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Quién no se imaginó viviendo en alguno de esos majestuosos palacetes que forman nuestro paisaje cotidiano. Truman Capote escribía en su libro Color Local que el lugar más bello del mundo es aquel en el que podemos vernos a nosotros mismos comprándonos una parte, y tenía toda la razón: muchos urbanitas somos mentalmente propietarios de decenas de edificios a los que quizás jamás hemos entrado, y por los que no pagamos más impuesto que el de la ilusión. Cuando rara vez abren sus puertas y el sueño de visitarlos se hace realidad, suelen pasar dos cosas: decepcionan, o superan la expectativa. Este último sentimiento promete despertar la antigua Casa Palacio Minetti en la ciudad de Córdoba, recién puesta en valor para alojar la primera sucursal de las chocolaterías Rapanui en la provincia mediterránea. Un destino inmejorable para la que fuera residencia particular de una de las familias de inmigrantes piamonteses más poderosas del país.
Muy París
A poco de cumplir un siglo, fue proyectada entre 1921 y 1924 por el arquitecto italiano Joaquín J. Rezoagli a pedido del matrimonio formado por Sebastián Palacio y Lucía Minetti. Desde entonces ocupa una manzana triangular en el “parisino” barrio de Nueva Córdoba, un área impulsada a principios del siglo XX por el empresario Miguel Crisol para el desarrollo de grandes residencias y jardines.
Familias acomodadas, políticos y empresarios de la época fueron instalándose hasta darle esa impronta europea de la que todavía hace gala. Los palacios Dionisi y el Ferreyra, el Museo Emilio Caraffa y otras mansiones imponentes festonean el Parque Sarmiento, la primera obra realizada en la Argentina por el paisajista Carlos Thays, que llegó a este país invitado por el visionario Crisol. Esos antecedentes bastaron para incluirla en el catálogo de bienes inmuebles y lugares de patrimonio de la capital cordobesa.
“La casa es noble. Ha mantenido su identidad a través del tiempo y, estando preservada, no sufrió grandes cambios aparentes. Sí se perdieron ciertos elementos que, por desgaste natural, accidentes o falta de mantenimiento, ya no se pueden reconstruir, por ejemplo, cenefas y canaletas pluviales, solados exteriores, etc. La sorpresa fue descubrir que el techo de pizarra fue mantenido y estaba en buenas condiciones, lo mismo la reja perimetral a la que le habían hecho una sutil modificación que nosotros conservamos para el acceso” describe el arquitecto Guillermo García Pilotto, que junto con su socia Mercedes Sanguinetti tuvo a cargo el proyecto de puesta en valor. Con una inversión cercana a los 800.000 dólares y alineados a las normativas locales para la preservación del acervo urbano, luego de 13 meses de trámites y rigurosa obra, la vivienda recuperó su encanto y ahora vecinos y turistas podrán recorrerla y descubrir como transcurría la intimidad en esos ambientes señoriales.
De estilo pintoresquista - un movimiento romántico surgido en Europa y de rápido arraigo en occidente a finales del siglo XIX y principios del XX, reconocido por la composición de volúmenes asimétricos, techos con pendientes pronunciadas, utilización de materiales autóctonos y rodeadas de jardines y parques trabajados – la propiedad conservó esos detalles esenciales, también los del interior. Se pintó de color oscuro la escalera principal de madera para resaltar un imponente vitral con el escudo de armas de la familia; los pisos originales de la planta alta fueron restaurados, no así los de roble de Eslavonia de la planta baja, que estaban cubiertos por un piso flotante que los arruinó. “Fueron reemplazados manteniendo la característica de colocación de los antiguos pisos de madera que consiste en enmarcar perimetralmente cada ambiente, dibujando un límite claro entre los espacios. Optamos por un mosaico granítico (en la planta alta hay un salón con pisos de este material), motivados además porque encontramos una fábrica de mosaicos en Córdoba. Esto permitió recrear las guardas perimetrales en clave contemporánea” agrega García Pilotto.
Una isla para quedarse
Al ser un lote chico e irregular nunca tuvo un jardín importante, pero ahora sí. Además de un muro perimetral verde, se plantaron árboles y agregaron mesas; para conectarlo con el interior, agilizar la circulación y garantizar una accesibilidad inclusiva, dos ventanas de la casa se transformaron en puertas. Los balcones y las terrazas también quedaron habilitados al público.
“Siempre buscamos casas ‘con alma’ para nuestros locales, que cuenten una historia, con rincones para el disfrute y detalles que contrasten con el diseño de nuestra marca. Yo mismo recorrí la ciudad y algunas zonas del Gran Córdoba en busca de un lugar especial, y cuando vimos la posibilidad de instalarnos en la casona de Lucía Minetti, no lo dudamos. No solo por su arquitectura y amplitud. Es además patrimonio histórico, lo que valoramos y vamos a preservar muchísimo”, anunciaba a mediados de enero Diego Fenoglio, fundador de esta boutique de chocolates.
Oriundos de Cúneo, una provincia de la región de Piamonte, Italia, cuentan las crónicas que en 1867 Juan y Lucía Minetti llegaron al puerto de Buenos Aires junto con sus hijos Domingo, Teresa, Margarita, Angela y Bartolomé. Este último trajo a su esposa y a su pequeño hijo Juan de dos años; más tarde nacerían aquí sus hermanos Lucía, María, Domingo, José y Bartolomé. A poco de desembarcar deciden trasladarse a la colonia San Carlos Norte, en Santa Fe, una de las zonas más productivas de la pampa húmeda, describe la historiadora Angela González Aguirre en un ensayo sobre el impacto de los primeros inmigrantes piamonteses en la economía local.
A diferencia de muchos de sus coterráneos, los Minetti traían un pequeño capital que les permitió comprar una chacra y herramientas para empezar a trabajar la tierra, tarea que hacían en Italia. Pronto se incorporaron a la comunidad de pequeños propietarios rurales que impulsó la producción de alimentos, preludio de aquella época dorada que convirtió a la Argentina en el granero del mundo. Su primer gran logro fue la instalación de su propio molino en la localidad de Santa Clara de Saguier; más tarde fueron comprando tierras y diversificando sus emprendimientos hasta destacarse como promotores de la actividad industrial, construyendo un imperio a lo largo de la primera mitad del siglo XX, que a la familia le permitió insertarse en los círculos sociales más altos de Córdoba y Santa Fe. Entre las propiedades más significativas de su patrimonio destacan el edificio Minetti en Rosario, sede de la empresa en la región, y una serie de espléndidos chalets, como Suma Huayco en las sierras cordobesas y la Casa Palacio Minetti.
“La casa tiene la particularidad a nivel urbano de ocupar enteramente una pequeña manzana triangular. Es como una isla sobre la avenida Yrigoyen, en Nueva Córdoba” recuerda García Pilotto. “Abrirla al público es una manera de entablar una relación con la comunidad. Buscamos un diálogo con lo que ya está presente para potenciar su identidad a través de una intervención contemporánea, de calidad, articulando la remodelación, el interiorismo, paisajismo, exhibición de productos y su presentación. Un gran concierto para poner en escena la marca. Para los vecinos será una experiencia acceder a esta casa tan emblemática, recorrer las dos plantas y disfrutar de los jardines, un espacio para el encuentro social. Es lo más importante esta puesta en valor”.
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