Se conocieron en los pasillos de un hospital; lo que comenzó como una relación profesional pronto dio un paso más allá de la formalidad.
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2011 fue el año que cambió sus vidas para siempre. Ninguno de los dos estaba buscando un amor, muchos menos una aventura o algún tipo de vínculo sentimental. Sin embargo, los pasillos de un hospital de una ciudad ubicada a orillas del río Salado, en las proximidades de la ciudad de Buenos Aires, fueron testigos del inicio de una historia de amor.
Ella, estudiante de la carrera de psicología, había llegado a ese centro de salud para hacer la residencia. Allí lo vio por primera vez, prolijo y distinguido con su ambo de pediatra. Él respondía consultas que le hacía la enfermera a cargo de los pacientes internados. Ella no supo en ese momento qué era lo que llamaba su atención de aquel médico maduro que con paciencia y una sonrisa cálida se entregaba a su vocación con dedicación. Quizás fue admiración, Pero lo cierto es que algo se había despertado en ella y no lo podía controlar.
“Solo fue buena onda y cariño”
El mismo trabajo los llevó a intercambiar algunas palabras, compartir pacientes y resolver casos puntuales en conjunto. Así, entre guardias eternas, planillas médicas y charlas entrecortadas se habían conocido. “En ese momento solo fue buena onda y cariño. Creo que como es veinte años mayor que yo, disfrutaba de aconsejarme desde su experiencia. Y yo recibía con agrado sus sugerencia, especialmente las que tenían que ver con mi crecimiento profesional”.
Meses más tarde fue precisamente una oportunidad laboral para ella lo que los alejó. “Fue la única persona a la que le conté que me habían dado un cargo. Confiaba en él ciegamente”. Sin embargo, acordaron no perder el contacto. Y cumplieron con su palabra. Cada fecha importante y cada cumpleaños, un mensaje de WhatsApp les recordaba que aquel 2011 habían forjado un lindo vínculo que se nutría de el cariño y los gestos de amistad. Y así, como quien pasa las páginas de un libro con final abierto, transcurrieron cuatro años.
“La edad es solo un número”
Hasta que en plena pandemia la serie irlandesa Normal People los unió de otra forma. “Él me insistió para que la mirara. Quise darle una oportunidad a la sugerencia que me hacía. Creo que cada uno se sintió identificado con alguno de los protagonistas y, a partir de ese momento, no dejamos de hablar cotidianamente y de acompañarnos aunque 300 km nos separaban”.
Los sentimientos se hicieron cada vez más intensos. Pero ambos sabían que todavía no podían estar juntos. Él tenía una pareja y necesitaba poner fin a esa relación para dar lugar a aquello nuevo y sorprendente que le estaba sucediendo. “Lo que me gustó de él es que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Además siempre me escuchó. Pero debo confesar que, al principio, la diferencia de edad me preocupaba. Nunca hubiera pensado que alguien 20 años más grande que yo me interesaría. Ahora me doy cuenta de que compartimos muchas otras cosas y que la edad se transforma solo en un número”.
“No pude darme cuenta de lo enamorada que estaba”
Aunque vivían en diferentes ciudades, comenzaron a verse esporádicamente. Disfrutaban cada vez que estaban juntos. Pero pronto la alegría se vio opacada por una noticia inesperada. “Me diagnostican un cáncer y eso aún nos unió más. Él me acompaño más que nadie. De alguna forma yo le había abierto esa puerta, sentía que él podia entenderme ya que también a sus 32 años había transitado un cáncer”.
Después de cuatro meses de pelear contra la enfermedad, de enfrentar la incertidumbre y miedos que se apoderaban de su mente, ella regresó a su ciudad natal. “Él vino a conocer el lugar donde vivía y eso implicaba un gran paso: se había separado después de un matrimonio de veinte años. Pero yo estaba débil, recuperándome y no pude poner atención en lo enamorada que estaba”.
Ella finalmente recibió el alta médica y asegura que se siente bien. Solo debe hacerse controles cada cuatro meses y tomar medicación. Todavía mantiene el contacto con aquel doctor que en 2011 la cautivó en el pasillo de un hospital. Aunque muchos kilómetros los separan, ella viaja de vez en cuando a la ciudad a orillas del río Salado para verlo y pasar tiempo junto al hombre con el que quiere seguir escribiendo su historia.
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