Fue amor a primera vista y las “casualidades” entre ellos no tardaron en aparecer; pero la pandemia cambió sus planes.
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Necesitaba hablarle. Algo en ella llamaba poderosamente su atención y tenía que descubrirlo. La había visto en cuanto subió al colectivo que cruzó sus caminos. Claramente por su acento era extranjera. Eso fue lo primero que advirtió en cuanto ella sacó el boleto e indicó que viajaba hasta Palermo. “Tengo tiempo para acercarme”, pensó él. El vehículo en el que ambos viajaban recién comenzaba el trayecto por San Telmo, de modo que podía especular con el tiempo que le llevaría al chofer llegar al destino de aquella mujer para animarse a decirle algo.
“Busqué cualquier excusa para hablarle. Me atraían su sonrisa y sus ojos. Me volví loco en ese momento, necesitaba decirle cualquier cosa. Pero ella no hablaba español. Es italiana y yo por suerte hablo el idioma así que me hice el simpático y rápidamente pude entablar una conversación. Bajé en la misma parada que ella y la acompañé algunas cuadras. Luego intercambiamos teléfonos y cada uno siguió por su lado”, recuerda Gabriel Salvagni.
Una mochila para recorrer el mundo
Con la sonrisa dibujada en el rostro, volvió a su casa con la satisfacción de haberlo intentado. Solo Dios sabría cómo continuaría la historia. Por lo pronto, él tenía su teléfono y estaba convencido de que el siguiente paso era ponerse nuevamente en contacto para invitarla a tomar algo. Pero no hizo falta que hiciera demasiados planes. Sin buscarlo, esa misma noche, el destino los cruzó en la calle y esa fue la excusa perfecta para que compartieran tragos y unas horas charlando sobre sus historias de vida. Antes de despedirse se besaron y la química fue inmediata entre ellos.
Los encuentros “casuales” -o no tanto- continuaron. Ella vivía a la vuelta del hotel donde Gabriel trabajaba en ese momento. Por eso pudieron coordinar sin problema nuevas salidas para conocerse un poco más. Los primeros paseos estuvieron destinados a que ella conociera Buenos Aires y sus lugares emblemáticos a través de los ojos de un tucumano que había elegido la ciudad para hacer una carrera en turismo.
“Los dos somos mochileros, y como todo marchaba tan bien entre nosotros no fue muy complicado empezar a viajar y planificar destinos para conocer. El primer viaje que hicimos juntos fue a Tucumán, Salta, Jujuy y el norte de Chile. Siguieron muchos más por Uruguay, la Patagonia argentina y chilena, entre otros. Pronto nos animamos a más y decidimos viajar a Europa. El plan era, disponer de unos ahorros que teníamos y abrir un hostel en Karlovy Vary, una ciudad termal en la región de Bohemia occidental de República Checa. Sus numerosos manantiales termales la han convertido en un centro turístico muy popular desde el siglo XIX. Pero el proyecto no prosperó. Corría 1919 y ya se empezaban a sentir algunas dificultades económicas que luego estallarían con la llegada de la pandemia”.
“Es mi compañera de viaje y de vida pero le solté la mano”
Se instalaron en Praga con intención de empezar de nuevo. Pero el crudo invierno, con temperaturas que rondaban los -10° C, los hizo modificar los planes sobre la marcha y moverse hacia Lagos, en Portugal. Allí el clima cálido, las playas paradisíacas y la vida frente al mar les dio ánimos para seguir camino hacia Oporto, en Portugal, y terminar en Londres, Inglaterra. “Vivimos experiencias inolvidables y yo pude descubrir que ella es mi compañera de viaje y de la vida”.
Cuando el dinero se volvió escaso para seguir viajando, Gabriel consiguió empleo en un crucero con recorrido por el Caribe. Pero, cuando en marzo de 2020 decretaron la emergencia sanitaria en los Estados Unidos, Gabriel y sus compañeros de flota tuvieron que permanecer por tres meses a bordo. Ese fue el comienzo de los problemas.
“Siempre hablábamos por teléfono, ella estaba sola en Londres y con el Covid fuera de control. Yo cumplía cuarentena en el barco. Pero nos dábamos fuerzas para seguir. En junio, ya con la situación al límite, la empresa naviera que me contrató me envió en un vuelo de repatriación hacia Argentina. Fue un golpe muy duro. No pude continuar la relación a distancia de ese modo sin saber cuándo podría viajar. Estaba quebrado interiormente. Y...en ese contexto, tomé la peor decisión de mi vida: le solté la mano cuando más nos necesitábamos. El tiempo no puede borrar todo lo que la amo. Ahora hablamos por teléfono, aunque no muy seguido. Después de meses de estar desempleado, por fin recuperé mi puesto en el barco. Cuando termine mi estadía a bordo, viajaré para mirarla a los ojos nuevamente, nunca es tarde. Confío en que una nueva casualidad me permitirá reunirme con ella: aunque el barco tiene una ruta exclusiva por el Caribe, ahora cambió de destino y navegamos a Francia, Marsella, cruzando el atlántico. Sé que cada día estoy más cerca de ella...”.
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