Antes y ahora. La chacra de un prócer, el cuartel donde se sublevó Seineldín y un autocine: la historia del predio donde está Tecnópolis
Ahora que se habla del futuro del parque temático creado durante el kirchnerismo es bueno echar un vistazo hacia su pasado, donde ocurrieron hechos que quedaron en la memoria de los argentinos
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En poco tiempo, Técnopolis, el enorme predio ubicado en Villa Martelli, partido de Vicente López, que se promovió durante años como una “megamuestra de arte, diseño y tecnología” abierta a todo público, dejará de funcionar tal como lo venía haciendo. El gobierno nacional, a través del Ministerio de Capital Humano, implementó un programa abierto a iniciativas privadas y públicas con la finalidad de autofinanciar el parque temático que fue inaugurado en el año 2011, bajo la presidencia de Cristina Kirchner.
La idea actual es instalar allí un parque de diversiones y alquilar partes del lugar a emprendimientos privados, para que el predio no genere gastos para el Estado, si no más bien, ganancias económicas. En ese sentido, todavía no está muy claro cuál será el futuro de este sitio, aunque en el ministerio que maneja Sandra Pettovello estiman que el lugar generará unos 1400 millones de pesos anuales que alimentarán las arcas del Estado.
Hoy, mientras se debate el futuro de Técnópolis, es buen momento para recordar el pasado del predio donde está emplazado. Al indagar acerca de la historia de ese terreno de más de 54 hectáreas ubicado a la vera de la Avenida General Paz, frente al barrio porteño de Saavedra, es posible encontrar nombres, establecimientos y hechos que ya están inscriptos en la memoria de los argentinos. Aunque algunos de ellos no sean nada felices...
Para comenzar la cronología de este territorio que hoy vuelve a ser noticia es necesario ir mucho más atrás en el tiempo, antes incluso de la existencia de la avenida General Paz. Entonces, en el siglo XIX, el enorme cuadrado de tierra que hoy comparten Capital y provincia, que está delimitado por avenida de los Constituyentes, Zufriátegui, Balbín y Crisólogo Larralde, pertenecía a la familia del presidente de la Primera Junta de gobierno, Cornelio Saavedra. Una parte de ese terreno era de una prima del prócer, Victoriana Cabrera, y otro sector perteneció a Cornelio y otro a uno de sus hermanos.
La chacra de los Saavedra
“Ese terreno era una de las 61 suertes (áreas) de tierra que el fundador de la ciudad de Buenos Aires, Juan de Garay, había sorteado entre los hombres que lo acompañaron en la fundación, en 1580. Con el paso del tiempo esos terrenos los fueron adquiriendo las personas con plata. Y ese, en especial, lo compró Saavedra. Por eso esa zona, en la ciudad, se llama Saavedra. Está Puente Saavedra, estación Saavedra, Museo Saavedra..:”, dice a LA NACION el ingeniero Mario Petrucci, autor del libro Villa Martelli... una gran historia, y vecino de la zona de Tecnópolis desde su nacimiento. “Viví, me crié, y sigo viviendo ahí pegado”, aclara.
En el año 1880, bajo la presidencia de Julio A. Roca, se federaliza Buenos Aires y la ciudad se convierte en la Capital Federal. Entonces se traza, como límite entre la provincia y la flamante capital argentina, la línea por la que hoy circula la Avenida General Paz. “El cuadrado de la chacra de los Saavedra queda dividido entonces por una diagonal de punta a punta que es la futura General Paz. De un lado, el de provincia, queda el triángulo de tierra donde hoy está Tecnópolis. Ese predio, hoy limitado por General Paz, Constituyentes y Zufriátegui, correspondía a San Isidro, hasta que en diciembre de 1905 se crea el partido de Vicente López”, dice el estudioso del barrio de Villa Martelli.
En relación a esto, también en las inmediaciones de Tecnópolis, sobre la Avenida General Paz, puede encontrarse el “mojón número 6″, que queda como testimonio del momento en que se trazó la divisoria entre la ciudad y la provincia. Este elemento, emplazado en el año 1887, de acuerdo con Petrucci, es “el monumento histórico más antiguo de Vicente López”.
Expropiación y concesión al ejército
En el año 1936 el Estado nacional, a través de la sanción de la ley 12.336, expropia lo que fuera la chacra de la familia Saavedra y declara sus terrenos “de utilidad pública”. El proyecto de esta acción lleva la firma del presidente de la Nación, Agustín P. Justo y de su ministro del Interior, Leopoldo Melo. La intención de esta adquisición estatal de las tierras es la de impedir su parcelación y su edificación. Lo que se buscó es preservar ese terruño para levantar futuros parques y jardines, según informa el historiador Alberto Piñeiro en un texto sobre el origen del Museo de Saavedra.
