Aunque podría pensarse que los comercios con saldos son idea norteamericana, en realidad no fue así, fue una pequeña ciudad la que transformó las ferias medievales en tiendas de fábrica
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De pocos personajes del Medioevo puede decirse que hayan pasado a la historia por ser liberales. Fue el caso, sin embargo, del conde de Champagne Henri I, que gobernó sobre una extensa región al este de París entre 1152 y 1181. Amigo y confidente de reyes, tanto de Francia como de Inglaterra, quedó en los manuales de historia como un personaje liberal -en el primer sentido del término- por sus generosas donaciones a la Iglesia, pero también por las ideas y políticas avanzadas que favorecieron el progreso en sus tierras. Aunque suele asociarse el Medioevo con el oscurantismo y la miseria, Henri de Champagne favoreció la contracara de su época constituyendo la primera biblioteca conocida desde la época de Carlomagno y promoviendo grandes ferias que transformaron su condado en la principal potencia comercial del siglo XII. La moneda que acuñaba, el denier de Provins, era la divisa de sus tiempos, algo así como el dólar en la actualidad.
Troyes, la capital del condado de Champagne, fue sede de las dos principales ferias europeas a lo largo de los siglos y gracias a ellas se garantizó una prolongada prosperidad. Había una “foire chaude” (feria cálida) en verano y otra “froide” (fría) en invierno. Cada una de ellas estaba bajo la protección de un santo diferente: St. Jean para la caliente y St. Rémy para la fría. Junto con otros encuentros que se organizaban en ciudades vecinas, la región era una sola gran plataforma comercial a lo largo de todo el año.
¿Alcanza esta historia para considerar a Henri I como precursor de modernas formas de comprar? La respuesta está en las calles de Troyes, un hermoso destino de escapadas y turismo de fin de semana que se encuentra a solo una hora y media en tren del centro de París. Sin embargo, a pesar de esta cercanía y de tener la mayor densidad de casas antiguas de Europa, sin contar con que es el mayor centro de compras de indumentaria del continente europeo, los turistas no suelen tomarla en cuenta a la hora de armar salidas durante sus estadías en la capital de Francia.
Champagne y descuentos
Quien la descubre se da cuenta muy pronto de que Troyes es algo más que una mera escapada. Es un verdadero viaje en el tiempo. A tal punto que se puede decir con certeza que los mercaderes del siglo XII no se sentirían desconcertados al caminar hoy día por las calles del centro histórico, situado dentro del “corcho de champagne” (así llamado porque su trazado tiene esa forma, una casualidad muy afortunada en esta localidad productora de vinos espumantes, en medio del viñedo más austral de la zona AOC/AOP -denominaciones de origen controlado y protegido- del verdadero champagne).
Quien la descubre se da cuenta muy pronto de que Troyes es algo más que una mera escapada. Es un verdadero viaje en el tiempo. A tal punto que se puede decir con certeza que los mercaderes del siglo XII no se sentirían desconcertados al caminar hoy día por las calles del centro histórico
Las casas más antiguas conservadas en la actualidad fueron construidas durante el siglo XV, pero las técnicas de edificación habían cambiado muy poco en aquel entonces desde los tiempos de Henri el Liberal. Tampoco cambiaron los nombres de las calles. Lo único que podría sorprender a los comerciantes de telas son los cortes y tejidos usados por las marcas que siguen produciendo localmente, algunas de ellas conocidas mundialmente como Lacoste.
Es que a fines del siglo XVIII la ciudad aprovechó su pasado como centro del comercio textil para convertirse en productora y transformarse en la capital europea de la bonetería. Más tarde se lanzaría al prêt-à-porter, la confección industrializada de indumentaria cuya evolución tuvo un hito a mediados del siglo XX al abrirse las tiendas de fábrica, seguidas por la invención del concepto de outlet, que se exportó con éxito a todo el mundo. Una escapada a Troyes se puede resumir entonces en dos palabras: historia y compras. Y en eso la ciudad de hoy no es muy distinta a lo que era en la Edad Media. Hace ocho siglos atraía a productores flamencos, compradores parisinos o banqueros italianos. Ahora sus descendientes siguen acudiendo, pero como turistas.
