Esta casa es fiel testimonio de una de las amistades más importantes en la vida de la interiorista uruguaya Patricia Torres (58). Un personaje del verano esteño, la Negra (poquísimos la conocen por su nombre de pila) es dueña de un perfil reservado, que defiende desde sus inicios, allá por los años 90, cuando estaba al mando, junto con el decorador argentino Juan Ricci, de Arquitectura Ambientada, un estudio que marcó una época en Uruguay.
"Si es por Mario, sí, te muestro mi casa", dice, emocionada, al otro lado del teléfono. Habla del arquitecto argentino Mario Connío, autor de los refugios más celebrados de Punta del Este y de "Almarvan", el fabuloso hogar de la Negra en Punta Piedras. "Mario fue mi todo: mi mentor, mi padre, mi hermano, mi amigo, el padrino de mis hijos... Su muerte fue un golpe durísimo para mí y quiero homenajearlo", reflexiona en voz alta, mientras accede con cierta timidez a la producción fotográfica. "Eso sí, voy a usar mi ropa. No coordines maquillaje, ni peinado, porque a mí me gusta andar sencilla y a cara lavada. Lo más importante acá es la casa", sentencia la diseñadora de interiores, a quien convocan muchos de los que caen en Punta del Este en busca de inconfundible sello decorativo.
El homenaje a su amigo, que murió en agosto de 2019 a los 78, será en los términos de nuestra protagonista, autora, junto a Ricci (murió en junio de 2008) de hitos en el Este como la disco Space, el parador Bikini, los locales más top de La Barra, cuando La Barra era la última frontera, y, más recientemente, La Caracola (venue de las mejores fiestas privadas junto con La Huella) y Santa Negras, su tienda de decoración en José Ignacio, a la que todas peregrinan en busca de algún tesoro.
Este proyecto marcó un antes y un después en el estilo de Connío. Con ‘Almarvan’ empezó a trabajar con dimensiones mayores y a privilegiar la madera como material para la construcción
LA OBRA DE UN HOGAR
La Negra no recuerda exactamente cuándo conoció a Connío. Sólo que fue en España, en la segunda mitad de los años 80, cuando Mario ya se había hecho un nombre allá. "Nuestra amistad, sin embargo, floreció varios años después. Acá, en Punta Connío", revela. María (19), su hija menor, la escucha con atención. Al día siguiente de esta charla tomará un avión a Nueva York, donde estudia Fotografía y Edición. Iván (21), el mayor, trabaja en un restaurante y suele instalarse durante el verano en la Punta.
–¿Cómo es eso de "Punta Connío"?
–Yo llamo así a esta línea de cuatro casas frente al mar que hizo Mario. Arranca con "Oriente", su casa histórica [hoy, está en otras manos] y termina en "Tamarisco", con otra casa que hizo por aquel entonces. Más adelante, en Punta Piedras, hay otras más. Que todas sean obra del mismo arquitecto hace que la costa sea armoniosa. Mario tenía esa cualidad de hacer que las casas se integraran a la geografía.
–¿Cuándo arrancaron con el proyecto de "Almarvan"?
–Mario ya vivía en Oriente cuando arrancamos con este proyecto. El terreno pasó por dos dueños antes de que lo compráramos con mi ex marido, el padre de mis hijos en 1998 o 1999.
–¿Vivís todo el año acá?
–Así es. Como la playa es bastante inaccesible, en temporada ni me entero si hay gente o no. Al principio, los pescadores eran mis amigos. Ahora no porque ensucian mucho. Todas las mañanas me levanto y limpio trescientos metros de playa. La primavera y el otoño son mis estaciones preferidas acá. En el verano, trabajo mucho con Santas Negras y en invierno le escapo al frío y me voy dos meses a España.
–¿Cuáles fueron los ejes del proyecto de esta casa?
–Yo quería que la casa requiriera de poco mantenimiento. Por eso nos decidimos por el lapacho. La casa está hecha íntegramente de esa madera, que no hay que pintar todos los años con protectores sintéticos. Le pedí a Mario que los ventanales fueran protagonistas y él se mandó este proyecto que marcó un antes y un después en su estilo. Trabajó con dimensiones mayores y empezó a privilegiar la madera como material para la construcción.
–La decoración es obra tuya. ¿En qué te inspiraste?
–Cuando entré a Oriente por primera vez, sentí algo que nunca más volveré a sentir: una mezcla entre la luz del atardecer, el perfume de la comida que se estaba preparando en la cocina, de los jazmines y la maravilla de la decoración, que la hizo Mario. Todo eso junto me transportó a un lugar increíble y es lo que quise lograr con la decoración de mi lugar. Él "bordó" el interior de "Oriente", pensó todo al milímetro y trajo los muebles en un contenedor desde Europa.
–¿Cómo describirías el estilo de tu casa?
–Es una mezcla de todo lo que aprendí a través de los años. Las proporciones para mí son clave. No me gusta que las dimensiones de un sillón no se condigan con la escala de un espacio. La luz también tiene que ser cálida y no debe haber puntos de oscuridad en una casa. Eso lo aprendí de Mario, mi gurú. Cuando viajamos juntos a China yo digo que hice un máster con él.
MARIO, UN ANAGRAMA DE AMOR
La Negra y Mario zarparon rumbo a China en 1995. Fue un viaje iniciático para ella, que, tiempo después, hizo la decoración de varios de los proyectos de Connío. Los acompañó Diego Álzaga, que por entonces era socio del arquitecto en una boutique de decoración en Buenos Aires. También se llamaba Oriente. "Él estaba haciendo la compra para la tienda y no me dejaba llevarme nada para mí. ‘Vos venís a aprender y punto’, me decía", recuerda con una sonrisa la dueña de casa.
–¿Cómo definirías su vínculo?
–Fuimos muy pegados. Él era parte de mi familia. Yo alucinaba con Mario: era el buen gusto en persona. Era un tipo divino, pero muy cabrón. Te hacía exigirte y te llevaba hasta el final. También aprendí mucho con Pachi Firpo, el otro arquitecto de mi vida. Decoré muchas casas que hizo él. Siempre lo admiré, pero lo cierto es que comulgo más con el estilo de arquitectura de Mario, ya que a mí lo oriental, lo asiático, me encanta.
–Connío se fue, pero lo tenés con vos todos los días.
–Junto con esta casa, Mario me dejó su espíritu y todo su amor. Hacer este lugar con él fue una experiencia maravillosa. Tardamos un año. A Mario le gustaba construir con Iavecchia, un uruguayo que hizo las mejores casas de Punta del Este. Él también "bordaba" sus obras, como le gustaba decir a Mario.
–¿Qué creés que lo convirtió en un arquitecto tan respetado?
–La perfección. Él sabía cómo ubicar las casas de la mejor manera en el terreno y manejaba las proporciones con maestría. Además, era un señor: un profesional serio y responsable en lo que hacía. Tenía ese don de hacer casas en las que uno, siempre, se siente a gusto.
–Contame acerca de tu vida privada. ¿Estás en pareja?
–[Risas]. Sí. Pero el trato era recordarlo a Mario a través de mi casa.
Junto con esta casa, Mario me dejó su espíritu y todo su amor. Hacer este lugar con él fue una experiencia maravillosa
Yo alucinaba con Mario: era el buen gusto en persona. Era un tipo divino pero muy cabrón. Te hacía exigirte y te llevaba hasta el final
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