de 20 años, las falsificaciones de cheques que hizo sumaron el monto de cuatro millones de dólares. Sin duda, este método le funcionó, y no pensó parar con esta metodología. Lo que no sospechaba era que ya estaban tras su pista. En 1969, luego de escapar de una condena de 12 años, se ocultó en el exilio yendo a Montpellier, Francia, lugar en el que fue detenido después de estafar a dos familias en Suecia e intentar robar un carro. Los vehículos terminaron siendo la mayor flaqueza de Abagnale.
Inmediatamente, Frank fue deportado a su país natal. Sin embargo, continuó con su carrera criminal. Utilizó su faceta como piloto de avión para viajar a distintas universidades, con la excusa de estar reclutando a nuevas azafatas para Pan Am. Sin embargo, este se dedicaba a pasar cheques sin fondo.
De villano a héroe
El esperado juicio en su contra llegó finalmente. Luego de tener un amplio recorrido falsificando cheques y documentos oficiales, se le imputaron cargos por suplantación de identidad, ejercicio ilegal de profesiones, fraude, falsificación de documentos, robo de bancos, entre varios más.
Fue ahí donde el gobierno federal estadounidense le ofreció la oportunidad de trabajar en el Buró Federal de Investigaciones, conocido popularmente como el FBI, a cambio de la condonación de su condena. Ayúdame, que yo te ayudaré. El cargo que le ofrecieron fue precisamente el otro lado de la moneda de su carrera criminal: colaboración en la lucha contra actos fraudulentos y la falsificación de documentos.
Ante semejante oferta, Abagnale aceptó y trabajó en el FBI durante cuatro décadas, hasta el punto de ser el mayor experto en temas de falsificación dentro del cuerpo de investigación. Luego de trabajar para el Gobierno, Frank fundó su propia empresa de asesoría en falsificación de documentos llamada ‘Abagnale and Associates’ y se hizo millonario luego de publicar su libro Atrápame si puedes en el año 2000, el cual fue adaptado a la pantalla grande dos años después, con la actuación estelar de Leonardo DiCaprio y Tom Hanks.
Sin duda, las decisiones tempranas en la vida son las que edifican el futuro de la misma. Pasar de ser uno de los mayores falsificadores del mundo a colaborar con la lucha contra aquello que lo hizo grande es una de las paradojas que enriquecen las opciones que el mundo le ofrece a la humanidad.
La redención llega porque llega, a unos, más despacio que a otros, pero lo más importante es que ese momento llegará cuando sea la ocasión ideal. Ahí es donde la vida da una segunda oportunidad.
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