Fred y su esposa Rose mataron y enterraron en su jardín a una decena de mujeres, entre ellas, a su primogénita; la segunda hija del matrimonio reveló el calvario de vivir en la llamada ‘casa del horror’
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Frederic West y su esposa Rosemary Letts vivían en un apacible barrio de la ciudad de Gloucester. En su casa del 25 de la calle Cromwell, donde se radicaron a comienzos de los 70, tuvieron ocho hijos. Desde afuera, parecía un típico hogar inglés. Sin embargo, Fred y Rose eran dos de los más crueles asesinos seriales de Inglaterra. Entre ambos torturaron, abusaron y mataron al menos a una docena de mujeres, entre ellas, su propia hija mayor, Heather, de 16 años. El matrimonio enterraba luego a sus víctimas en el sótano o en el jardín de su casa.
En el año 1994, sus aberrantes crímenes fueron descubiertos por la policía. Poco tiempo después, Fred terminó suicidándose en prisión y Rose fue condenada a cadena perpetua. Pero más allá de sus víctimas mortales, los monstruosos esposos también habían derramado su maldad sobre sus hijos, que sufrieron todo tipo de maltratos y abusos.
Mae West, la segunda hija de este matrimonio, retrató en un libro cómo fue crecer en esa vivienda de Gloucester que, desde que se conocieron los homicidios perpetrados allí, pasó a denominarse popularmente como “la casa del horror”.
Una carta de mamá desde la prisión
“Mamá nos pegaba tanto a mis hermanos y a mí que a menudo teníamos heridas. El hospital local tenía constancia de que habíamos acabado en urgencias más de 30 veces en total, pero nunca detectó ningún tipo de patrón”, escribió Mae West en el libro Love as always, mum xxx, donde relata el calvario que sufrieron ella y sus hermanos en la casa de la calle Cromwell. Un extracto de esa descarnada autobiografía fue publicado hace días por el periódico británico Daily Mail. En ese medio también destacan que hoy aquella niña maltratada por sus padres tiene 51 años y se convirtió en esposa y madre de dos hijos.
El título del libro, que fue traducido al español como Te quiero como siempre: tu mamá, se corresponde con una carta que recibió Mae de su madre, muy poco tiempo después de que a Rose la encarcelaran por ayudar a su esposo Fred a asesinar un niño y nueve mujeres, entre las que se incluía Heather, su propia hija. En su autobiografía, Mae cuenta que la carta la sorprendió muy especialmente porque estaba cargada de palabras de cariño, algo que nunca le había dado en los años que vivieron juntas. “Mi madre nunca me había dicho ese tipo de cosas mientras crecía. Tampoco me había abrazado desde que dejé los pañales”, reveló la hija de los asesinos que, como ella misma contó, fue víctima de numerosas palizas por parte de su progenitora.
Para ratificar su posición respecto de su madre, la autora añade: “Incluso antes de que el mundo conociera la llamada ‘casa del horror’, nadie en su sano juicio habría calificado a Rose West como buena madre. Entre otras cosas, ella había ignorado deliberadamente los avances abusivos de mi padre hacia mí”.
El asesino serial que lloraba con Bambi
Pese a todo el espanto que vivió en esa casa, Mae recuerda que ella consideraba ese lugar “nuestro hogar”. En ese sentido, ella escribió: “Comíamos y veíamos televisión juntos, celebrábamos los cumpleaños y nos íbamos de vacaciones”.
Mae recordó también que su madre hacía unas tortas magníficas, que en ocasiones como la Navidad se sentían como “cualquier otra familia” y que solían reunirse frente al televisor para ver los discursos de la reina Isabel II. Mae también contó que su padre, el hombre que fue a juicio por haber cometido 12 asesinatos, tenía una película favorita: Bambi. “Me rompe el corazón”, decía Fred en la parte en que moría la mamá del pequeño cervatillo de Disney.
Pero por más que en ocasiones la familia pareciera ser convencional, los niños vivían situaciones poco saludables para su edad. Una de ellas es la que revela en su libro la propia Mae, cuando hace algo tan simple como hablar acerca de sus hermanos: “Fui la segunda de los ocho hijos que mis padres tuvieron juntos, aunque al menos dos de mis hermanos fueron casi con toda seguridad engendrados por clientes de mamá. Durante gran parte de mi infancia, trabajó como prostituta”.
