La empatía también puede enseñarse
¿De qué se trata la empatía? Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y ver el mundo y las situaciones desde su punto de vista. Todos la tenemos, mujeres y hombres por igual, aunque estos últimos tengan a veces fama de no conocerla.
En realidad lo que nos suele faltar es la práctica. Muestra empatía el chiquito de un año que le ofrece su chupete a otro en la plaza cuando lo ve llorar; la mamá que no se enoja, sino que comprende el llanto de hambre de su bebe y le conversa mientras se apura para prepararle la mamadera; el papá que abraza y consuela al hijo que acaba de perder un partido o al que no fue invitado a un programa; la maestra que comprende el fastidio de los chicos al terminar el recreo y puede ir a buscarlos para no tener que castigarlos; el jefe que entiende la necesidad de su empleado de ir al acto escolar de su hijo (independientemente de que pueda o no autorizarlo). La empatía nos acerca a los demás, quienes a su vez perciben nuestra cercanía. Además, el hecho de ampliar nuestra mirada nos ayuda a tomar mejores decisiones.
La empatía es indispensable en la primera infancia para la construcción de un vínculo de apego seguro: sólo si la madre entiende lo que le pasa a su bebe puede ofrecerle lo que necesita y así crece en el bebe la confianza en ese vínculo. En realidad sigue siéndolo durante la crianza, pero también en todas nuestras relaciones, en la pareja, con los amigos, en el trabajo; es la base de la negociación empresarial ya que una buena comunicación se sostiene sobre la capacidad de empatía.
La empatía se enseña? con empatía. ¡Cómo nos cuesta entender esto con nuestros hijos! Muchas veces queremos que ellos escuchen y entiendan, que nos comprendan a nosotros, sin darnos cuenta de que es un tema que no se aprende por decreto ni con enojos y penitencias, sino con la buena escucha y con la comprensión de papá y mamá.
En nuestra mente (criados "a la antigua") para comprender tenemos que estar de acuerdo y esto puede ser un gran impedimento a la hora de intentarlo, pero la realidad es otra: puedo comprender otros puntos de vista aun sin estar de acuerdo. Por ejemplo: puedo entender el deseo de mi hijo de no ir al colegio mientras le sigo poniendo la ropa para salir, o puedo comprender el enojo porque es el cumpleaños de su hermanita y no el suyo, aunque esto no signifique permitir cualquier conducta o ceder si algo no nos parece correcto o adecuado.
Todo sentimiento, pensamiento, deseo, pedido, sueño, anhelo, puede ser comprendido, aunque algunas veces debamos acompañar nuestra empatía con límites a la conducta y sosteniendo el dolor de que no se puede hacer todo aquello que a uno se le ocurre, aunque tenga muchas ganas. Justamente de eso se trata la capacitación emocional, cuyo eje central es precisamente la empatía.
El resultado para la autoestima es enorme, porque los chicos ven que validamos no sólo sus zonas luminosas (bueno, respetuoso, responsable, obediente, etcétera), sino también las más "oscuras" (celos, egoísmos, enojos, miedos, codicia, tristeza, fiaca, etcétera)
Claro que uno de los (maravillosos) inconvenientes de usar la empatía es que nuestros hijos se fortalecen, saben lo que quieren, aprenden a sostener su punto de vista y a defenderse. Y todo eso es fantástico, pero nos da más trabajo como padres, porque ¡cuesta encauzar tanta opulencia!
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