La guerrera del arte
Es la artista viva más influyente del mundo. En esta entrevista con La Nación revista, a días de llegar al país para participar de la primera bienal de performance, habla de la incomodidad como método para crecer y transformarse
Marina Abramovic está en San Pablo. Prendo la cámara porque creo que puede darle confianza verme la cara –aunque sea por Internet– y mirarme, como hace en los museos más importantes del mundo: se sienta y mira a la gente a los ojos. En 2010 se sentó 750 horas –jornadas de ocho horas durante tres meses– en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York en una retrospectiva de su carrera que se llamó The Artist is Present . Los visitantes llegaban al museo y hacían una fila que podía durar cinco horas. Atravesaban una sala de artistas desnudos que repetían acciones –performances– que Abramovic había realizado a lo largo de cuatro décadas de carrera y, si lograban llegar al final de la sala, se encontraban con ella sentada en una silla. Cualquiera podía sentarse enfrente suyo y mirarla a los ojos el tiempo que sintiera necesario. Una de esas personas fue Ulay Laysepien, un artista alemán que había sido su pareja durante trece años. Abramovic tenía los ojos cerrados y al abrirlos se encontró con su ex pareja. Tomó a Ulay de la mano y lloró. El video de aquel encuentro se viralizó por la Red.
Antes de convertirse en una celebridad del entretenimiento, filmar publicidades con Adidas, aparecer en videoclips con Jay-Z y ayudar a Lady Gaga a dejar de fumar, Marina Abramovic era radical. Empezó haciendo performance en Belgrado, a principio de los 70, cuando exponía su cuerpo, generalmente desnudo, a situaciones límites. Alcanzó el límite moral y físico. También, de provocación. En 1975, en una galería de Nápoles, Italia, decidió no hacer nada, sólo esperar qué hacía la audiencia con ella. Durante seis horas se paró inmóvil al lado de una mesa con setenta y dos objetos: desde un tenedor, un cinturón y una pluma hasta cadenas, tijeras, una hoja de afeitar y una pistola cargada. Tres horas pasaron antes de que algunos empezaran a desnudarla y cinco horas más hasta que una persona agarrara el arma y apuntara al cuello de la artista. Marina no hizo nada.
Hoy tiene 68 años y lleva su Método Abramovic a los museos más emblemáticos del mundo. A través de este método proclama que puede exponer a la audiencia a un espacio de concentración, meditación y permanencia. Llegará a Buenos Aires el 26 de este mes para dar una charla, y el 27 y 28 brindará un taller en el marco de la Primera Bienal de Performance de Buenos Aires (www.bp15.org). Aún en San Pablo, se ríe de forma amable de la primera pregunta.
¿Por qué creés que tu arte es importante?
Nunca voy a decir semejante cosa en toda mi vida. ¿Que mi arte es importante? Yo hago mi mejor esfuerzo para elevar el espíritu humano y contribuir a la conciencia del ser humano, pero si tengo éxito haciendo esto o no es algo que tiene que decidir la audiencia.
Si consideramos que el arte tiene el potencial de transformar a la audiencia y también al artista, ¿de qué forma dirías que te transformó?
De nuevo, me estás poniendo en una posición difícil al tener que decir que soy genial, y realmente no lo creo. Hay una frase muy hermosa de Woody Allen que dice: Hoy soy una estrella, mañana soy un agujero negro. Es así, las cosas van y vienen. Las cosas no me fueron fáciles en la vida. Cuando empecé con las performances era un tipo de arte que a nadie le interesaba, la gente pensaba que era ridículo y no tenía sentido. Desde hace cuarenta años que trabajo para poner la performance en el mainstream del arte, y finalmente hoy es mainstream, y por eso importa reflexionar acerca de qué puede hacer la performance por el ser humano. Y entonces sí, si es buena, cualquier performance más allá de la mía es transformativa. Transforma porque trata sobre concientizar y sobre la energía que se genera en el momento y la resignificación que hace la audiencia. Hay muchos buenos artistas que logran eso y mi rol es generar una plataforma para facilitar que la audiencia participe lo máximo posible y viva este tipo de experiencias.
¿Por qué elegiste esta disciplina? ¿Qué valor creés que hay en el cuerpo como medio expresivo?