Pero pronto, este espacio público, del lado de la provincia, es concedido al Ejército Argentino. Para el año 1953, las Fuerzas Armadas comienza a ceder espacios para otros fines: relleno sanitario, centros recreativos, viviendas para su personal (barrio militar) y también alquiler para actividades comerciales e industriales. “Hasta la década del 60 inclusive, sobre lo que hoy es Tecnópolis había hornos de ladrillos. Aún se pueden apreciar los desniveles por la falta de tierra que se fue en forma de ladrillos”, ejemplifica Petrucci contando una de las actividades que se desarrollaron en el predio.
Pero sin dudas lo que marca con mayor fuerza la presencia militar en la zona donde hoy se encuentra el parque temático fue el cuartel del ejército que funcionó en el lugar por más de tres décadas. En esa dependencia se radicaron cuatro unidades castrenses diferentes, según informa la misma página oficial de Tecnópolis. El Batallón de Arsenales 101, el Batallón 601 de Ingenieros, una unidad de Inteligencia y el Batallón de Artillería Logística 10.
Petrucci, que hoy tiene 70 años, cuenta los recuerdos de su adolescencia con respecto a esas instalaciones militares: “Yo jugaba a la pelota ahí, había una cancha de fútbol de los milicos y le decíamos la cancha de polo, porque había caballos dando vueltas ahí y nosotros jugamos al fútbol. Cuando no pasaba nada, ¿viste?”. Pero después sí pasaron cosas allí... Cuando el país entró en la tragedia de la última dictadura militar, en el Batallón de Artillería Logística 10 funcionó un centro clandestino de detención, según la denuncia de la Conadep plasmada en el libro Nunca más.
El levantamiento militar de 1988
El cuartel militar de Villa Martelli volvió a tener un protagonismo negativo ya en tiempos de la democracia. Fue en diciembre de 1988, cuando el lugar fue el epicentro de un levantamiento castrense en contra del presidente Raúl Alfonsín. El líder de esta sublevación fue el coronel Mohamed Alí Seineldín, que dirigió a un grupo de uniformados bautizados por la prensa como “carapintadas” que ya habían protagonizado otros dos levantamientos en democracia. El primero, en Semana Santa de 1987, en varias unidades del país, y el segundo, en Monte Caseros, en enero de 1988. En todos ellos, el reclamo principal tenía que ver con forzar una amnistía para los militares que habían sido juzgados por crímenes de lesa humanidad y el cese de los juicios contra ellos. En este caso, además, la revuelta se originó porque la Junta de Calificaciones militares no recomendó el ascenso del coronel Seineldín a general de brigada. El militar rebelde había iniciado su accionar en Campo de Mayo, pero luego él y sus hombres fueron a guarecerse al regimiento de Villa Martelli.
La sedición había comenzado el 1 de diciembre, pero el momento más tenso de la rebelión se vivió el 4 de diciembre, en el arco de acceso del regimiento de Villa Martelli, frente a la avenida General Paz. Ocurre que allí también se reunieron cientos de personas para protestar contra el accionar de los militares. Para evitar el avance hacia el cuartel de esta gente, la policía montó un dispositivo con una gran cantidad de efectivos dispuestos frente al acceso.
En un momento de la protesta, los manifestantes comenzaron a arrojar piedras hacia el cuartel y la respuesta policial fue desmedida, ya que arremetieron a tiros contra los manifestantes. Y también se sumaron a disparar algunos militares rebeldes desde las alturas del arco de ingreso. El caos y la violencia continuaron durante varias horas y el resultado de ello fue el de tres víctimas fatales y más de 40 heridos.
Finalmente, tras negociaciones llevadas adelante entre los sublevados y el jefe de las Fuerzas Armadas de entonces, general José Caridi, la rebelión culminó. Como consecuencia, Seineldín terminaría en prisión (aunque fue indultado por Carlos Menem un año después) y Caridi fue pasado a retiro.
El autocine “Buenos Aires”
Pero no todos fueron tragos amargos en el pasado de Tecnópolis. En ese predio cuyo futuro hoy es incierto también funcionó, en los años 70 y 80, un autocine llamado Buenos Aires. Esta modalidad para disfrutar del séptimo arte que está en extinción en el mundo, encontraba en ese predio de Villa Martelli un lugar preferencial. Un gran playón para la recepción de los vehículos y, frente a ellos, una pantalla gigante montada en una estructura metálica le daban forma al gran divertimiento familiar de aquellos tiempos.
