La fiebre por Testino invade Buenos Aires
¿Quién no ha escuchado por ahí que la fotografía ha sido profanada en los últimos años? Si las compañías de celulares batallan por la cantidad de megapixeles en sus cámaras de fotos, cientos de aplicaciones ofrecen la posibilidad de filtros al alcance del hombre común y Ellen DeGeneres marca un hito en la historia de Twitter con una foto selfie. Por otro lado hay quien argumenta que las nuevas tecnologías no son ni buenas ni malas, y que, en todo caso, hasta renuevan los votos de un arte hoy reconocido como tal.
Como sea, nunca más excitante el contexto para recibir la primera muestra de Mario Testino. Hoy, cuando todos somos fotógrafos, nadie lo es. Y Testino nos lo dice en la cara. Conocí al señor Testino el miércoles último por la tarde, en un cóctel de bienvenida en la embajada británica. Escoltado por Iván de Pineda y Facundo Garayalde (sus amigos íntimos), de impecable traje mostró su sentido del humor y mirada lúcida. Luego de unas palabras del embajador, John Freeman, saludó atentamente al grupo de influencers que allí se daba cita: de Marcela Naón (una de las pioneras locales en el asesoramiento estratégico de marcas) al artista Grillo Demo o Fabián Perechodnik, director de Poliarquía.
Anteayer al mediodía, en la Casa de la Cultura, Mauricio Macri le entregó la distinción de personalidad destacada del arte de la ciudad de Buenos Aires. Y otra vez demostró una soltura que fascina: mientras posaba para la foto oficial, sacó una pequeña cámara (que parece que lleva siempre consigo) y tomó, él mismo, la foto de la foto: periodistas y fotógrafos, en pleno ejercicio y sin quererlo, terminaron siendo objeto de su refinada lente.
Si hasta acá la fiebre Testino podía presentirse, por la noche sumó aún más temperatura: el Malba lo recibió junto a varias personalidades en el pre-opening de la muestra In Your Face auspiciado por Citi. Un gran evento por varios motivos. En primer lugar, por la obra en sí. Las 122 fotografías que allí se exponen quitan el aliento. Impactan con colores estridentes y provocativos contrastes: recorren el realismo y el surrealismo, la publicidad y la imagen autobiográfica, la elegancia y la irreverencia. En segundo lugar se debió al montaje en sí. El Malba dejó de ser ese museo moderno de líneas rectas y luz blanca para replicar las paredes de un palacio, con molduras de estilo francés y paredes de color azul intenso. En tercero, a la reunión misma, que encontró a la academia de María Kodama con la psicodelia de Marta Minujín y la belleza incondicional de la supermodelo brasileña Izabel Goulart.
Pero, por sobre todas las cosas, se debió a algo que no ocurre muy a menudo con personalidades de semejante talla: a que el artista estuvo presente. Recordaba una muestra en el MoMA de Nueva York, hace cuatro años, de la serbia Marina Abramovic, en la que el epicentro de la misma era ella, sentada en una mesa durante todo el día, lista para ser observada. En el caso de Testino, además, uno podía conversar con él, conocerlo. Como un rock star, todos (sin excepción) querían apretarle la mano, cuando no sacarse una foto desde sus celulares. Y Mario respondía, a cada arrebato, con una eterna sonrisa.
La fiebre continuó en casa de Eduardo Costantini, con una comida para homenajearlo, en la que no faltaron la mecenas Erica Roberts, Valeria Mazza, Charly Alberti y Nacha Guevara. Y anoche proseguía con otra fiesta íntima, en la casa de la artista plástica Cinthia Cohen. Para el público general, la fiebre por Testino apenas comienza.