Eran mejores amigos, él le dijo que la amaba, pero ella había comenzado otro vínculo; muchos años después coincidieron: ¿ya era tarde para el amor?
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Valeria tenía 20 años cuando conoció a Mariano. Jamás olvidará esa noche que los cruzó por primera vez, ella, con una mini de jean un top ajustado y el pelo castaño suelto, y él, con sus jeans negros, remera blanca y sus ondas morochas hasta los hombros. De fondo sonaba rock nacional, corría la cerveza y todo era risas y charlas acerca de música e ideologías políticas: “¿De qué más íbamos a charlar en épocas universitarias?”, rememora hoy Valeria, entre risas.
Ella pertenecía al grupo de los chicos raros de Córdoba y él había llegado desde Santa Fe a estudiar y formar una banda. Se gustaron de inmediato, aunque Valeria pensó que, a pesar de tener edades similares, él parecía bastante inmaduro: “No sé qué nos pasa a veces que no reaccionamos en el momento a lo que es evidente: nos sentíamos atraídos, pero lo cierto es que, aunque nuestra atracción fue inmediata, nunca nos animamos a nada”.
Un te amo a destiempo y lo inevitable: “Sentimos que el camino que nos quedaba era sí o sí la amistad”
El estudio los unía, por lo que casi todos los días Valeria y Mariano compartían su vida. Poco a poco se transformaron en confidentes, “mejores amigos”, solía decir ella en su entorno, “sin beneficios”, aclaraba. Pero él deseaba que fuera distinto, y ella, también. Apenas él le rozaba el brazo de manera intencionada, ella podía sentir una exquisita adrenalina y, aun así, se alejaba con sutileza, insinuando que no compartían intenciones.
“No te conformes con menos”, solía escuchar Valeria por ahí y aquel era el pensamiento que la incitaba a apartarlo, con la fantasía, tal vez, de hallar al príncipe azul ideal que tanto anhelaban sus padres para ella.
Y entonces, justo cuando el muro parecía estar a punto de ceder, otro hombre ingresó en la vida de Valeria, quien quedó inesperadamente embarazada: “Fue ahí que sentimos que el camino que nos quedaba era sí o sí la amistad. Mariano, aun así, me confesó que me amaba”.
Descenso al infierno y liberación: “Sentí que nacía de nuevo”
Los años que siguieron fueron tiempos de los que Valeria apenas puede hablar. Sumida en una relación abusiva, permaneció en aquel vínculo por sus dos hijos, pequeños, ella creía que la situación podía cambiar y que podría salvar a su familia. Mariano, mientras tanto, se había ido de la ciudad, e intentaba hacer su propia vida y encontrar el amor: “Jamás dejó de decirme que me amaba”, revela ella. “Al principio yo no respondía o le respondía con risas hasta que empecé a responderle con la misma intensidad”.
Envuelta por la culpa de quebrar una familia, Valeria permaneció incapaz de irse, aunque su corazón lo gritara. Y un día, por fin, fue su pareja quien tomó la determinación de alejarse: “Me liberé”, asegura ella. “Sentí que nacía de nuevo”.
Pero entonces, cuando creyó que podría correr a los brazos de Mariano y entregarse al amor verdadero, él le anunció que había sacado un pasaje a Italia sin fecha de regreso: tenía ciudadanía y era su gran sueño de la vida.
Un idilio y un adiós
A pesar de la noticia, Valeria corrió a su brazos. Una sensación inexplicable envolvió a ambos con su beso de amor. Un beso de mejores amigos que se amaban y qué por fin comenzaban a vivir lo que hacía años debían haber vivido. La partida a Italia seguía firme, pero quedaba tiempo para recuperar parte de lo perdido, dejando para después las preguntas sin respuestas.
“En los meses que siguieron empezamos una relación que ya era a distancia porque vivíamos en provincias distintas, no se sentía la lejanía para nada. Viajábamos para vernos y nos hablábamos todo el día”.
Las semanas pasaron, vibraron la dicha de ser amigos enamorados, los hijos de ella (que ya lo conocían) estrecharon su vínculo con él, que los quiso tanto como la quería a ella.
Pero a pesar de la felicidad, lo inevitable sucedió. Mariano había renunciado a mucho en su vida, tenía un pasado doloroso que deseaba dejar atrás y no iba a resignar su sueño de vivir en Italia. Y así, llegó el día de la despedida.
Tarde para el amor
Nueve meses pasaron desde que Mariano se fue. Toda una vida alejados, un breve idilio que se les escurrió entre los dedos, una revelación a destiempo: “Lo amo, es la persona que me mira y ya sabe lo que tengo. Que estuvo ahí siempre para mí”, dice Valeria conmovida. “Nunca pensé qué su partida iba a justamente partir mi vida en dos”.
Valeria y Mariano dejaron de hablarse a pocas semanas de su llegada a Italia. Ella cambió su número, necesitaba poner distancia porque creía que iba a morir de pena. Meses más tarde reanudaron el contacto, pero él no pensaba en volver, había mucho por sanar. Otro par de meses más transcurrieron y ella supo que él tenía una nueva relación.
“Era lógico”, reflexiona. “Él tiene su vida allá, pero para mí es pronto. Unos meses es poco para olvidar a alguien. Me dijo que no me había olvidado, pero que necesitaba empezar una vida allá sin que le resultara doloroso”.
“Nunca quise tanto a alguien y nadie me quiso a mí y a mis hijos como él. Me di cuenta muy tarde de que era el verdadero amor de mi vida”.
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