La ciencia del número dos
En la ciencia no hay temas tabú, y menos aún en esta columna que ya pasó por la física de hacer pis, de cantar en la ducha y hasta de hacia dónde debe colgar (científicamente) la punta del papel higiénico, si hacia la pared o hacia fuera. Y hoy no seremos menos, ya que nos dedicaremos a la hidrodinámica de la defecación (impresionables abstenerse). Al menos ese es el título de otro gran estudio del Dr. David Hu, de la Universidad Georgia Tech, que ya nos tiene acostumbrados a hallazgos maravillosos. Como que un perro mojado se saca de encima el 90 por ciento de la humedad en una fracción de segundo, lo que resulta de gran utilidad para entender el proceso de secado. O que las pestañas reducen la evaporación de agua de los ojos, además de proteger del polvo, lo que ahorra más energía. O su investigación más famosa, que demuestra que todos los mamíferos de más de 1 kg de peso, independientemente de su tamaño, se toman el mismo tiempo para hacer pis (unos 20 segundos).
Insaciables en sus preguntas, Hu y sus cómplices se dedicaron ahora a la defecación, como muestra su reciente trabajado publicado, muy adecuadamente, en la revista Materia blanda. Así, sus estudiantes filmaron –y recogieron– las heces de 34 especies de mamíferos en el zoológico de Atlanta para medir su densidad y viscosidad. Y sus hallazgos son sorprendentes. Más allá de clasificar los productos de acuerdo con su densidad (menor en los herbívoros como los elefantes), sus olores (de los insufribles tigres o rinocerontes a los soportables pandas) y sus tamaños (mayores en animales más grandes), la sorpresa vino en el registro de la velocidad. Los animales más grandes lo hacen más rápidamente: un elefante se alivia a seis centímetros por segundo, un humano a unos dos centímetros por segundo. Un momento: si las heces son más grandes, pero la velocidad es mayor…, ¿será que la duración de la defecación es una constante? ¡Sí! Todo bicho que come, digiere y expulsa tarda entre 5 y 19 segundos en hacerlo, con un promedio de 12 segundos. Esto tiene que ver con los mecanismos de la defecación y el tránsito entre el intestino, el colon y el recto. Los bichos más grandes generan una mayor capa de moco en su tubo digestivo, lo que facilita una eyección más rápida.
A primera vista (o a primera olida) esta investigación no solo es un poco asquerosa, sino, sobre todo, inútil, ¿verdad? De hecho, un senador de los Estados Unidos colocó a los trabajos del D. Hu en su lista de investigaciones cuestionables. Pero, como siempre sucede en ciencia, las posibles aplicaciones vienen de los recovecos más inesperados. Los estudios de la física de la defecación son necesarios para mejorar la logística de la limpieza en corrales, o para imaginar nuevos tratamientos para los múltiples trastornos gastrointestinales en humanos. La limpieza y secado de los animales, y la dinámica del funcionamiento de las pestañas, sin duda proveen ideas para el diseño de sistemas más eficientes para estos procesos en la industria y el hogar. El trabajo con pestañas ha ayudado a oftalmólogos a entender ciertos riesgos ambientales para los ojos. Los datos de la velocidad de la micción son aplicables en estudios de incontinencia urinaria.
Es cierto: hay ciencia que no necesariamente hace el mejor de los temas de conversación para una reunión social. Y podríamos seguir: el trasplante fecal (sí… el trasplante de caca de una persona a otra) es una de las terapias más promisorias para tratar ciertas enfermedades gastrointestinales, dependiendo de las bacterias presentes en el donante y el receptor.
Las estadísticas indican que en promedio pasamos en el trono del baño entre 12 a 15 minutos por día; si hacemos las cuentas, nos da alrededor de una hora y media por semana, y casi 4 días por año. Redondeando mucho, si vivimos unos 80 años, un poco menos de uno de esos años estaremos sentados en ese lugar sagrado, lo cual nos da suficiente tiempo como para reflexionar sobre la vida, la felicidad y la ciencia del número dos.