La “casa embrujada” de Madariaga: el oscuro misterio que mantuvo en vilo al país
Los extraños sucesos que tuvieron lugar en la vivienda de María Ferreyra y su familia, a comienzos de los años 90, dieron pie a una escalada mediática sin precedentes
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Segundo mes del año. Las rutas a la costa estaban abarrotadas de porteños escapando del calor de la ciudad y las tradicionales playas argentinas gozaban de la plenitud de la temporada alta. En medio del furor del verano, lo que ocurría en una pequeña casa de General Madariaga empezaba, sin saberlo, a convertirse en un evento sin precedentes en la historia local.
Una noche de febrero de 1993, María Ferreyra, de 68 años, se presentó en la comisaría del pueblo con la mirada perdida y aliento apenas suficiente para relatar lo que había visto en su casa. Era un lugar humilde: tenía pocas habitaciones alumbradas únicamente por las velas, ya que no tenía acceso a la luz eléctrica. La vivienda estaba construida con chapa, en un pequeño terreno lindero a una clínica y a metros del centro cívico. Además, compartía manzana con la estación policial y estaba ubicada cerca de varios comercios locales.
María vivía junto a su hija Julia Ramona (36) y el pequeño Julio Nazareno Nahuel (10). “Se presenta en la comisaría y se desmaya. Dice: ‘Mi nieto tiene poderes y están pasando cosas dentro de la casa”, recuerda Gastón Sigliano, quien en ese entonces era vecino de la zona, en diálogo con LA NACIÓN.
De acuerdo al relato de la mujer, en la propiedad ya se habían producido varios hechos inexplicables: vasos que se caían solos, velas que se apagaban sin corriente de aire, cubiertos que volaban e incluso cajones que se abrían y cerraban sin motivo aparente. Pero su pedido de ayuda solo provocó la risa de los oficiales. Lejos de ser un punto final, los extraños sucesos siguieron ocurriendo a tal punto que, dos días más tarde, una multitud se congregó en la puerta de la casa para presenciar el fenómeno con sus propios ojos.
Con cierto escepticismo, las autoridades se vieron obligadas a investigar. Quizás fue la desesperación de María la que los llevó a tomar la determinación de ingresar al inmueble o, tal vez, la curiosidad producto de las habladurías del pueblo. Al entrar, en medio de la penumbra, se encontraron con una familia desolada y una escena propia de una novela de Stephen King.
“Cuando van entrando los policías, una panera sale volando y le pega a uno en la cabeza. Los demás salieron corriendo y llamaron desde la comisaría a más policías. Cuando ellos acceden se mueve un velador”, narra Sigliano. El manual de procedimiento policial no contempla “hechos paranormales”, por lo que los pasos a seguir representaban un misterio tan grande como lo que acontecía puertas adentro del hogar de Ferreyra. Lo único que estaba claro es que había que llamar “a los de arriba” cuando las cosas se salían de control.
En primera plana
La incredulidad y el terror fueron el puntapié inicial para una intensa escalada mediática. El llamado a la jefatura de la ciudad de Mar del Plata desencadenó la llegada de los medios marplatenses a Madariaga. Tras su difusión, la noticia también logró atraer a periodistas de Buenos Aires, que trasladaron sus equipos para emprender una cobertura nunca antes vista.
En apenas unos días, General Madariaga pasó de ser un pequeño pueblo camino a la costa a convertirse en el centro de atención de la prensa a nivel nacional. Todos los canales de televisión querían su propia parte de la historia. Afuera de la casa de María, una multitud hacía una vigilia de película junto a las camionetas del periodismo gráfico y audiovisual, que dispuso una guardia permanente.
Entrevistado por un medio local, el comisario Claudio Mejías confirmaba haber sido testigo de “objetos que se movían solos” dentro de la vivienda, mientras un llamado a la oficina del juez de Dolores provocaba que José Luis Macchi, quien todavía no cargaba con el peso del caso Cabezas sobre sus hombros, se trasladara al lugar para hacer una inspección.
Adentro de la vivienda, y procurando discreción, la familia recibía a parapsicólogos, sacerdotes y a Susy López, una quiromántica vecina de la zona, para que “limpiaran el lugar”. Poco duró el secretismo: en cuestión de días, los involucrados fueron abordados por la producción del programa más visto del momento. En Hora clave, el conductor Mariano Grondona invitó a su mesa a los “expertos” para que contaran lo que sucedía. A partir de ese momento, el hecho fue calificado como un “fenómeno poltergeist” y se empezó a hablar de la “manifestación de un espíritu”.
Fin del calvario, inicio de la leyenda
En conversación con LA NACIÓN, una fuente íntimamente vinculada a los eventos del verano del ’93 sostiene que “todo lo que se vivió fue real”. “Los policías temblaban, las radios funcionaban mal. Se prendió una vela y se cayó, la mesa de luz se movía, había una energía terrible”, relata quien pide que su nombre no sea publicado.
“Se hizo un ritual con velas y así como aparecieron los fenómenos, se fueron”, indica. Para la familia parecía haber terminado lo peor, pero comenzaba el segundo capítulo de la historia. Si al principio no querían permanecer en el interior de la casa, tras las repercusiones del caso sentían lo opuesto. Salir era una tarea titánica y tener que enfrentarse diariamente a medios y vecinos era casi tan angustiando como los terribles los sufrimientos que habían padecido.
“Ya no podían ni moverse, el nene no iba a la escuela y hasta nos tiraban con baldes de agua para que nos fuéramos”, rememora Sigliano.
Nunca logró resolverse el misterio. Mientras los vecinos aseguran que se trató de “una mentira” y que “los movimientos eran provocados por elementos atados a una tanza”, los policías y el equipo de parapsicólogos no olvidan aquello que vieron y percibieron.
Con el paso del tiempo, las puertas de la casa ubicada en Urrutia al 400 quedaron cerradas. Hoy, un cerco y una enredadera les tapan la vista a los curiosos que pasan por la cuadra. En Madariaga, la leyenda sigue viva. La familia se mantuvo en silencio y, pese a varios intentos de la prensa y los fanáticos de ponerse en contacto, se comenta que los protagonistas de esta historia solo dan su palabra a cambio “de un dinerito” que ronda los cinco mil dólares.
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