La secretaria de Mandy
Más adelante, la mujer cuenta que tanto ella como su hermana mayor, Heather, se ocupaban de cuidar a sus hermanos menores mientras la mamá recibía a los clientes, “en su mayoría viejos blancos”, en lo más alto de la vivienda, en un lugar que había diseñado especialmente el propio Fred.
“Cuando llegué a la adolescencia, tenía que contestar al teléfono y atender las llamadas de los hombres que querían concertar una cita con ‘Mandy’, el nombre con el que trabajaba. Era casi como ser su secretaria”, cuenta Mae. Y añade: “Me resultaba muy difícil y vergonzoso, sobre todo cuando alguno de los clientes explicaban con detalle qué era lo que querían en su encuentro. ‘Lo siento, tendrán que hablarlo con ella’, les decía yo, con timidez”.
La autora de Love as always, mum xxx contó también que su madre insinuó años más tarde que fue Fred el que la había obligado a ejercer la prostitución, pero Mae descree de ello y más bien piensa que era una empresa conjunta. “Incluso había un almohadón que decía ‘Mamá y papá' arriba de un sillón donde los hombre se sentaban para esperar su turno”, escribió.
Violencia en la casa, bullying en el colegio
En una sucesión de hechos crueles que parece interminable, Mae también contó que su mamá no les permitía llevar a la casa a ningún amigo ni compañero de clases. Aunque los niños, especialmente las dos hermanas mayores, no tenían mucha gente a la que llevar, porque en la escuela solo eran motivo de burlas. Esto también por causa de su madre: “Mamá nos obligaba a Heather y a mí a llevar ropa de segunda y zapatos de chicos al colegio y nos dejaba el pelo brutalmente corto. Nos acosaban sin piedad”.
Pero eso no era todo. Mae continua en su libro: “Cuando crecimos y fuimos aún más vulnerables a la presión de los compañeros, mamá nos obligó a lavarnos el pelo con detergente líquido y nunca nos dejó afeitarnos las piernas, ni usar desodorante. Los chicos pueden ser crueles, cantaban un jingle famoso del desodorante Right Guard cuando pasaban a mi lado”.
En el libro, la hija de los criminales profundizó en las palizas que les daba su madre, a las que consideró como “sádicas” y motivadas por “las cosas más insignificantes”. Ella contó que ponía en fila a todos los hermanos y buscaba varas y cinturones para pegarles. “Si llorábamos mientras nos pegaba, nos gritaba que paráramos o nos daría otra. Así que aprendimos a contener las lágrimas, al menos hasta que quedáramos solos”, relata Mae.
Con el tiempo, la violencia de Rosemary aumentó. Les tiraba a los chicos con ollas y sartenes a la cabeza. Una vez dejó sin sentido a uno de los pequeños hermanos, al romperle un plato en la cabeza. En un momento de la adolescencia de Mae, su madre se abalanzó sobre allá con un cuchillo y luego de decirle que no tendría problema en utilizarlo con ella, comenzó a acuchillarla, llegando a cortarle la ropa y a marcarle la piel. “Temiendo por mi vida, corrí al sótano”, escribió la víctima de este ataque.
Un padre aberrante
Pero Rosemary y sus violentos excesos eran tan solo una parte de los sufrimientos a los que se veían sometidos Mae y sus hermanos. La mujer contó que, cuando su hermana Heather y ella comenzaron a crecer, empezaron a sufrir los acosos de su propio padre. En una reflexión que hace en su libro acerca de si hubiera preferido estar con su papá o con su mamá en caso de que se separaran, Mae escribió: “Por supuesto, ningún niño debería tener que elegir entre ser golpeado con saña o sufrir abusos sexuales, pero así era la vida tal y como la conocíamos en Cromwell Street”.
Cuando las hermanas mayores llegaron a la pubertad comenzaron a vivir los embates de su padre. “Empezó a abalanzarse sobre nosotras a la menor oportunidad, sobre todo si llevábamos el uniforme de colegio. Se colaba en la habitación, nos sacaba las sábanas y trataba de tocarnos. Al final, optamos por dormir vestidas”, escribió.
También las hermanas se cuidaban y vigilaban entre ellas, pero así y todo nunca lograban relajarse, ni estar a salvo. Para mayor horror, Mae cuenta que Rosemary en ocasiones observaba la actitud de su marido hacia ellas y no hacía absolutamente nada. “Lo veía como un comportamiento normal de Fred, y parecía esperar que yo lo viera de la misma manera”, relató en su libro la segunda hija del siniestro matrimonio.