Creo que lo más importante es encontrar la forma en la que uno puede expresarse mejor. No hay tantos artistas que pueden ser performers, no hay tantos artistas que pueden ser pintores, o escultores, o directores de cine, o escritores. Hay que encontrar la forma que mejor le queda a uno. Fui muy afortunada porque de chica me di cuenta. Fui pintora primero, pero a una edad muy temprana pude descubrir que la performance era mi herramienta. Pero ser un artista de performance era muy difícil, por eso de mi generación casi no queda nadie que lo haga. La mitad de mi generación está muerta o tiene instalado un marcapasos en el corazón, o ni considera hacer performance porque demanda demasiada energía. No estás en tu estudio, como hacen los pintores tomando un café y escuchando música mientras pintan, sino que tenés que estar frente a la audiencia todo el tiempo. Pero para mí el cuerpo es el mejor medio, el más directo, el más eficiente y el más estimulante. Creo que tuve la habilidad de expresar mi mensaje por medio de la performance.
Siempre tomaste riesgos con tu cuerpo. ¿Cómo lo cuidás? ¿Te exponés a períodos de desintoxicación?
¡Claro que sí! ¡Por eso tengo casi setenta años y sigo haciendo performance! Nunca podría hacer esto si no me cuidara mucho el cuerpo. Por ejemplo, nunca tomo alcohol. El cuerpo es la caja donde vive nuestro espíritu y si no lo cuidás... Es horrible llegar a viejo y estar enfermo. Así que para cada performance me preparo y mentalizo de una forma muy rigurosa. Uno de los talleres que voy a dar en Buenos Aires se llama Limpiando la casa, que trata sobre limpiarse el cuerpo y consta de que uno puede llegar a extremos tanto físicos como mentales. Sin embargo, aunque uno tenga un cuerpo balanceado, limpio y en buen estado, si no tiene la fuerza de voluntad y la determinación mental, no puede llevarse al extremo y no puede hacer lo que yo estoy haciendo. Hay que combinar la fuerza de voluntad con hábitos muy sanos. La gente a veces piensa oh, performance es cualquier cosa, es muy fácil, y se trata de una disciplina artística muy difícil. En mis inicios trabajé cortándome el cuerpo, sangraba, estaba desnuda. Pero al revés de lo que se cree, encuentro aquello más fácil que lo que hago ahora, donde tengo que controlar la mente. Si uno hace algo muy difícil durante media hora, una hora o dos horas, puede recuperarse. Pero hacer algo muy difícil durante tres meses, ¡eso es muy complicado! Hay que tener una mente muy enfocada para lograrlo.
Como en el MoMa en 2010...
Sí, y como ahora en San Pablo, que estoy curando la presentación de performers jóvenes que nunca trabajaron con la performance duracional. Los estoy guiando mientras ellos performan ochos horas al día durante dos meses. Así que después de esta entrevista me voy corriendo a ver qué están haciendo. Es muy difícil, a veces perdés concentración, no lo soportás físicamente y pensás que no llegás al día siguiente. Pero cuando lográs superar ese límite es increíble lo que puede pasarle al cuerpo y a la mente, y al público cuando ve la vulnerabilidad del performer. Todo es parte de un proceso muy interesante.
En tus inicios fuiste muy radical, podrías haber muerto en una de tus performances. ¿Qué pensabas en ese momento?
Es verdad, pero yo nunca pensé ese tipo de cosas. En la vida real sí tengo miedo a morirme, pero cuando hago performance me escapo a otro plano de realidad. En la performance no alcanza con dar el 100%, tiene que entregarse el 120. Como verás, estoy viva y me siento muy bien, y en la performance el punto no es morirse, sino que lo interesante radica en el hasta dónde uno puede llegar, porque eso nos va fortaleciendo día a día.
Entonces, cuando te acostabas en una estrella prendida fuego, ¿en ese momento no tenías miedo?
