Emplazada en el Valle de Calamuchita, empezó a construirse en 1868 como casa de veraneo de una pareja de recién casados
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CÓRDOBA.- “La Hungría” nació como una casa de verano de una pareja de la aristocracia cordobesa. Benigno Moyano y María Teresa Carranza se conocieron, enamoraron y casaron en 1868. La familia de ella tenía unas tierras en la zona de Calamuchita donde solo había una estafeta; el matrimonio quería construir allí una casa para pasar sus vacaciones. En aquellos años se demoraban cinco horas en llegar desde la ciudad de Córdoba. Hoy, renovada, es un condominio de departamentos y hotel.
Las tierras de los Carranza están sobre lo que fue el Camino Real, hoy sobre la ruta provincial que conecta Santa Rosa de Calamuchita con Villa General Belgrano. El antiguo Camino Real unía el Virreinato del Río de la Plata con el Alto Perú, era la principal vía de transporte, comercio y comunicación entre las ciudades de Buenos Aires y Lima. Por él llegó a Córdoba el fundador de la ciudad capital en 1573, Jerónimo Luis de Cabrera.
En los años en que el matrimonio Moyano-Carranza decidió hacer su casa de verano, por allí pasaban carruajes y diligencias y también parte de los ejércitos que se enfrentaban en el proceso de reorganización nacional.
La pareja opta por construir el casco principal de la estancia tomando como base la construcción de la estafeta postal, una zona cercana al arroyo. Moyano era comerciante y cada vez que iba desde la ciudad de Córdoba a inspeccionar la construcción viajaba cinco horas (hoy en 90 minutos se está en el lugar).
30 años más tarde
Casi 30 años les lleva realizar la estructura completa de la estancia, aunque iban habitándola en función de las etapas construidas. En 1892 se inaugura el frontis principal de columnatas, que caracteriza a la construcción y que aun hoy se mantienen. A diferencia de otras construcciones de la época no se la encargaron a un arquitecto de renombre, sino que la misma pareja fue la que ideó el diseño acorde a lo que a ellos les gustaba.
El estilo dominante de “La Hungría” es el historicismo rural, una corriente arquitectónica académica que dominó la Argentina durante la Generación del ‘80, cuando el territorio se consolida como país. “Es una mezcla de estilos organizada por la simetría -explica a LA NACION el arquitecto Damián Revelli, quien trabajó en la recuperación del lugar y es uno de los socios-. Domina el estilo clásico en el basamento, las columnas puras y un barroco tardío en el remate del área central y algunos detalles del adintelamiento. Hay algo de neobarroco y de neoclásico; una clara influencia de las ‘bellas artes’ en boga en Francia en aquellos años”.
El cuerpo principal de estancia es de grandes muros de adobe crudo que se construyeron usando la tierra del lugar: “Casi como una premonición ecológica, las paredes siguen en perfecto estado y en un área destinada a archivo se pueden ver las mamposterías que se recuperaron”.
¿Por qué le pusieron “La Hungría”?
En aquellos años llegaban noticias del imperio austro-húngaro y Moyano le decía a su esposa, María Teresa, que ella era su “emperatriz” en referencia a María Teresa de Austria. La comparación no solo era por el nombre, sino por su belleza. En medio de ese juego de la pareja, él impulsa que el lugar “espléndido, donde veraneaban como reyes” fuera bautizado como Hungría. Tiempo después se la terminó llamando “La Hungría”. Una arboleda centenaria y vegetación autóctona es una de las características del lugar.
La estancia se dedicó históricamente a los caballos, a su cría y entrenamiento. La familia dueña sostenía que los animales eran “especiales” por lo que todos tuvieron nombres personales. La yegua “Estrella” era una de las preferidas del matrimonio fundador. “Se acercaba como un perro doméstico para que la acariciaran y acompañaran”, dicen los relatos de la época.
La familia -la pareja tuvo seis hijos- se movía con un carruaje al que le decían “El Tílburi”, un modelo de la época; lo usaban para paseos al río cercano. El original todavía existe y forma parte del “Museo del carruaje” que se encuentra a pocos kilómetros de la estancia, en Los Reartes, donde hay otros 30 carruajes. Una réplica más pequeña está en la zona de archivo de “La Hungría”.
Decadencia y recuperación
A mediados del siglo 20 la estancia es prácticamente abandonada por los herederos; la construcción empezó a ser usada como lugar de juegos de los chicos y jóvenes de la zona que emulaban -según comentan los vecinos- desde “zombies a reyes”. En esos años fue robado gran parte del mobiliario original.
La estancia original tenía 500 hectáreas, después de varios desmembramientos durante el proceso de la herencia, quedaron dos a las que se están por sumar otras diez que fueron parte de la etapa fundacional.
En 1997 la compra César Nicora, quien inició un trabajo de puesta en valor y reconstrucción respetando tanto la ubicación de la mayoría de los ambientes, como de los materiales empleados. En una parte de las caballerizas se emplaza una capilla y, con el tiempo, el establecimiento se transforma en hotel boutique ya que los hijos de Nicora impulsaron el proyecto. Agustina Nicora, arquitecta, es la que finaliza esa intervención.
En 2021 Revelli -arquitecto responsable de las esculturas de “AmoCba” en la capital provincial- asume la responsabilidad de una nueva reestructuración, donde el arte cobra protagonismo. La estancia se convierte en un condominio, donde conviven apartamentos de propietarios con servicios de hotelería, suites para huéspedes y una serie de amenities, como una pileta con una escultura central, un recorrido artístico, un restaurante (Goldenbar) y un spa.
Cada suite y departamento es diferente; las hay dedicadas a los caballos, a las letras, a los colores y a temáticas de bienestar. “Nos gusta la idea de un ‘ocio activo’, donde el huésped no haga nada más que disfrutar -sintetiza Revelli-. Queremos ser el lugar donde el que viene se sienta la reina, el rey, la emperatriz o el emperador, como fue en el origen de la estancia”.
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