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“Yo la puedo transitar”, escribió en el mensaje que envió a la persona que pedía ayuda para una gata que había rescatado en las inmediaciones de la cancha del Club Ferro Carril Oeste en el barrio porteño de Caballito. Su historia la había conmovido. La gata -que tan solo tenía un año de vida- había recibido una patada a la altura de su abdomen y necesitaba atención urgente. Su vida corría peligro.
Preparó todo lo necesario para alojarla por unos días en su casa. Sería solamente hasta que se recuperara. Pero cuando finalmente la gata llegó, Julia Blotta se encontró con un panorama que la dejó sin palabras. La gata rescatada, de nombre Aida, tenía las encías infectadas, un bulto ocasionado por un riñón hacia afuera producto de una patada y una severa dermatitis. Era domingo y las clínicas veterinarias estaban cerradas.
“Lloraba y maullaba sin parar”
Aida resultó ser una gatita amorosa, aunque dependiente. “No podía irme porque lloraba y maullaba sin parar. Los vecinos empezaron a quejarse. Tuve que explicar que estaba atravesando un problema de salud y que en cuestión de días mejoraría”, recuerda. Pero lo cierto era que el cuadro de la gata era complicado.
En la consulta veterinaria que hizo esa misma semana supo que la gata necesitaba ser operada de urgencia. Había que extraerle algunos dientes, acomodarle el riñón que estaba fuera de lugar y ocasionaba problemas y aprovechar la anestesia para esterilizarla.
“Hice una colecta para reunir el dinero necesario. Eran 65 mil pesos los que requería para cubrir todos los gastos. En tan solo dos días, con la ayuda de mucha gente de buen corazón, pude reunir la plata. Saqué un turno, la llevé el día estipulado y luego de tres horas de esperarla fuera del quirófano, finalmente me comunicaron que se encontraba estable, recuperándose en una sala contigua”.
Una noticia inesperada
Había salido todo bien aunque había un detalle que nadie había advertido: Aida estaba preñada. Pero sus cachorros se encontraban sin vida. El embarazo iba a ser inviable y representaba un riesgo extra para su delicado estado. “La llevé a casa y cumplí con la difícil tarea de darle todos los medicamentos que me habían indicado. A medida que pasaban los días, Aida se encontraba cada vez mejor”.
Sin embargo, todavía se mostraba muy dependiente de la presencia de Julia. Una conocida que estaba al tanto del caso le recomendó Flores de Bach. “En cuanto empezó a tomarlas, dejó de llorar y de perseguirme por la casa. Los vecinos ya no se quejaron más y a ella se la veía en paz y tranquila”.
Los amigos y el entorno cercano de Julia se enamoraron de Aida al conocer su historia de resiliencia. Hasta que una tarde, llegó el día con el que Julia había soñado: una compañera de yoga le dijo que quería sumarla a su familia. Hoy Aida está muy bien y es una gatita feliz. Salvar a animales y darles una oportunidad es una enseñanza al corazón que recomiendo profundamente. Todo lo que yo le di, ella me lo devolvió triplicado. Estoy agradecida de que haya pasado por mi vida”.
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