En principio, el sonido de las películas llegaba a los espectadores a través de la radio AM del vehículo, algo que cambió a causa de que ese sistema producía interferncias en las comunicaciones del cuartel militar que se encontraba a pocos metros. “Como el audio se transmitía por señal de onda corta y el predio estaba pegado al Ejército, siempre se confundían los audios y al final hubo que cablear todo el lugar y poner parlantes individuales para cada auto”, contaba a la revista Para Ti Jaime Picera, exoperador cinematográfico del autocine Buenos Aires.
El hombre también contó entonces sobre “las picardías” que presenció mientras ejercía su particular función: “Desde las parejas que empañaban los vidrios, hasta los que entraban escondidos en el baúl para no pagar la entrada”. Los que fueron testigos de aquella época seguramente recordarán con una sonrisa que en la puerta de ese autocine había una estructura de metal de la que pendía el chasis de un Ford Falcon color rojo.
Cine desde “la colimba”
Hay testimonios de personas que hicieron el servicio militar en la unidad militar de Villa Martelli que aseguran que desde su obligatoria estadía cuartelera podían asomarse y ver (sin escuchar) las películas del autocine. Uno de ellos fue el juez federal Daniel Rafecas, que en su juventud hizo allí allí su conscripción y años más tarde, cosas del destino, le tocó ser el magistrado en la causa sobre los delitos cometidos por los militares en el Logístico 10 de Villa Martelli.
En un video realizado para Tecnópolis, recordando sus tiempos de “colimba”, el juez rememora su experiencia: “En marzo del ‘86 un oficial del ejército nos sentó a todos en una tarima y nos dio un discurso ideológico, del comunismo, que va a volver la subversión y mientras el oficial hablaba y lo teníamos de frente, detrás de él muda, de costado, estaba la pantalla del autocine funcionando y se veían imágenes de La historia oficial. Era una cosa muy simbólica, de un militar que sostenía un discurso que ya no tenía cabida y la realidad detrás con las imágenes que proyectaba el autocine”.
A comienzos de los años ‘90, aquel sitio para disfrutar del mundo de fantasías de la pantalla grande desde la cabina de un coche había cerrados sus puertas. Unos años más tarde, la naturaleza se había adueñado del lugar.
Adiós a las armas, llega Tecnópolis
En cuanto a las unidades militares, para mediados de los años ‘90 ya habían dejado de funcionar allí. “Cuando está (Domingo) Cavallo como ministro de Economía y (Jorge) Domínguez como ministro de Defensa, Cavallo impulsa una ley que permite al ejército vender sus propiedades para financiar aumentos al ejército -cuenta Petrucci-. Eran 120 hectáreas en venta. Pero después el intendente de Vicente López no lo permitió con una ordenanza. Dijo que allí no se podían hacer casas, ni cementerios, ni supermercados. Entonces no se hizo nada”.
En efecto, la ordenanza municipal decía que aquel lugar debía ser “de interés público, orientado al bien común para su utilización como reserva natural y equipamiento comunitario”.
“Cuando Mauricio Macri, que era Jefe de Gobierno de Buenos Aires, no le dejó a Cristina hacer la exposición por el bicentenario en la zona de Figueroa Alcorta y Tagle, Cristina vio que estos terrenos de Villa Martelli eran federales y dijo: ‘Bueno, ya está, hagamos Tecnópolis acá y listo’”, resume Petrucci.
Javier Groisman, director de la Unidad Bicentenario que fue la encargada de hacer el parque temático, cuenta en un corto que se puede ver en la página oficial de Tecnópolis que al llegar al lugar para comenzar su trabajo se encontraron con “tierra arrasada”. “Quedaban partes de algunas unidades militares, había canchas de fútbol donde se entrenaban clubes de primera y hacían torneos”, describe el creador del sitio, que revela que el espacio de ciencia y tecnología se iba a hacer “de forma provisoria”.
Pero lo “provisorio” duró más de 13 años. Desde 2011 y hasta estos días, con sus cierres temporales y reaperturas rimbombantes, Tecnópolis fue parte central de aquel terreno que en otros días perteneció a la familia Saavedra. De todas formas, la muestra de arte, ciencia y tecnología que fue un símbolo de la gestión kirchnerista no ocupó toda la extensión de aquel triángulo delimitado por la General Paz, Constituyentes y Zufriátegui. El parque temático comparte su territorio con un barrio militar, un centro recreativo del ejército, y también el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), que naciera en 1953 como el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), dependiente del Ministerio de Defensa. Por el amplio terreno, además corría el arroyo Medrano, que fue entubado en 2010.
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