Tenía miedo antes y después, pero no durante. En ese momento uno no tiene miedo, está en un estado mental diferente. En la vida le tenemos mucho miedo a todo. Al dolor, a la muerte, al sufrimiento. Pero esto es exactamente lo que hago. Es decir, no quiero que estos eventos sucedan en mi vida real, pero sí los monto en frente del público, y utilizo la energía del público para transitarlos. Y así soy el espejo del público, si yo puedo hacer esto y sobrepasar mis miedos, vos podés hacer lo mismo con los tuyos. Y quiero poder transmitir esto, que el miedo no puede evitarse, hay que confrontarlo y atravesarlo. Nadie realmente cambia haciendo sólo las cosas que le gustan, ¡es tan fácil hacer las cosas que nos gustan! Pero no hay cambio o transformación. Ahora si hacés cosas que te dan miedo o no te gustan, es mucho más interesante, porque de estas situaciones se crece y se comprenden otras cuestiones.
Esa idea de salir de nuestra zona de confort...
Claro. En un estado de felicidad nadie quiere cambiar nada para no alterarlo. Pero nadie puede ser feliz todo el tiempo, la felicidad va y viene. Así que tenés que estar listo para la otra parte.
¿Recordás el momento cuando supiste que este era el camino que recorrerías?
No sé bien, pero desde muy chica pude hablar con seres invisibles y crear mis propios mundos mágicos, en parte escuchando música y escribiendo poesía. Es importante esto para crecer. Mi trabajo es muy emocional y siempre me interesé por las estrellas, y no sólo en el cosmos, sino qué hay detrás del cosmos, qué hay en los árboles, qué es la Tierra y mi propósito en la vida. Todas estas preguntas que me hago desde niña. Y no tengo las respuestas, nadie las tiene. Creo profundamente que sólo podemos disfrutar la vida si somos conscientes de que podemos morirnos en cualquier momento, de cualquier forma e inesperadamente. Y cuando tenés esta sensación, realmente vivís el presente disfrutando cada momento. Creo que aprendí a ver cosas, a sentir el dolor de otras personas, y que el propósito verdadero es elevar el espíritu humano, no empobrecerlo. No estoy interesada en reflejar la realidad a través de lo que hago, porque ya está bastante mal: hay hambre, hay guerra, corrupción, muerte, enfermedad. Lo que me interesa es alterar la conciencia, cómo a través de la conciencia podemos cambiarnos a nosotros mismos y entonces cambiar la realidad. Lo importante es pensar qué puedo hacer yo y cuál es mi trabajo. Además, sumarle mucha compasión y humildad, al menos eso trato, de estar siempre disponible. Hay tanta estupidez alrededor de los artistas cuando son arrogantes y se creen que inventaron el mundo.
¿Adónde pertenecés?
Pienso que soy como una guerrera que siempre está peleando por la verdad.
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Marina habla de Buenos Aires y piensa en tango. Cuando cumplió 50 años organizó una fiesta en Bélgica con un show al que llamó La danza urgente. "Les pedí a mis amigos, 450 personas, que vinieran a mi cumpleaños a bailar el tango. Tuve un profesor que me dio clases y aprendí también a bailar. ¡El tango luce tan bien el cuerpo! No bailo hace rato. Pero cuando llegue a la Argentina tengo ese deseo: tener un profesor de tango que sea viejo, pelado y bajito, que seguro me va a llegar por debajo de los senos, ¡porque soy muy alta! Hay algo en el tango, una melancolía y una belleza intensa. Voy a estar ocupadísima, pero realmente quiero ir en Buenos Aires a uno de esos lugares típicos de tango y milonga, donde va la gente grande.
Hace una o dos generaciones todo el mundo bailaba tango, pero cada vez menos.
La cultura de ustedes es impresionante, tienen directores de cine asombrosos, escritores y artistas. Nunca estuve antes en la Argentina y tengo muchas ganas. Además tienen fama de ser intensos y emocionales, así que estoy expectante de conocer su lugar. También pienso en los hombres que hay ahí, que todavía son caballeros y mantienen algunas costumbres de la vieja usanza, que se arreglan y se visten bien, y se sientan en los cafecitos mientras leen el diario. ¡Me da mucha intriga ir!
Igualmente acá los hombres pueden ser machistas y gritarles cosas a las mujeres en la calle o mirarlas de una manera que puede resultar muy incómoda. ¿Alguna vez mientras hacías una performance con tu cuerpo completamente expuesto experimentaste este tipo de mirada y te intimidó?
