Sandra jamás imaginó que esa noche su vida cambiaría para siempre. Al soltar los prejuicios, se animó también a una transformación sin precedentes.
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“See you later baby face” (nos vemos luego cara de bebé), le dijo risueña esa noche mientras esperaba su trago en la barra del bar donde lo había conocido. No tenía muchas ganas de salir ese día, mucho menos de hacer sociales, pero unas amigas la habían convencido para que se despejara un rato. Accedió. Se sentaron a charlar en una mesa y pronto se sumó a ellas un grupo de extranjeros que estaba de paso por la ciudad.
Había un chico que resaltaba entre el resto porque era alto y pelirrojo. “Me acerqué a la barra a pedirme un daiquiri y él me siguió. Quiso comenzar la charla hablando de fútbol. ¡Justo conmigo que no me interesa el fútbol! De todos modos intercambiamos algunas palabras. Nuestra conversación fue en inglés. Me resultó simpático, hasta que le pregunté la edad y me dijo que tenía 23 años. Casi muero de la sorpresa y le dije see you later baby face. Me fui a sentar y me tocó el hombro. Era él. Estaba serio. Me miró y en un castellano medio extraño dijo: la edad es número, vale esto y se señaló el corazón y la cabeza”.
Sandra se quedó realmente sin palabras pero decidió darle una oportunidad a ese amable extranjero que insistía en poder conversar con ella. Bailaron, charlaron, rieron y ambos sintieron una profunda conexión. Comenzaron una relación relajada, sin pretensiones de ningún tipo. Mayaan, que era oriundo de Israel, estaba de viaje por América Latina. Había aprendido el idioma gracias a las novelas argentinas de Natalia Oreiro y también por la famosa saga de Chiquititas, conocida a nivel mundial. Y optó por quedarse un tiempo en la ciudad de Salta, donde había conocido a Sandra y abrirle las puertas al amor. Allí alquilaron juntos un departamento y convivieron hasta que él tuvo que volar a Australia -donde residía su hermana- para comenzar sus estudios de chef profesional.
Un impulso necesario y un reencuentro
Cuando finalizó sus estudios, Mayaan viajó de regreso a Israel. Sandra supo que había comenzado una relación pero, a pesar de eso, jamás dejaron de comunicarse: cada cumpleaños, festividades, fechas especiales y cualquier ocasión era una buena excusa para poder estar al día y saber del otro. “Nuestras conversaciones cada vez se ponían más intensas en cuanto a la carga sexual. Él me invitó varias veces a Israel pero yo no estaba segura. Mi mamá en ese entonces era grande y requería de mi atención. Ella era mi prioridad en ese momento”.
Sandra se dedicó a cuidar y acompañar a su mamá. Pero en 2013 cuando falleció, comenzó a sentirse perdida y sin motivación. Una vez más, fueron sus amigas las que la empujaron a retomar el contacto con el joven de Israel y aceptar de una vez por todas la invitación para conocer aquel país. Hasta que en diciembre de 2017 tomó coraje y concretó el ansiado viaje.
En el aeropuerto la esperaba él, estaba nervioso. Se abrazaron y se besaron como si el tiempo no hubiera pasado. Se sentían a gusto juntos. “Pasé un mes increíble y quedé embarazada, pero lamentablemente perdí el bebé. Pensé que era un amor de verano pero se transformó en el amor de mi vida. Con él conocí lo que es un hombre de verdad: es caballero, dulce, me enseñó lo que es hacer el amor. Somos almas gemelas. Yo soy un huracán y él es la calma, cuando me siento enojada, él me mira o me habla y me da mucha tranquilidad. Nuestro amor creció aún más y en 2019 viajé por segunda vez y me quedé tres meses. Sus padres -él es argentino y ella chilena-, hermanos y amigos me recibieron como una más de la familia y me hicieron sentir querida en todo momento”.
Proyecto a la distancia
Cuando llegó el momento de regresar a la Argentina, Sandra supo que había llegado la hora de tomar una decisión. Lo meditó, lo conversó con la almohada y también con Mayaan y sintió que debía seguir lo que dictaba su corazón. “Aunque me genera mucho miedo, decidimos formar nuestra familia. Yo me enamoré de Israel, desde el primer momento sentí que era mi lugar en el mundo. Y en cuanto al tema de mi edad, ya tengo 49 años, creemos que la posibilidad de hacer un tratamiento de fertilización asistida en Argentina va a ser el mejor camino para concretar nuestros sueños”.
Sandra tenía pasaje para viajar a Israel el 20 de marzo de 2020 pero la pandemia frustró temporalmente los planes. Mientras ella hace trámites para poder instalarse definitivamente en Israel -que incluyen formularios y comprobación de que fehacientemente posee un vínculo con su pareja-, y estudia hebrero, Mayaan trabaja de sol a sol. Tiene en sociedad con un amigo un restaurante en una base militar y hace poco lograron comprar dos foodtrucks para ampliar el negocio. “Estamos construyendo nuestra familia a la distancia por el momento hasta que pueda viajar. Nuestro amor crece cada día más. Nuestros planes y sueños van tomando más color y nos estamos acercando más porque tenemos mucha confianza, respeto y, sobre todo, comunicación”.
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