A más de una década de la desaparición de su hija, María del Carmen Gallegos habla sobre la búsqueda, que no termina, los pasos en falso, los retrasos en la investigación y cómo dedica su vida a buscarla
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La biblioteca, la cómoda, la mesa. El loft donde vive María del Carmen Gallegos, en Barracas, está repleto de fotografías. Hay retratos de su casamiento, retratos familiares, pero, sobre todo, retratos de María. María a los dos años, junto a uno de sus hermanos en la plaza; María en cuarto grado, sonriente, con su vestido de comunión y las palmas juntas; María a los 20, pelo recogido, posando para una sesión de fotos en blanco y negro.
“Así, como la ves, estaba siempre. Ella siempre sonreía. Así la recuerdo”, dice su madre con una mueca que no llega a ser una sonrisa. La vida de Gallegos entró en pausa el 8 de julio de 2011, el día que vieron por última vez a su hija. Si tan solo supiera dónde está -”con vida o, aunque sea sin vida”, asegura-, todo sería diferente. Pero no: el nombre y el rostro de María Cash figuran desde hace más de una década en el extenso listado de argentinos desaparecidos.
Tras la muerte de Federico Cash, su padre, en 2014 (a causa de un accidente automovilístico en una ruta de La Pampa, mientras perseguía una pistas falsa sobre el paradero de María), Gallegos se convirtió en la cabeza de la investigación. La búsqueda, dice, es incesante y también frustrante, porque la mayor parte del tiempo parece llevar a ningún lado.
“Mientras exista la posibilidad de que esté viva, seguiré luchando. Nunca vamos a dejar de buscarla”, dice Gallegos. En abril viajará a Salta junto a Máximo, uno de sus hijos, para continuar con la búsqueda.
-Pasaron casi 11 años desde su desaparición. ¿Cómo los vivó?
-(Suspira) Como una eternidad. Nunca se nos hubiera ocurrido que iba a pasar tanto tiempo sin encontrarla. Es algo insólito que en esta época del mundo una persona esté desaparecida y no pase nada. A nadie se lo traga la tierra. Yo creo que, si más o menos las cosas se hicieran bien... Hay mucho por hacer, por investigar.
-¿Hubo avances en el caso?
-¿Avances? No, no tenemos ninguno. Seguimos exactamente igual, porque no sabemos en dónde está María. El único avance es que desde 2015 tengo un abogado, que antes no tenía. Él me defiende, averigua... Ahora, en Salta, lo vamos a ver y también vamos a ver al procurador. Una cosa es hablar por mensajes y otra cosa es hablar cara a cara. Pero la verdad es que no hay avances. Sí, la gente llama, viste. Llama y confunde con pistas que terminan siendo falsas. Pero cada vez menos.
-Tu hijo dijo una vez que habían recibido más de 4000 llamadas con pistas falsas.
-Fueron cualquier cantidad... Todo muy sucio. Hubo incluso gente que llamaba y decía que María estaba ahí. Una vez, cuatro de la mañana, llamó un tipo diciendo que María estaba al lado suyo, en su casa, pero que estaba dormida. Lo atendió mi marido. Y te imaginarás lo que fue: estaba desesperado. El tipo nos dio la dirección, todo. ‘Pero no vengan ahora porque está mi mamá, que es mayor’, nos dijo. Todo terminó siendo una gran mentira, pero en ese momento, a las cuatro de la mañana, vos decís: “puede ser”. Esa gente yo creo que habría que matarla. Como cristiana no debería decir eso -se ríe- pero realmente vos no sabés cómo nos repercute a nosotros. ¿Cómo vas a inventar una cosa como esa? Pero bueno, así es la gente.
-¿Todas las pistas falsas son malintencionadas?
-No, todas no. Hay gente que realmente cree haberla visto en distintas partes del país. Para reconocer a una persona, tenés que estar muy cerca de ella. Y además la primera reproducción que se hizo de María, en 2020, no se parecía en nada a ella. En nueve años, una persona no cambia tanto, los rasgos quedan. También llamaron cantidades de videntes. Algunos, por supuesto, querían plata. Pero había otros que yo creo que directamente estaban mal de la cabeza. Porque decían cada cosa. Igual, todo lo que decían lo pasábamos al juzgado y se investigaba.
-Y, con los años, ¿aprendieron a no ilusionarse con las pistas?
-Mirá. La ilusión nunca se pierde. Siempre la tenés que tener porque es lo principal, lo que te va llevando a que sigas adelante. ¿Qué hacés si no? La esperanza siempre la tenemos, y siempre la vamos a tener. Así que ahora apuntamos a tener noticias en abril, cuando viajemos a Salta. Porque si no todo esto es mucho, es durísimo. Me choco contra paredes, sigo adelante.
“Se portaron mal desde un principio”
Son tantos los viajes que la familia Cash ha hecho para buscar a María que a Gallegos le resulta imposible llevar la cuenta. Al momento de la desaparición, Federico Cash abandonó su empresa (una fábrica de retenedores de papeles y placas radiográficas) y se abocó a la investigación. “Se dedicó pura y exclusivamente a buscarla, pasó a ser una especie de obsesión”, recuerda su esposa. A cada misión lo acompañaba su hijo Máximo, que tenía 31 años cuando desapareció María, de 29. Fueron ellos dos, según Gallegos, quienes hicieron los principales avances en la causa.
Federico y Máximo llegaron por primera vez a Salta el 8 de julio de 2011, el día en que María dejó su último rastro, en un santuario de la Difunta Correa, en Salta. Se quedaron allí, investigando junto a las fuerzas policiales locales, durante días. Fueron ellos dos quienes encontraron la mochila y unas bolsas que llevaba María, que hasta entonces la policía no había encontrado.