Mae contó también que su padre las obligaba a mirar películas triple X y que, con el tiempo, sus acosos se incrementaron. “Mamá se reía y lo llamaba cerdo asqueroso”, escribió la mujer en su libro.
“Era la ropa de mujeres asesinadas en la casa”
El modus operandi de Fred y Rosemary para ultimar a sus víctimas tenía que ver con un recurso que habían encontrado para generar ingresos. Ellos comenzaron a alquilar las habitaciones vacías de la casa a diversas personas. Allí llegaban, especialmente, mujeres solitarias que necesitaban un lugar económico para vivir. Claro que lo que ellas no sabían es que ese lugar se convertiría para muchas en una trampa mortal de la que ya no saldrían.
En varias ocasiones, las inquilinas eran capturadas por el matrimonio, que las torturaba y las terminaba asesinando. El destino final de estas mujeres era ser enterradas en el sótano o en el patio de la casa del horror. Por tratarse de personas sin familia ni allegados, nadie nunca preguntaba por su paradero.
Al referirse a esta serie de crímenes atroces, Mae afirma que ella no sabía absolutamente nada de lo que pasaba. Pero luego cuenta una anécdota que da escalofríos: “Un día, cuando yo tenía ocho años, descubrimos un armario lleno de ropa y zapatos de mujer. Heather y yo solíamos vestirnos con ellos, y a mamá no parecía importarle. Solo muchos años más tarde me di cuenta de que era la ropa de mujeres jóvenes que habían sido asesinadas en la casa”.
“No había ni rastro de Heather”
En medio de tanto horror, las hermanas mayores se habían vuelto inseparables. Ambas se juramentaron que se irían de ese lugar apenas cumplieran sus 16 años. En el verano de 1987, la mayor de las dos cumplió sus 16, consiguió un trabajo y empezó a pensar en marcharse del infierno. Pero el empleo terminó pronto y Heather se mostró completamente abatida.
“Al día siguiente fui al colegio, como de costumbre -relata Mae-, pero cuando llegué a casa no había ni rastro de ella. ‘Su hermana se fue’, nos dijo papá con indiferencia”.
El matrimonio aseguró que Heather había conseguido trabajo en una colonia de vacaciones, pero lo cierto es que los hermanos no recibieron más noticias de ella. “Pasaron semanas y meses. Seguía sin haber cartas de ella. Algo empezaba a estar muy mal. ¿Heather se había peleado con papá y mamá y se había escapado?”, se preguntaba Mae en el libro.
Cuando Mae cumplió 16, decidió también marcharse de casa. Pero a los 20, otro coletazo del horror de Cromwell Street la obligó a regresar. Su padre había caído preso, acusado de abusar sexualmente de Louise, la hermana menor de Mae, que en ese entonces tenía 13 años. La mujer cuenta en su autobiografía que ella regresó a la casa para acompañar a la madre, que parecía desesperada, aunque también estaba acusada de haber ayudado a su marido a cometer el ataque sexual a su hija.
En 1993, marido y mujer fueron a juicio pero terminaron liberados, puesto que Louise se negó a declarar en el tribunal. Pese a que el resto de los hermanos habían sido enviados a hogares de acogida, Fred y Rosemary aseguraron entonces a su hija Mae que todo había vuelto a la normalidad.
La peor noticia
Pero esa dudosa normalidad se rompió definitivamente el 24 de febrero de 1994, cuando la joven respondió al timbre y se encontró con dos policías que preguntaban por sus padres.
“Cuando mamá bajó en bata, nos dijeron que tenían una orden para registrar nuestro jardín en busca del cadáver de Heather. Esperaba que mamá se volviera loca, pero se sentó, se miró los pies y no dijo nada”, escribió Mae.
Fred y Rose fueron trasladados a la comisaría para ser interrogados. Más tarde la policía llevó a Mae y a su hermano Steve hasta la comisaría de Gloucester, donde ellos se reunieron con el abogado de su padre, Howard Ogden. Allí se encontrarían con la peor de las noticias.
“Siento tener que decirles esto -les dijo el abogado a ambos hermanos-, pero me temo que su padre admitió haber asesinado a Heather”.
Lo que escucharían luego Steve y Mae del defensor de su padre los dejó paralizados de espanto: “Fred dijo que la estranguló y la enterró en el jardín trasero. Ahora accedió a volver a la casa para mostrar a los policías dónde está sepultada”.
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