Los visitantes modernos tienen una yapa: el champagne, ya que Troyes es una de las cabeceras del rey de los vinos. En tiempos de Henri el Liberal la región ya producía algunos que no se diferenciaban demasiado de los de otras regiones, menos aún por su calidad. Sería un monje, varios siglos más tarde, quien afianzaría la producción de espumantes y se convertiría en artífice de su fama. Varias casas productoras cercanas al sur de Troyes abren las puertas de sus bodegas para visitas y degustaciones.
Tiendas de fábricas para todo el mundo
Generalmente se asocia el concepto de outlets con Estados Unidos, pero en Troyes afirman que es un genuino invento local, que tuvo una lenta gestación a lo largo del siglo XX. Los historiadores del comercio quizás tengan algunas objeciones, pero lo cierto es que la densidad de centros de saldos permanentes de primeras marcas es seguramente la más alta del planeta. Ninguno de ellos supera al más grande y conocido de Francia y de Europa (en Marne-la-Vallée, cerca de Disneyland Paris); pero no todo es cuestión de tamaño. En Troyes dicen que si bien los suyos son más chicos, hay cuatro en total y unas 200 tiendas. Nada mal para una ciudad de solo 62.000 habitantes…
Los outlets troyanos (ya que Troyes comparte, al menos en francés, el mismo gentilicio de la mítica Troya homérica) tienen -a diferencia de los del resto del mundo- raíces bien implantadas en la historia local. Como la onza troy, que data de las grandes ferias medievales y sigue siendo una unidad de medida utilizada en el mundo entero para gemas y metales preciosos. Pero no hay que ir tan atrás en el tiempo. Los guías locales, que suelen hacer visitar el centro histórico, están preparados para responder las preguntas que tarde o temprano derivan en consejos y trucos para aprovechar mejor tiempo y dinero en los centros de compras. Afirman que todo empezó en 1936, año de luces y sombras en la historia europea (en Francia se eligió a un Frente Popular que otorgó dos semanas de vacaciones pagas y limitó la cantidad de horas trabajadas a 40 por semana, mientras en Alemania se abría un primer campo de concentración y en España estallaba la Guerra Civil).
Ese año uno de los talleres locales inauguró una primera tienda para sus empleados, pero fue luego de la Segunda Guerra Mundial -ya en los 50- cuando el concepto se generalizó y aparecieron varias más. Al principio se vendían productos defectuosos y la idea era tanto limitar las pérdidas financieras de las empresas como dar acceso a productos de calidad a los obreros y sus familiares directos, a precios imbatibles. Pero en los años 70 se extendió la venta al resto de la población local. Era la época de los “magasins d’usine”, tiendas de fábrica, por lo general ubicadas dentro o al costado de las plantas. Troyes era un hormiguero que empleaba a decenas de miles de personas en sus empresas textiles, pero que pronto conocería su ocaso.
Durante la década siguiente, las fábricas empezaron a ser trasladadas y sus negocios se agruparon y mudaron a complejos gigantescos en las afueras de la ciudad. A partir de los años 90 ya funcionaban como outlets tal como se los conoce hoy día; a las marcas locales se sumaron otras de diversos orígenes. Pero para los troyanos el nombre de aquellos negocios sigue siendo el mismo que hace unos 80 años, y los siguen llamando “tiendas de fábrica”.
Mucho más que outlets
Hay quienes visitan Troyes por el centro histórico y las antiguas fachadas, por las orillas del Sena (todavía pequeño en este tramo), por la sinagoga de Rashi (Rabí Shlomo Yitzjaki, uno de los mejores especialistas de la Biblia y el hebreo de todos los tiempos, que vivió en Troyes en el siglo XI), por la biblioteca municipal (que atesora uno de los mayores fondos medievales y recibió el sello de Memoria del Mundo de la Unesco) o por las cavas de champagne de los productores locales. Pero hay otros, y muchos, que solo van para los outlets. Hasta el estallido de la pandemia, Troyes recibía unos 4,5 millones de visitantes cada año.