-Mirando hacia atrás, ¿hubo fallas en la búsqueda?
-Sí. Al principio, las cosas se hicieron mal. Estaba el juez Pérez, de Salta. Las primeras horas son las principales. Y en las primeras horas este Pérez no hizo absolutamente nada. Nada de nada. La investigación avanzó más con las investigaciones de mi marido que con las de los policías, que hacían un par de cuadras con un perrito y volvían. La cosa es así: Gendarmería tiene mucha gente, pero no investigadores. Entonces, iban a lugares donde a lo mejor podría haber estado mi hija y preguntaban si María Cash estaba ahí. Son gente que no está preparada para resolver estos casos. Hicieron todo mal y lo reconocen.
-En aquél momento, el gobernador Urtubey intentó argumentar que María no había desaparecido en Salta. ¿Qué relación mantuvieron con él?
-Fue muy difícil todo. Lo de María pasó prácticamente al mismo tiempo que el asesinato de las dos francesas. Había un despiole general. Urtubey lo ha querido tapar para seguir con el discurso de ‘Salta, la más linda, la más segura’, que es una mentira. Es todo político, desgraciadamente. Salta es una provincia que está a un paso del límite con Bolivia. Vas a la frontera y cruzás como si cruzaras a la otra esquina, no hay ni un control. Yo no quiero saber absolutamente nada con Urtubey, porque jamás tuvo la delicadeza de decirme: ‘Señora, ¿qué es lo que necesita?’. Pero bueno, la política es una desgracia.
-En la búsqueda lograron encontrar a otras mujeres que eran víctimas de organizaciones criminales dedicadas a la trata de personas.
-Si. Dentro de la búsqueda de María, se ha podido encontrar a muchas chicas que estaban encerradas en lugares, víctimas de trata. Muchas fueron rescatadas gracias a las investigaciones de mi marido. A veces, cuando él investigaba, salían cosas que se le habían pasado al juzgado. Y ahí el juzgado o gendarmería lo tomaba y lo investigaba.
En los primero tres años de búsqueda, Federico Cash se había ocupado de abrir una causa judicial en cada provincia donde hubiera una pista de María -principalmente, alguien que dijera haberla visto-, para confirmarla o descartarla.
“Ahora somos Máximo y yo los que la buscamos. Siempre estoy jorobándolo. Pero bueno, es su hermana”, dice la madre de María desde el sillón de su casa. Desde que su marido falleció, ella vive sola, pero se siente acompañada por sus tres hijos varones: Patricio, Santiago y Máximo. Máximo vive en el piso de arriba, en un loft con ingreso diferencial, donde antes solía vivir María.
Hasta el año pasado, Gallegos se mantenía laboralmente activa con el diseño de moda. Diseñaba prendas, las mandaba a confeccionar y luego las vendía en distintas boutiques de Capital y zona norte. Lo mismo hacía su hija, que había estudiado diseño de indumentaria. “Trabajábamos juntas en algunas cosas, pero ella era mucho mejor que yo”, rememora.
-¿Cómo recuerda a María?
-Muy sonriente. Siempre agradable. Tenía buen carácter, era enérgica, divertida. Teníamos un buen vínculo. Como toda madre con una hija, chocábamos. A veces me daban ganas de matarla (ríe).
Gallegos tiene días buenos y días malos. Siempre intenta evitar que primen la nostalgia y la angustia. “Cuando estoy mal, trato de salir. Miro vidrieras, me junto con amigas”, cuenta. Por fuera se mantiene fuerte, pero por dentro, dice, su dolor la hace somatizar.
“Soy fuerte, tengo fuerza de voluntad para seguir, pero por dentro me duele todo. Yo pienso que los achaques que tengo son debido a todo esto. Porque no es nada fácil llevarlo. Es demasiado feo. Las angustias se te meten en el cuerpo y revolucionan todo. Pero bueno, hay que seguir buscando. Seguiremos yendo a Salta, tocando todos los timbres, y veremos qué pasa.
-¿Cuál es su propia hipótesis de lo que sucedió con María?
-Ninguna. ¿Dónde? No lo sé. ¿Cómo? Tampoco. A veces se me ocurren ideas: puede ser que María estuviera en un lugar equis. Entonces, en el momento, se lo cuento a mi abogado y él lo explica en el juzgado. Y ahí el juzgado ve si se puede hacer.
-Siempre se especuló que podría haber sido secuestrada por una organización criminal que se dedique a la trata de personas.
-Sí, pero yo no creo que esté en trata. Primero, porque no estaba en la edad en la que suelen agarrar a las chicas para eso: 15 ó 16 años. Y, segundo, por la forma de ser de María, su carácter. Creo que ella no se hubiera dejado, no se hubiera quedado quieta. Ojalá que así sea, porque sería tremendo. Lo único que sé es que quiero tenerla acá. Porque la extraño.
-¿Cómo sigue la investigación ahora?
-En julio pasado estuvimos en Salta por los 10 años de la desaparición de María. Todo bárbaro. Reuniones, sacar fotos y comunicar. Se movió un poco, pero por distintas circunstancias quedó medio parado. Lo bueno es que, a partir del año pasado, el juez del juzgado N.2 ya no está más. El reemplazante es mucho más ágil. Pero bueno, la situación sigue igual: la justicia no está preparada, no tiene investigadores. Y yo, si me quiero poner un investigador privado, me sale cualquier plata, que no tengo. Las esperanzas ahora las tenemos en abril, en nuestro viaje a Salta. El que es procurador fue mi primer abogado, que después pasó a defensor del pueblo y ahora procurador. Eso es muy positivo para nosotros. Lo que pasa, de todas formas, es que todo se va atrasando y seguimos, seguimos, seguimos. Ya te digo que es tremendo. Pero bueno, otra no hay.
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