Tengo una actitud muy masculina cuando hago performance. Soy muy tímida en la intimidad, pero cuando estoy haciendo performance no vivo mi cuerpo con pudor, me valgo de él como un objeto, como si fuera una mesa o una caja. Para mí lo importante es qué expreso. De la manera en que vivo mi cuerpo parecería casi como si tuviera dos personalidades. Así que no experimento nunca esa sensación. Por lo otro, la verdad es que si me hacen un comentario o me halagan, me voy a poner muy feliz, porque vivo en Nueva York, un lugar donde nadie te mira. Volviendo al cuerpo, mientras estoy haciendo la performance, no me importa si tiene cicatrices, si estoy más flaca o gorda, es un cuerpo humano y mi vehículo. Cuando entrás en el estado performativo te convertís en tu trabajo y sos una especie de supervos, y esta diferencia es esencial. Después, la gente me pregunta sobre mi edad y si estoy envejeciendo. Y sí, lo estoy, ¡qué puedo hacer al respecto! Pero voy a seguir performando aunque esté en una silla de ruedas porque me voy a morir trabajando. ¡A los artistas nunca se los mete en una pensión, jamás!
Salvo por Yayoi Kusama.
Mirala, y sigue vigente, pintando como nunca. Lo genial de Kusama es que encontró una solución espectacular para el lugar en donde vive. La sociedad japonesa está tan llena de reglas y ella no quiere obedecer ninguna, así que se hizo pasar por loca para que la dejen hacer lo que quiera.
¿Cuáles son las cosas o los eventos en la vida que te inspiran a crear, a hacer arte y a pensar?
Cuando tengo momentos de vacaciones nunca las pienso como tales, son mis momentos de investigación. Voy a lugares alejadísimos, sin electricidad ni Coca-Cola, donde puedo conocer personas de culturas ancestrales. Yo las veo como personas de poder. Tienen un conocimiento milenario de cómo conectar con la naturaleza y consigo mismos. Nosotros estamos perdiéndolo cada día más. La tecnología nos tomó por completo y estamos perdiendo habilidades como la posibilidad de telepatía o diferentes percepciones que estas culturas mantienen. Entonces me gusta aprender de ellos. Desde hace cuatro años trabajo con chamanes en Brasil, pero estuve con aborígenes en el desierto australiano viviendo un año, trabajé con monjes tibetanos en cientos de oportunidades y retiros. Además de la gente son los lugares naturales los que me inspiran: los volcanes, las cataratas, las montañas, las formaciones rocosas. Esa es mi inspiración. No me inspiro en otros artistas, que es lo que siempre se cree, porque no me gusta inspirarme en fuentes indirectas: me gusta ir a la fuente. También me gusta conversar con científicos y neurólogos para conocer más sobre la ciencia.
Tendrías que venir a la Patagonia, ¡ahí sí se siente la inmensidad!
La tengo en mi lista, es uno de esos lugares donde Dios te dice hola. Ahora voy mucho a Acra, en Brasil, porque estamos filmando una película: Terra Comuna. La tierra donde vivimos, el planeta, es comunal. Hablo con personas originarias, con sanadores y especialistas en plantas naturales para entender la tierra en donde vivimos.
1975
En Insbruck, Austria, entró desnuda a la sala, tomó vino, partió la copa con las manos, se talló una estrella en el ombligo y se azotó la espalda. Terminó en el hospital
1976
En Ámsterdam conoció a Ulay, se enamoró y comenzó la etapa de su carrera que se denomina The Relations Works
1988
Con Ulay caminaron la Muralla China. Cada uno empezó desde una punta y se encontraron en el medio. Así, decidieron terminar de hacer performance juntos y terminar la relación
1988
Con la performance Balkan Barroque obtiene el León de Oro de la Bienal de Venecia
2011
Crea el Marina Abramovic Insitute para experimentar la performance duracional
El futuro
En 2016 terminará su tercer documental: Terra Comuna. Lo está filmando en Acra, Brasil, y entrevistó desde chamanes hasta aborígenes para acceder al conocimiento de ellos sobre el planeta