Prócer entre sus pares locales e internacionales, comenzó a hacer diseño industrial cuando aún no existía la carrera. Con más de medio siglo de sólida trayectoria, continúa diseñando para marcas y empresas de Centroamérica
Se siente ametrallado (sic) por la cantidad de preguntas, pero las respuestas surgen de manera natural. No quiero abusar de su tiempo pero tampoco perder la oportunidad: Hugo Kogan es de esas personas que parecen tener una clara y simple definición acerca de todas las cosas de la vida. Empezamos por un lugar común, aunque no por eso poco interesante: la creación del Magiclick. Pero antes de seguir, vamos hacia atrás en el tiempo y llegamos su infancia: "Nada me emocionaba más que la escultura, dibujaba naturalmente pero lo mío era lo tridimensional. Sin necesidad de dibujos previos y sabiendo lo que quería, trabajaba el barro que amasaba con pequeños trozos de paja y daba forma a caballos, cabezas de personajes, cuerpos, orquestas completas de músicos de jazz y de tango, y personajes de historieta", recuerda. En busca de un colegio secundario que habilitara una salida laboral, pasó por nacionales y comerciales hasta descubrir su lugar definitivo en un industrial. Allí se reencontró con el dibujo, esta vez técnico, egresando con el título de técnico en mecánica: "El profundo conocimiento de materiales, procesos, herramientas y medios de producción se imbricó con mi interés por la forma. Allí comenzó a gestarse lo que me acercó a la profesión: años más tarde, trabajando en Philips Argentina me enteré de que lo que hacía se llamaba diseño".
El invento mágico
"En 1967, el empresario Ernesto "Tochi" Vainer volvía de uno de sus viajes a Japón y me pidió que incorporara a sus líneas de cocinas un dispositivo piezoeléctrico absolutamente novedoso". Para entonces, Kogan era Director del Departamento de Diseño de AURORA y comenzaba a jugar con el material hasta llegar a un encendedor de cocina autónomo. "Con un nombre asociado a su misterio, y una frase inolvidable -Sin pila, sin cable y sin piedra-, la promesa de sus 104 años de duración coló en la población, a tal medida que terminó posicionándose como un regalo deseado", relata. Era un signo de época crear cosas que duraran, aunque en este caso la esperanza de vida era más que generosa. Hugo explica cómo la calcularon: "Tomando como referencia la cantidad de chispas que garantizaba el productor y dividiendo por un estimado de 25 encendidos por día, llegamos a una cifra que llegaba a los 100 años. Fue la agencia la que decidió comunicar los 104".
El diseñador recuerda al mercado de aquellos años como carente de novedades tecnológicas y sin aportes novedosos para las tareas domésticas: "Estar en el lugar apropiado, en el momento adecuado, con una propuesta de utilidad, con una marca inolvidable y una muy buena comunicación, es a mí entender lo que lo dotó al Magiclick de la trascendencia que lo acompaña". La proyección de la demanda arrojada por un estudio de mercado quedó corta: se estimaban ventas de 5 mil unidades por mes, pero durante los primeros 90 días los pedidos alcanzaron las 80 mil. Kogan recuerda que el Magiclick era elegido como regalo, por eso con el tiempo el packaging fue intervenido con un moño.
Diseño: un oficio diario
Kogan rememora los proyectos más desafiantes de su carrera y sorprende con relatos que ningún usuario del Magiclick hubiera imaginado: "Un espacio de incubación diseñado para reproducir el hábitat natural dedicado a la cría de iguanas. Fue un encargo que tenía como fin terminar con la caza indiscriminada de animales silvestres. Lo logramos. Para entender, recabamos información sobre la iguana, sus movimientos y costumbres, dimensiones y flexibilidad. Tuvimos dos ejemplares adultos dando paseos y dispersando sus fuertes olores en las oficinas durante un día: fue duro". Para el mundo textil diseñó una máquina circular manual con ingeniería de alta complejidad para el tejido de medias: "Era una máquina con mecánica compleja, hubo que aprender a usarla para resolverla. Funcionó y se produjo en una época en la que la mujer colaboraba con la economía familiar trabajando en su casa".
A comienzos de los 70’, luego de casi dos décadas de que la tele llegara al país, Kogan atendió a una demanda que surgía en las casas: la de una segunda caja chica. La resolvió diseñando una tele monocromática y portable de 13": el Tonomac. Fuera de la producción en serie, en 1986 creó, junto a Ricardo Blanco y Reinaldo Leiro, el estudio VISIVA: "Éramos tres profesionales que coincidíamos en el deseo de explorar otras vertientes. Fue un emprendimiento imaginado por Ricardo en el que Reinaldo elaboró el programa de inversiones, costos de adecuación y alquileres, que según la inversión comprometida nos permitiría mantenerlo exactamente un año. Fue una maravillosa experiencia, para la que diseñé, entre otros, el radiorreceptor de 6 bandas LOOP y el reloj de péndulo CUARTO".
Reflexiones sobre el mundo moderno
La innovación siempre estuvo entre las prioridades de Hugo Kogan. Entiende, sin embargo, que hoy las necesidades están satisfechas, por eso el diseño trabaja para dar respuesta a los deseos: de las personas: "Estamos inmersos en multitud de productos, de excitantes propuestas, de fórmulas orientadas a la felicidad, de ofertas de precios por única vez, de nuevas tecnologías que nos permiten mantener el ritmo y, mientras tanto, corremos sin tener muy claro hacia dónde". En los últimos 15 años, Hugo Kogan se ha dedicado a desarrollar proyectos para empresas centroamericanas a través de Focus Brand, el estudio que dirige junto a Miki Friendenbach. "El hoy es nuestra única oportunidad real para el hacer: el disfrute, los cariños, el amor, el ocio y la amistad. Tenerlo presente nos ayudará a no distraernos, a no postergar lo realmente importante y a disponer de estrategias para evitar las interferencias, que son muchas e inteligentes", propone como cierre el hombre que, aunque no lo veamos, está presente en buena parte de nuestras acciones diarias: a través de una idea, una forma, un objeto.