La búsqueda incluyó cuatro buzos y un mini submarino, pero no tuvo resultados. Ahora, por una recompensa en dólares, muchos fueguinos se aventuran en las profundidades del Beagle para encontrar el ancla perdida
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Fueron cuatro días de búsqueda intensa, que terminaron en la nada. La semana de Navidad, el magnate Ruso Oleg Tinkov contrató a la empresa argentina de buzos Mar Limpio para que buscaran en las profundidades del canal de Beagle el ancla que su rompehielos de lujo -La Datcha- había perdido días atrás. Sin esa pieza fundamental, por protocolo marítimo, el barco no podía zarpar a su nuevo destino, la Antártida, por lo que quedó varado en Ushuaia hasta hoy.
“Hicimos un barrido muy intenso por la zona donde el capitán declaró la pérdida del ancla, pero no encontramos nada”, afirma Julio Pazos, propietario de la empresa de buceo contratada. Él y su equipo -en total, 4 buzos profesionales de Puerto Madryn- pasaron cuatro días sumergidos en las aguas del sur buscando este coloso de acero galvanizado de 1200 kg. Pero no tuvieron éxito, y hace dos días se retiraron. “Si seguíamos, la búsqueda iba a ser más cara que un ancla nueva”, explica Pazos. Su empresa le cotizó al rompehielos 3200 dólares por día de trabajo. Pero el capintán del barco le ofreció, además, un premio de 8000 dólares por si lograban encontrar el ancla.
No es un monto importante si se tiene en cuenta el dinero que el buque estaba perdiendo por cada día de espera en el puerto fueguino. Según informa su página web, el alquiler semanal de La Datcha cuesta 840.000 euros, más expensas, durante el verano europeo, y 900.000 euros, más expensas, durante el invierno europeo.
Ante el fracaso de la búsqueda, la empresa a cargo del barco decidió suspenderla y adquirir un ancla nueva. Según pudo saber LA NACION, se trata de un ancla usada de origen extranjero, que se encontraba en Buenos Aires, y que esta misma mañana llegó a Ushuaia. Pocas horas después, la embarcación ya estaba zarpando del puerto con nuevos pasajeros -el máximo son 12 personas-.
El tema parece estar resuelto para el propietario de la embarcación y sus huéspedes. Pero no para los fueguinos. “La agencia marítima hizo trascender la posición en la que supuestamente se perdió el ancla, así que está toda Ushuaia buscándola, con la ilusión de la recompensa”, cuenta Pazos. Hay buzos particulares, pesqueros y otros aventureros embarcados en la misión, que según el propietario de Mar Limpio, no es tan fácil de encontrar.
Él plantea dos hipótesis: “O se hundió en la arena o el capitán no sabe bien donde cayó”, anticipa. Si pasó lo primero, va a ser complicado, porque no creo que haya un equipo de detección de metales de este tipo en Ushuaia”.
La epopeya: 30 horas de auto y cuatro días sumergidos
El equipo de Mar Limpio fue contactado la semana pasada para salir con urgencia desde Puerto Madryn hacia Ushuaia. Pero no pudieron viajar en avión, como hubiera sido conveniente. “Antes, había un vuelo que hacía Trelew-Ushuaia directo. Ahora, tenés que hacer: Trelew-Buenos aires, Buenos Aires-Ushuaia. Pero, de todas formas, no había vuelos”, cuenta Pazos. Los cuatro buzos, entonces, no tuvieron otra opción que viajar en auto. Es un trayecto que podrían haber hecho en 19 horas, dice él, pero terminó siendo de 30. “Las fronteras estaban colapsadas, porque los que trabajan ahí están atendiendo medio día, en vez de 24 horas, por la pandemia. ¡De Río Gallegos a Ushuaia tardamos 15 horas! ¡y todavía nos faltaban 1200 km más!”, detalla.
Las tareas de buceo fueron complicadas debido a la profundidad. “Esa zona está entre los 23 y 26 metros, con algunas depresiones. La dificultad nuestra, haciendo buceo con aire, es que solo podemos estar una cierta cantidad de tiempo sumergidos, sin entrar en descompresión. El tiempo depende de la profundidad. Por eso, cada uno hacía buceos repetidos, dos por día, de 28 minutos”, explica. Podrían haber buceado con descompresión, pero para eso necesitaban muchos más insumos que no tenían disponibles en ese momento. A la búsqueda se sumó también, al segundo día, un mini submarino, para tres personas, que estaba a bordo del rompehielos.
“Siempre hay riesgo”
El equipo de buceo considera que el ancla perdida es pequeña si se la compara con la de un buque mercante, que puede llegar a pesar nueve toneladas. Ellos están acostumbrados a hacer este tipo de trabajos, además de tareas de inspección y reparación de daños.
El momento del año en que más trabajo tienen es ahora. La empresa tiene una base de verano en Ushuaia, la ciudad cabecera del turismo antártico, donde se da gran parte del movimiento de la temporada. “De noviembre a marzo, hay casi 500 entradas y salidas de cruceros de Ushuaia. Por eso, tenemos una base de verano ahí. “Muchos buques de pasaje -los que llevan a bordo pasajeros- tienen contacto, roces, con hielo. Nosotros hacemos inspecciones de casco, de las hélices, y a veces, si se necesita, algún tipo de reparación. Hacemos soldaduras y otros tipo de reparaciones bajo el agua”, cuenta.
En su trabajo, el riesgo de vida es una constante. “De por si, el trabajo de buceo es de riesgo. Estamos siempre sumergidos en la profundidad. Hay que respetar muchos protocolos y procedimientos, por que este trabajo tiene una tasa de accidentes bastante alta a nivel mundial”, dice.
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