La gran batalla contra los mosquitos
Los temas de la semana son: el retorno del calor y la invasión de mosquitos. Es así que una clienta de esas que abandonan sus piletas cuando pasa el verano me llama, desesperada, pidiendo que saque el agua enverdecida, que no puede salir al jardín, que por culpa de su pileta convertida en estanque los mosquitos se pueden juntar con las manos como si fueran arena. Y allá voy, con mi bomba y mis ganas de hacer el bien.
Cuando llego, ella me recibe agradecida y se queja de que el Off naranja ya no hace efecto.
"¿Y cuando no haga más efecto el Off verde qué vamos a hacer?", bromeo. "Inventar el Off negro", dice ella, mientras me hace pasar, tapándose con un tul (quizá el que usó en su casamiento), y luego corre de vuelta a refugiarse puertas adentro.
-Disculpe, pero... ¿no tiene Off? -le pido luego, a través de la ventana, más con muecas que con palabras.
-Sí, tomá- me dice, y abre, apenas, para alcanzarme un Off naranja. Limpiar piletas fuera de temporada es aprender a estar solo frente al agua. En verano siempre alguien se acerca con algo para conversar y algún ofrecimiento encomiable: agua, jugo, gaseosa, cerveza, fernet. Pero después, pasado marzo, arrecian la soledad y el soliloquio. Alguna vez, en medio de esto, uno se anima a conversar con el agua o los sapos que pasean entre las plantas. Los perros también pueden ser buenos interlocutores, ellos siempre están fuera de temporada, o en eterna temporada de siesta. Son los meses en los que uno se vuelve más adicto a la naturaleza. Es el momento en el que uno paga las fiestas del verano. Paga con piel endurecida por el frío, erosionada por el viento, y con el deseo de estar en otro lugar: frente a una chimenea, en medio del humo del café. Y esta última semana la cosa es peor. No por el frío, tan débil. Sí por el viento, por los mosquitos. ¿A los mosquitos los trajo el viento? ¿Se acabó el presupuesto de fumigación en el conurbano? ¿Y el dengue, qué tiene el dengue para contarnos un día como hoy?
Bueno, un día como hoy, el diálogo no es con el agua ni con los sapos ni con los perros. Es con los mosquitos. La gente se atrinchera, te deja solo, y a uno no le queda otro remedio que el de ser el mediador en este nuevo desastre ambiental. Ahora entiendo a los mediadores de la policía, a los testigos falsos, a los infiltrados. Hay que tener agallas. Uno sabe que puede morir ahora mismo y permanece ahí, cumpliendo con la misión. No está mal, después de todo. Toda misión siempre es un poco suicida. Pero, ¿hay diálogo posible con los mosquitos?, ¿tienen un mensaje de paz, de reconciliación?, ¿lo tenemos nosotros o somos todos un virus imparable?
Mientras vacío la pileta mi clienta se entretiene con alguna serie o chatea con sus amigas o trabaja en su computadora. Todo menos ser testigo de la masacre que los mosquitos hacen en mis manos, en mi cara. Se ríen de mí y del Off naranja. No parecen muy dispuestos a conversar. Es una fiesta sin diálogo, y yo soy un largo vaso de fernet. Me gustaría poder tomar de mí mismo, al menos, y así equilibrar una situación. Pero me voy vaciando, como la pileta, de a poco, hasta secarme.
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