La extraña odisea de la cabeza reducida del Amazonas que terminó en Hollywood
La pieza elaborada en la región amazónica fue parte de un museo y de una película de Hollywood
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Una cabeza reducida por los indígenas locales fue adquirida en Ecuador por un estadounidense, en el año 1942. Nadie sabe cuál sería la identidad de la persona que fue sometida a este ritual de reducción por parte de los pobladores de la amazonia ecuatoriana, pero lo cierto es que la pieza que alguna vez fue su cabeza transitó un largo periplo desde el momento de su adquisición hasta nuestros días.
Es así como, la cabeza, que fue disminuida con una técnica ancestral hasta unos 12 centímetros, viajó a los Estados Unidos en la década del 40, fue utilizada como utilería en una película de Hollywood, estuvo en una Universidad en Atlanta junto a pájaros y mamíferos embalsamados y ahora, finalmente, regresó a su territorio de origen, Ecuador.
La historia cuenta que esta particular pieza, que se conoce originariamente como “tsantsa”, comenzó su travesía en el año 1942, cuando el profesor de la Universidad Mercer, en Atlanta, James Ostelle Harrison -hoy fallecido- la adquirió en uno de sus viajes al Ecuador. De inmediato, el docente donó la cabeza a la casa de altos estudios mencionada, que la exhibió por décadas en uno de los museos del campus.
Más tarde, para la década del 80, la Universidad Mercer almacenó pieza y por un tiempo no se supo más de ella.
Las cabezas de los enemigos
Las tsantsas fueron creadas por indígenas de la amazonia de Ecuador y Perú a partir de cabezas de seres humanos que pertenecían a enemigos ejecutados. Hasta mediados del siglo XX, diversas tribus de esa región practicaban el ritual de reducir cabezas. Entre estos grupos originarios pueden mencionarse los shuar, los achuar, los awajú, y entre otros, de acuerdo con lo que informa la propia página oficial de la citada Universidad Mercer.
De hecho, el grupo shuar también es conocido por un nombre que Occidente aprendió a relacionar, hasta el día de hoy, con los reducidores de cabezas: los jíbaros.
A partir del siglo XIX, hubo un creciente interés de estadounidenses y europeos en obtener tsantsas a modo de “recuerdos o curiosidades”. Y comenzó de este modo, un mercado de tsantsas que incluía, como era de esperar, algunas piezas de dudosa autenticidad.
En este sentido, se llegaron a realizar reducciones de cabezas con cadáveres que no se relacionaban con indígenas y hasta algunas de las piezas ofrecidas se habían elaborado resumiendo cabezas de animales, como monos o perezosos, y hasta con materiales sintéticos.
Pero este no fue el caso de la tsantsa adquirida por Harrison. Diversos estudios certificaron que se trataba de un objeto genuino, reducido en un evento ceremonial hace más de 80 años y utilizando las técnicas correspondientes a los pueblos indígenas que realizaban este tipo de rituales.
Los que se ocuparon de corroborar el carácter genuino de la pieza, aseguraron que la tsantsa pudo superar 30 de los 33 criterios que se fijaron para comprobar su autenticidad.
“Protagonista” de un film de Hollywood
Y aquí viene una de las partes más extrañas en el recorrido de esta cabeza reducida. Los autores de la certificación la tsantsa advirtieron que la pieza -y sus características originales- pudo ser dañada cuando fue utilizada como un objeto de utilería durante el rodaje de la película Wise Blood (Sangre sabia), del año 1979, dirigida por John Huston.
En el film, la cabeza aparece conectada a un cuerpo pequeño, realmente hecho de utilería, que se ve recostado en lo que parece ser un museo. Uno de los personajes humanos de la película le dice al otro, mientras señala al misterioso ícono: “Él solía ser alto como vos o como yo, y alguien le hizo esto en seis meses”. Luego, el objeto reducido se convierte, en la ficción, en una pieza de adoración.
No está clara la manera en que llegó a protagonizar esta tsantsa una película de Hollywood, pero lo cierto es que quedó inmortalizada en esa película, que tiene una mezcla de religiosidad y misterio. Tampoco está muy claro si alguien en el rodaje se habrá enterado de que estaban tratando con un objeto que alguna vez había sido un ser vivo.
Nuevo hallazgo y repatriación
En 2018, la tsantsa fue rescatada del lugar donde había sido almacenada, en la Universidad Mercer. Fue cuando se realizaba una mudanza de edificios dentro del predio universitario, y el profesor de biología de la institución, Craig Byron, supervisaba el catálogo de especímenes que se encontraban el departamento de taxidermia. Entonces, se topó con la cabeza reducida, que se hallaba junto con los cuerpos embalsamados de aves y mamíferos del estado de Georgia.
Byron, al hallar la pieza, sabía que venía de Ecuador, pero no existía ninguna documentación que verificara su autenticidad. Evidentemente la tsantsa había sido traída a Estados Unidos en un tiempo donde no había aún normas y protocolos que salvaguardaran los bienes culturales de la trata. Ni artefactos, ni restos humanos.
Luego de verificar su autenticidad con el proceso mencionado anteriormente, los científicos de Mercer se pusieron en contacto con las autoridades de Ecuador, y se determinó que la tsantsa debía ser repatriada. En el año 2019, la pieza se trasladó hasta el consulado de Ecuador en Atlanta, para luego hacer su retorno a su tierra de origen.
“Es un alivio tener este espécimen fuera de nuestra posesión. Tenía un valor ‘subterráneo’. Era ilegal comerciar o vender ese tipo de objetos. Se trata de la piel de la cabeza de una persona. No teníamos derecho a aferrarnos a este artículo”, señaló Byron en declaraciones al medio estadounidense The Art Newspaper.
El proceso de reducción de cabezas
La tsantsa tradicional se elabora en un proceso que comienza con la extracción de la cabeza del cuerpo de la víctima, a la sazón, un enemigo de la tribu. El corte se hace “lo más cerca posible de los hombros”, según lo que reza un estudio sobre el tema realizado por la publicación Heritage Science.
Luego del corte de la cabeza, los indígenas hacían una incisión en la parte de atrás y sacaban la piel del cráneo. Le quitaban también los ojos a la víctima, los músculos y la grasa al rostro. Luego, cerraban todos los orificios de la cara con espinas y cocinaban la piel en agua de río sobre una fogata durante una media hora.
Cuando sacaban la piel del cuenco con agua, la cabeza se había reducido a un tercio del tamaño.
Con la piel reducida, armaban una especie de bolsa “y manipulaban los rasgos con piedras calientes”, le dijo a BBC Anna Dhody, curadora del Museo Mütter en Filadelfia, Estados Unidos.
Así, con el calor de la piedra y también con el uso de arena sobre la piel, la cabeza se reducía un quinto de su tamaño. Finalmente, reemplazaban las espinas que cerraban la boca y los ojos con otros materiales.
Para concluir, hacían uno o dos agujeros en la parte superior de las cabezas para ponerles una cuerda y poder colgárselas del cuello, a modo de talismán.
Los indígenas creían que con este proceso, la tsantsa podría conservar la energía y el poder del enemigo capturado, y que esa fuerza podría pasar al nuevo propietario de la cabeza reducida del adversario.
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