Su muerte era un hecho, pero una conexión especial con un caballo vecino cambió su destino.
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Hasta hace unos pocos meses no tenía nombre. Desde luego, no era “necesario” encariñarse con ella. Aunque la habían criado desde pequeña como se cría a un perro, lamentablemente su final iba a ser otro. La idea era que la cerda pariera a lo largo de su vida diferentes camadas de crías destinadas a la venta. Y, eventualmente con los años, enviarla al matadero. Sin embargo, cuando descubrieron que la cerda nunca podría quedar preñada, los planes para ella pronto se vieron modificados y su destino fue anunciado: sería el de muchos otros animales considerados de “consumo”. La iban a carnear.
Agustina Rebagliati, que es investigadora y experta en comportamiento y lenguaje equino, la conoció porque notó que la chancha tenía una especial afinidad con Tango, uno de los caballos que vive en su campo de la localidad de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires.
“La conocí porque se hizo amiga de unos de mis caballos y por lo tanto nos empezamos a ver más seguido. Estaban todo el día juntos, se olfateaban… nariz con ollares y se quedaban juntos. Ella lo seguía todo el tiempo a Tango y fue algo que me generó mucha ternura y admiración por la forma de vincularse. Le puse Pepa. Era de un vecino y, hablando con él, supe que la habían criado de bebé como un perro. La idea era que diera crías. Pepa no podía quedar embarazada y entonces la iban a carnear”, recuerda.
Una transacción en la que ganó la libertad
Pero ella y su amiga y vecina Marina Acosta no estaban dispuestas a permitir que Pepa caminara en silencio a su trágico destino. Comenzaran acercándose al vecino y a conversar acerca de otras opciones para ella. Era una tarea difícil pero no estaban dispuestas a bajar los brazos. “Pepa es dócil, inteligente y sociable. Le decíamos que nos la vendiera, que nosotras le daríamos la vida que merecía. Nos costó convencerlo porque la alimentación de ella era especial para dar buena carne -comida para gallinas, sobras y pasto pero nada de carne- y él se mantenía firme en su postura. Pasaron los días y él empezó a darse cuenta de que Pepa había entablado una relación conmigo y mis caballos. Tanto le insistimos que le dio lástima matarla y decidió vendérnosla. Lo habíamos logrado. Gracias a mucha gente que colaboró, hicimos una rifa, recibimos donaciones y pudimos comprársela”.
Cadena de favores
Ahora había llegado el momento de conseguirle una casa donde la respetaran y la amaran. Fueron largos días de llamados, averiguaciones, propuestas que no se concretaron y mucho temor por no poder cumplir con el compromiso que habían asumido. Pero la buena voluntad y la empatía se impusieron, una vez más, y dieron sus frutos. Hoy Pepa vive con otros de su especie en la casa de un vecino de la zona, Pablo Pasadore, que abrió las puertas de su casa para sumarse a una buena causa.
“Pepa es muy inteligente. Cuando llegó a su nuevo hogar la mantuvimos aislada tres días en un espacio acondicionado para ella para que se familiarizara con los olores, los ruidos y los movimientos del lugar y que no se escapara. Finalmente, cuando la dejamos salir a conocer su actitud fue asombrosa: recorrió el lugar, olfateó cada rincón y pronto tomó un rol protagónico entre los de su especie. Ella les lleva un cuerpo de diferencia a los demás chanchitos entonces quedó como una suerte de guía amorosa”.
Aunque Pepa no se volvió a cruzar con Tango, el caballo que le ofreció su amistad en un momento difícil, Agustina cree que no faltará oportunidad. “Entiendo que esa amistad o esa conexión sirvió para que ella pudiera vivir. Tal vez algún día vuelvan a encontrarse”.
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