La fábrica de las ideas
En el barrio de Barracas, en el antiguo predio del Mercado de Pescado funciona el Centro Metropolitano de Diseño, un espacio que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires donde se incuban proyectos vinculados con la moda, la decoración, el mobiliario, el entretenimiento...
En un maltrecho rincón del barrio de Barracas algo se está gestando, pero pocos lo saben. Calles adoquinadas, interminables paredones, fábricas y talleres amontonados, y prodigiosos puentes ferroviarios de otros tiempos conspiran en silencio. Ellos, que alguna vez supieron ser marco de una Argentina próspera, recuperan aletargadamente su rumboso pasado y distraen con renovado brillo. Callados, se confabulan para que el visitante ocasional no llegue a descubrir el secreto que esconden: en la esquina de Villarino y Santa María del Buen Aire algo se está incubando.
En un galpón digno de figurar en revistas de decoración hay gente que se dedica a gestar, con sigilo, "ideas productivas". Así las llaman. Ideas que, por alguna gracia del destino, nacen, se desarrollan y crecen en el antiguo solar del Mercado de Pescado, emblema de la fertilidad productiva de otros tiempos.
CMD: la sigla confunde desde la puerta de vidrio. Pero su nombre completo tampoco aclara demasiado. El Centro Metropolitano de Diseño –así se llama– pertenece a la Subsecretaría de Industrias Culturales del Ministerio de Producción del gobierno porteño, y es una institución joven que sobrevivió milagrosamente a las peores crisis y a varios cambios de gobierno. Fue creada en 2001 con la misión de asistir a empresas, existentes y en formación, para que logren el milagro de la competitividad a partir de la incorporación del diseño como herramienta.
La estrella de esta institución de características primermundistas es Incuba, un área del CMD que se especializa en asistir e incubar aquello que aún no llega a ser empresa. Un organismo gubernamental que se encarga de empollar sueños, deseos, proyectos y embriones de empresas que se destaquen por su nivel de innovación, su apuesta al crecimiento, y que temáticamente estén ligados al diseño (moda, mobiliario, multimedia y juguetes), que desarrollen productos de base cultural (editoriales, discográficas, productoras audiovisuales e Internet) o servicios diferenciados al turismo, con el deseo y la intención manifiesta de que algún día lleguen a más.
"El Centro tiene por objetivo transformar conceptos e ideas en hechos concretos, productivos y con capacidad de crecimiento, y para eso brinda herramientas que consolidan un emprendimiento", explica Stella Puente, subsecretaria de Industrias Culturales del Ministerio de Producción porteño.
La incubadora de Buenos Aires es una particular fábrica de empresas que en poco tiempo logran pasar de la cocina, el living o el fondo de una casa a los locales más top, por ejemplo, de Palermo Soho.
El lugar en el que nacen las ideas
En el inmenso galpón de Barracas todo parece coexistir en armonía: cemento alisado, madera, vidrio y aluminio conviven con vigas de hierro, tuberías de aire acondicionado y un mobiliario cool de colores chillones. Productores de libros o juguetes conceptuales conviven con diseñadores industriales y de bijouterie. Y la más alocada inspiración se abre paso junto a estrictas reglas de mercado.
Diseñadores, productores y creativos corretean por los pasillos arrastrando maquetas, prototipos y grandes bocetos. Fueron elegidos por su vocación para gestar y poner en marcha emprendimientos de alto valor agregado. Y, aunque eso digan los papeles, ellos tienen que demostrarlo en la práctica cada día.
Accedieron a la gran casa de Incuba tras un escrupuloso "casting": largas, voluminosas y arduas presentaciones les fueron dando forma a sus ideas. Sus proyectos pasaron por evaluaciones que tuvieron en cuenta, ante todo, la viabilidad económico-financiera. Pero también las capacidades del equipo emprendedor para liderarlos y los antecedentes profesionales y laborales de cada grupo. Una vez dentro del programa, y en plena convivencia, los seleccionados recibieron los servicios de tutoría, asistencia legal y contable, integración a una red de emprendedores y la posibilidad de obtener subsidios y oficinas equipadas en el moderno galpón de Barracas.
La experiencia mete a sus participantes de cabeza en el mundo de los emprendedores y los ayuda a generar habilidades empresariales. Misión, visión, salida al mercado, lanzamiento de productos y adquisición de créditos.
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Para saber más: http://www.cmd.gov.ar/areas_incuba/
Música para los más chicos
Mercedes Insausti y Pablo Genoud se dieron cuenta de que sus alumnos de música más chiquitos no tenían instrumentos que pudieran maniobrar con facilidad. Así nació Minimento, instrumentos musicales pensados para chicos. Llegaron a Incuba hace algunos meses y estuvieron en "cuarentena".
