La feria Masticar largó con una caravana
Jueves último. El sol matutino vaticinaba, sin escrúpulos, una jornada de verano lo que se dice "porteña": insoportable. Así y todo, en la plaza de Sucre y Av. Figueroa Alcorta el cuadro era esperanzador: cinco food trucks, un colectivo lleno de pancartas y un aluvión de cocineros -que, por sus sonrisas, parecían inmunes a las altas temperaturas- confirmaban la buena nueva: ¡vuelve Masticar!
Los vecinos del barrio de Belgrano se acercaban a examinar el barullo. Algunos corredores frenaban por una medialuna. Al rato llegaron los popes del periodismo gastronómico y se hizo oficial la "Caravana Masticar".
Como un verdadero "magical mystery tour" beatlemaníaco, la caravana -tan experimental y psicodélica- tenía como objetivo anunciar que vuelve la ya tradicional feria gastronómica argentina, pero esta vez no en octubre, como se hizo en los últimos tres años, sino en abril (lo cual renueva la ilusión de las más de 230.000 personas que ya asistieron. Sucede que ahora los productos serán completamente otoñales, a pura sopa y guisos. La procesión gourmet se dirigió a eso de las 11.30 hacia el Rosedal, en donde la esperaban María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, peatones curiosos, bocinas y cientos de globos rojos. Fue entonces cuando Jean Paul Bondoux se puso a ofrecer con su inconfundible acento francés "sandwichitós de salmón y albahacá"; la bartender Inés de los Santos repartió las primeras manzanas y peras de estación (sí, las que comimos hasta hoy son del año pasado) y Dolli Irigoyen bandejeó un arroz con leche de otra galaxia. Fernando Trocca daba una entrevista, Narda Lepes posaba divertida con Juliana López May, y un vagabundo se llevaba, extasiado, una montaña de productos para comer y deleitarse.
Pero aún faltaba la tercera parada. Elija la imagen de un viaje de egresados o la de un trencito de la alegría, para graficar el momento en que todos volvían a subir al colectivo Masticar para dirigirse, con destino final, a un estacionamiento en Palermo Viejo. Ahí se erigía un pequeño festival epicúreo: más puestos de comida, barras de jugos y música alegre coronaban una mañana atípica.
El sol rajaba la tierra. Y el helado de cilantro de Daniel Uría se volvía un bien de lujo. Luis Morandi, presidente de A.C.E.L.G.A.; Andrés Hammar, de HSBC, y Héctor Gatto, de la Dirección General de Desarrollo Saludable, dieron unas últimas palabras y la fiesta fue encontrando su fin.
Mientras tanto, Ernesto Lanusse, quizás el corazón de Masticar, se había escapado, en silencio, con dos de los food trucks a Plaza Italia, a repartir mucha de la comida que había sobrado. Cuando llegué a mi casa, a la noche, tenía un mail suyo con un video casero que perpetuaba el momento de la ofrenda, en la puerta de la estación de subte línea D. Nunca una mejor radiografía de por qué comer rico hace bien. La feria que comienza es una oportunidad para encontrarse con las mejores propuestas gastronómicas de la Argentina en un ambiente distinto que invita a probar y probar: quizás una de las características principales de este clásico que se llama Masticar.
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