Fue en 2016 cuando descubrió un nido junto a su muelle y, a su alrededor, un pez luna que cuidaba celosamente aquel preciado refugio. "Los machos son conocidos por cuidar sus nidos, pero había algo diferente en la forma en que me miraba. Finalmente, luego de un buen rato, el pez comenzó a seguirme y dejar que lo acariciara", cuenta Holly Jorgensen.
Lo llamó Greenie y se preguntó si volvería a verlo alguna vez. Cuando apareció al año siguiente y actuó de la misma manera, la mujer le ofreció escarabajos japoneses que había encontrado en unas flores. Greenie estaba tan emocionado que sus reflejos anaranjados casi brillaban. Eso pareció cimentar la amistad.
Y al final resultó que Greenie terminó regresando una y otra vez, y todos los días después de aquella fascinante primera vez. "No podía creer que me recordara hasta que leí un estudio universitario que afirmaba que los peces pueden distinguir un rostro humano de otros 44 y recordarlo durante seis meses".
Cuando llegó el primer invierno, Jorgensen se preguntó si volvería a ver a Greenie una vez que el lago se descongelara. Y tan pronto como llegó la primavera, allí estaba el pez de regreso en el muelle. Con el paso del tiempo, Jorgensen tuvo la posibilidad de poder comenzar a acariciar e interactuar con más frecuencia con Greenie.
Dos es multitud
En 2018, luego de dos años del primer encuentro, el pez se presentó en el muelle con otro más pequeño con él e igual de amigable. ¿Sería su descendencia? "Noté que solo usaba su aleta pectoral izquierda. Finalmente, su aleta derecha sanó y tuvo una cicatriz. Lo bauticé Spot. Eso facilitó la identificación positiva, pero por lo general es el comportamiento lo que me ayuda a distinguir un animal de otro".
Jorgensen asegura que entiende que muchos puedan ser escépticos respecto de su historia. "Al principio me pregunté si yo solo era el humano en el muelle y este era su territorio. Eso cambió el día en que nadé como lo hacía todos los días y decidí sentarme en un tronco en el otro extremo del lago para ver la puesta de sol. Fue encantador. Luego miré hacia abajo y vi a alguien mirándome. ¿Spot? De Verdad? Metí mi mano y él se acercó y la acarició, y vi la cicatriz blanca que probaba que era él". Greenie había hecho lo mismo en otras ocasiones. A veces seguía a la mujer hasta el otro extremo del lago o al muelle de un vecino cuando ella lo visitaba.
Pero ¿cómo supo la mujer que Greenie era un pez macho? Un verano pudo ver con sus propios ojos lo que había investigado sobre su nuevo amigo. Después de construir un nido, Greenie trajo a una pareja y ellos hicieron su "baile" de cortejo - dando vueltas y vueltas en círculos sobre sus costados antes de dejar caer óvulos y esperma.
Pero no todo fueron días alegres en el vínculo entre el pez y Jorgensen. "Una vez Greenie apareció con un anzuelo clavado en su boca. Me miró fijamente durante mucho tiempo antes de atreverse a acercarse. Tuve que recurrir a un escarabajo para recuperar su confianza. Pero esa confianza fue crucial porque me permitió tomarlo en mis manos y no mover una aleta mientras le quitaba con cuidado el gancho. Acto seguido lo dejé de nuevo en el lago y lo vi desaparecer. Me pregunté si lo volvería a ver o si me temería. Una hora después, fui a nadar y regresé para encontrarlo. Allí estaba, esperándome, dándole la bienvenida a mis caricias. Al día siguiente demostró que estaba bien saltando fuera del agua".
Jorgensen necesitaba saber más y contactó al Dr. Peter Sorensen, ictiólogo -rama de la zoología dedicada al estudio de los peces- y fanático de los peces. "Me emocioné cuando él y su esposa llegaron al día siguiente para conocer a Greenie. Aquí estaba un experto, asegurándome que Greenie, ahora una adulto mayor, se veía saludable y que sin dudas era muy especial. Había conocido peces en el laboratorio que lo reconocieron, pero no había visto uno salvaje con un interés tan claro en los humanos y la confianza que Greenie demostraba. Su visita me enseñó, entre otras cosas, que un pez es un individuo con relaciones, que puede utilizar herramientas, planificar y aprender, percibir e innovar, calmar y planificar, experimentar momentos de placer, miedo, alegría y dolor. Sé que llegará el día en que ya no estará en mi vida. Pero él siempre estará en mi mente y en mi corazón, con una gratitud inconmensurable y un mensaje imborrable: toda vida es preciosa".
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