"Al principio entrás en un período de análisis para planificar el año, proyectar los gastos y decidir adónde querés llegar", cuenta Genoud. Minimento es una de las empresas más jóvenes de Incuba y, como novatos que son, las expectativas se les notan en la cara. "Queremos crear una estructura que dé buenos frutos. Esa es la meta", dice Insausti.
Hermanas y socias
Sol y Rocío Bermúdez son hermanas desde siempre y socias desde hace dos años. Todo empezó cuando Sol, que estudiaba Diseño Industrial, vio materializarse su sueño de crear y vender bijouterie realizada con resina. Aguantó sola dos años, pero no bien la cosa empezó a tomar color se sumó su hermana Rocío. Así nació Sol Rojo. Llegaron a Incuba por unos seminarios y se quedaron. "De entrada tuvimos que asumir que el emprendimiento inicial era muy frágil y, aunque fue un shock fuerte, nos sirvió. La universidad no te enseña qué es un plan de negocios", dice Rocío. Y el plan les rindió. El Sol Rojo despuntó en Incuba: la producción se quintuplicó, la facturación se triplicó, la imagen de la empresa se enriqueció, los métodos productivos se perfeccionaron y ya tuvieron que sumar una olaboradora más.
Muebles con sello
Hernán Fretto y Damián Mejías se conocieron en la facultad. Cursaban juntos la carrera de Diseño Industrial. Se propusieron encarar un proyecto a cuatro manos y lo hicieron. Al tercer concurso ganado se dieron cuenta de que la cosa venía en serio y que les faltaba ordenarse. Así llegaron a la tercera edición de Incuba, en 2005. "Nos tiramos a la pileta y había agua", recuerda Mejías. "Acá te das cuenta de que necesitás proyectarte como empresa", completa su socio. Las pruebas, a la vista: la facturación del estudio Fretto-Mejías se cuadruplicó y ya tienen un convenio con un hipermercado de la decoración y la construcción para ubicar sus muebles. "Los volúmenes de facturación ya nos permiten encarar la salida del programa en 2008, para seguir solos", dice Fretto exultante.
Libros de cartón
Juan Pablo Armenio trabajaba en una librería. Un día se dio cuenta de que los libros que tenían alguna característica diferencial (elementos no tradicionales, juegos o sonidos) se vendían más que los otros. Dejó su trabajo en la librería y empezó a producir por su cuenta libros de cartón para chicos. Así nació Tiempo Libro, y con ese producto bajo el brazo llegó a Incuba. Pensar estratégicamente, dice, le abrió la cabeza. "Cuando uno emprende algo lo hace de manera intuitiva, sin bases firmes. Incuba me aportó las bases. Me sacó el vicio de creerme omnipresente y omnipotente, y me enseñó a delegar." La facturación desde que está "incubado": un 50% más.
Aprender jugando
Marcela Bianchi es arquitecta y profesora de bellas artes. Un día se le ocurrió asociarse con una amiga para empezar a producir juguetes didácticos de diseño. "Juguetes que no haya que esconder cuando llegan las visitas –dice–. Acá aprendí que con el mismo amor que diseñaba los productos tenía que diseñar mi empresa." Antes de llegar a la tutoría de Incuba, la producción era de 70 juguetes: hoy fabrica más de 300.
Un nombre mágico
Con pocos años de vida, la marca Abracadabra ya es todo un clásico. Juan Martín Campos, Pilar Diez, María Quiles y Polina Varrenti llegaron a Incuba en 2003 con una pila de juguetes novedosos que venían produciendo desde hacía un año. Su antigüedad en el programa los vuelve expertos; por eso, se permiten cuestionar algunos puntos "para que Incuba crezca y mejore", dicen. Pero, a la hora de evaluar en perspectiva la experiencia, no hay dudas: "Desde que entramos, las diferencias son sustanciales. Incuba nos aportó estrategia, planificación y visión de negocio", dice Diez. Desde 2003 vienen duplicando la producción y la facturación cada año.
Las cifras de un éxito
- El proyecto Incuba va por su cuarto año de vida. En este momento participan del programa 27 empresas. En marzo de este año, salió de la fábrica de ideas de Barracas la primera camada de "incubados".
- Al iniciar el proceso, en el 57% de los proyectos se había realizado alguna venta esporádica o incipiente, el 43% estaba en estadio de idea o proyecto. El 42% no contaba con un producto listo para comercializarse. El 94% no poseía financiamiento. Sólo el 14% de los emprendimientos tenía la dedicación completa de alguno de los socios.
- Durante el periodo de incubación, todos los emprendimientos generaron nuevos productos y salieron al mercado.