Un fin de semana apenas alcanza, si tal es el propósito del viaje. Aunque muchas marcas estén en todos los outlets del mundo, con productos y precios más o menos idénticos, es interesante centrarse en las locales. Justamente durante estos meses de verano y temporada alta en Europa uno de los cuatro complejos troyanos, McArthurGlen Troyes, lanzó el concepto OriginAube, que pone en valor siete empresas nacidas en el departamento (Aube, de ahí el nombre). “Todavía son actores económicos importantes”, subrayaron al lanzar la operación. Se trata de Claudie Pierlot, Doré Doré, Maison Caffet y otras que supieron exportarse con más o menos amplitud: Olympia, Petit Bateau, Lacoste y Le Coq Sportif. No son las únicas nacidas en torno al antiguo centro medieval. También sigue habiendo o hubo talleres de Dim, Scandale, Benetton, Absorba, Jil y Babygro. Por su parte grandes casas parisinas como Agnès b. y Sonia Rykiel siguen confeccionando sus colecciones en talleres troyanos.
Gracias a su presencia y su éxito comercial, Troyes puede aspirar a ser mucho más que un centro de outlets y fábricas textiles. La ciudad es una importante plataforma logística, pero sobre todo la cuna de nuevas técnicas y textiles destinados a la medicina, las automotrices, el deporte y hasta el sector de la construcción. Se trata de telas antibacterianas, antiperforaciones, aislantes o ignífugas. También es un centro de formación con el Instituto Francés del Textil y de la Vestimenta, donde firmas como Lacoste también tienen sus propios centros: en este caso, una Manufacturing Academy. La investigación y el desarrollo suplantaron la producción, que abandonó masivamente la ciudad durante los años 80. La mudanza hacia regiones más baratas (el norte de África, Vietnam o China) obligó a la ciudad a reinventarse para no morir. Los genes comerciales, heredados de la Edad Media y sus grandes ferias, se reactivaron con la crisis. Los centros de compra con saldos fueron en gran parte la salvación y la base de la reconversión profesional de Troyes. Por suerte, algunas marcas no abandonaron la partida y siguen jugando de local.
Los cuatro outlets troyanos
Los factory outlets de Troyes aseguran rebajas permanentes de entre 30 y 50% sobre los precios habituales de primeras marcas de ropa, indumentaria y decoración. En épocas de saldos, los descuentos pueden subir al 70%. Hay dos temporadas de saldos en Francia, reglamentadas por la legislación comercial. Suelen extenderse durante el mes de enero para los de invierno y de fines de junio a fines de julio para los de verano. Durante estos periodos es muy común que los accesos a la ciudad colapsen por la gran cantidad de vehículos de familias que van de compras desde todo el noreste de Francia, pero también desde Bélgica, Luxemburgo, Suiza o Alemania.
Mc Arthur Glen es el más importante de los cuatro outlets, con un centenar de tiendas para 110 marcas y una ambientación que simula el centro histórico de la ciudad, con sus casas medievales. Está en el suburbio de Pont-Sainte-Marie. Abre todos los días del año de 9.30 a 19.30.
Marques City es el pionero y abrió en 1990. Varias de sus 30 tiendas son multimarca. Abre de lunes a sábados, de 10 a 19. Está también en Pont-Sainte-Marie.
Marques Avenues se instaló en una antigua planta textil, en 1993, con 45 tiendas que proponen liquidaciones de stock de unas 150 primeras marcas. Es un espacio totalmente cubierto, a tomar en cuenta para días de lluvia. Como servicio adicional tiene tres restaurantes. Está en el suburbio de Saint-Julien-les-Villas. Abre de lunes a sábado, de 10 a 19.
Village de Marques: es el más reciente. Abrió al costado de Mc Arthur Glen. Es mucho más chico, con solo 13 tiendas emplazadas en torno a una plaza central con juegos para niños. Abre de lunes a viernes de 10 a 19 y los sábados de 10 a 19.30.
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